Alexander Fleming y el descubrimiento de la penicilina

Desde que abrió sus puertas la Escuela de Patología Dunn se ha consolidado como uno de los centros más prestigiosos de la Universidad de Oxford pues sus científicos salvaron mil y miles de vidas durante la II Guerra Mundial.
En 1940 la persona de toda Gran Bretaña más interesada en los trabajos que se desarrollaban en esta escuela situada en Oxford era Albert Alexander, un humilde oficial de policía de Oxfordshire que rondaba los 40 años.
En uno de sus laboratorios, el joven doctor Alexander Fleming se encontró durante unas vacaciones con uno de los mejores ejemplos de serendipia de toda la historia de la ciencia.
Varias de las placas de Petri que semanas antes había dejado sobre uno de su escritorio estaban contaminadas por un hongo. Lo que llamó la atención de Fleming y el compañero que estaba con él, Merlin Pryce, es que entorno a el hongo no crecían bacterias. Flemming había dado el primer paso para lograr uno de los mayores logros de la medicina: la penicilina.
Si las placas de Fleming hospedaron colonias de hongos y bacterias fue en gran parte gracias a unas condiciones meteorológicas nada comunes. Sin embargo resulta ingenuo pensar que la penicilina como tal brotó por arte de magia ante el científico escocés.
Casi dos décadas antes, en 1922, el propio Flemming ya había descubierto la lisozima y sus estudios estaban orientados a la búsqueda de unos agentes antimicrobianos que no dañaran los tejidos animales.
Gracias a sus observaciones Fleming determinó que el hongo de sus placas de Petri generaba una sustancia a la que denominó penicilina pero fue su inestabilidad la que hacía muy difícil trabajar con ella y tras realizar varios intentos terminó arrojando la toalla.
El siguiente gran capítulo en la historia de la penicilina se escribió en 1939, en los laboratorios de Oxford donde estaban trabajabando el profesor de Patología Howard Florey, el químico Ernst Chain y biólogo Norman Heatley.
El equipo retomó el trabajo que Flemming había abandonado años antes y consiguió estabilizar y purificar la penicilina pues tras sus avances, el 25 de mayo de 1940 J.M. Barnes infectó con estreptococos a un grupo de ratones.
A la mitad le suministraron el nuevo fármaco en pruebas y al cabo de unos días eran los únicos que sobrevivían y uno aguantó unas cinco semanas con vida.
Reino Unido estaba inmerso en la Segunda Guerra Mundial y un antibiótico efectivo, como la penicilina, podía ser de gran ayuda en el frente pero ante la falta de medios se vio obligado a llenar el Dunn de cuantos recipientes se encontraran para sus cultivos.
A principios de 1941 llegaría la oportunidad de probar por primera vez el antibiótico en un humano y para ello se necesitaba un paciente que fuera desahuciado por los médicos.
El candidato idóneo llegó a principios de 1941: Albert Alexander, un policía británico que había vivido los últimos meses sin saber que en Oxford había un grupo de científicos que estaban cocinando su única oportunidad para salvarse de la terrible infección que había contraído.

Científicos experimentando en el laboratorio
La historia más extendida sobre Alexander afirma que a finales de 1940 se pinchó mientras podaba los rosales de la comisaría de Wootton, sita en el condado de Oxford.
Una versión bastante más creíble sostiene que el oficial recibió un corte cerca de la boca durante un bombardeo alemán en Southampton, donde estaba destinado.
La herida de Alexander se extendió por toda la cara, el hombro, las vías respiratorias y los pulmones pues acudió al Hospital de Radcliffe donde le suministraron sulfamidas pero su estado no mejoró pues finalmente los cirujanos tuvieron que extirparle un ojo.
Alexander recibió la primera dosis de penicilina apenas diez meses después de la prueba con ratones en los laboratorios de Oxford: el 12 de febrero de 1941.
Su salud mejoró de forma rápida y visible, pero Fletcher y Florey entonces se encontraron con un grave problema que se hizo patente ya al quinto día, o sea, a pesar de todos los esfuerzos que se habían dedicado a proveerse del antibiótico no tenían suficiente cantidad.
El papel que jugó el oficial de Oxfordshire fue decisivo para persuadir a los investigadores de que la penicilina se trataba de un medicamento eficaz y debían seguir trabajando en ella, pero los enormes esfuerzos del equipo de Florey no fueron suficientes ya que el policía murió el 15 de marzo de 1941, cuando se agotó todo el fármaco.
A finales de ese mismo año Andrew Moyer y Heatley lograron simplificar el proceso para obtener el antibiótico pues unos años más tarde ya se llevaba a cabo la comercialización de ampollas de penicilina.
El camino para que el medicamento siguiese perfeccionándose y avanzando hasta convertirse en uno de los grandes hitos de la medicina donde el fin de salvar millones de vidas es largo.
En EE.UU. Florey y Heatley intentaron convencer a las farmacéuticas para que invirtiesen en la producción del antibiótico. Poco a poco Washington y las compañías decidieron apostar por una sustancia que salvaría miles de vidas tras la Segunda Guerra Mundial.
Lo que la penicilina no había logrado en 1941 con Alexander lo consiguió en marzo de 1942 en Estados Unidos con Anne Sheafe Miller. Al igual que había ocurrido con el policía británico, Miller estaba a punto de morir en el Hospital de New Haven tras un mes de fiebres altísimas además de unos delirios provocados por una infección.
Las sulfamidas y transfusiones no habían servido de nada y la paciente seguía empeorando. La penicilina cortó esa deriva de forma casi inmediata, o sea, la joven se salvó y no fallecería hasta muchos años después: en mayo de 1999, ya nonagenaria.
Flemming, Florey y Chain recibieron el Premio Nobel de Medicina (1945) por “el descubrimiento de la penicilina y también de su efecto curativo en varias enfermedades infecciosas”.
Casi dos décadas después, en 1964 recogería el Nobel de Química otra de las figuras decisivas en la producción a gran escala del fármaco pues se trataba de Dorothy Crowfoot Hodgkin, quien gracias a la difracción de rayos X logró desentrañar la estructura de la penicilina.
Fuente: https://hipertextual.com/2018/08/descubrimiento-penicilina
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