La leyenda de la carreta chillona
La carreta chillona se pasea por las noches en las calles de algunos pueblos de El Salvador y su nombre se debe precisamente al sonido “chillón” que hacen sus llantas de madera cuando camina; también dicen que a veces se escuchan cadenas o huesos que se arrastran cuando pasa y que primero se escucha antes de verla llegar. Además, algunos dicen cuando pasa la tierra se estremece y otros comentan que quien se atreve a mirarla amanece muerto al siguiente día.
Esta carreta, que en sus palos lleva calaveras humanas, no tiene bueyes ni hay nadie quien la vaya guiando, simplemente camina sola, como si algún fantasma la impulsara hacia adelante; sin embargo algunos piensan que es un espíritu que se encarga de recoger las almas que andan en pena y guiarlas hacia la otra vida.
Se dice que en su interior la carreta chillona transporta muchos huesos y cadáveres de personas que murieron decapitadas y que a la media noche sale desde el cementerio de los pueblos, a recorrer sus calles con las almas en pena y mencionando los nombres de las personas que son mentirosas, falsas e hipócritas, como haciendo una advertencia de que ese podría ser su destino algún día si no cambian.
Cuenta la historia que muchos años después de que llegaron los españoles a nuestras tierras, vino un hombre llamado Terencio Pérez; el cual era educado por el cura Fray Antolín Oviedo que le enseñaba algunas cosas de aquí. Tras la muerte del cura, Terencio se trasladó a otro pueblo donde había un conocido del cura. Este otro personaje era un boticario que tenía una especie de farmacia y le enseñó cómo curar enfermedades.
En cierta ocasión Terencio conoció a un indígena llamado Juan Tepa, y del cual se hizo amigo con el propósito de que el indio le diera muchos secretos sobre plantas que curaban enfermedades y luego aplicarlas para ganar dinero y enriquecerse con ese conocimiento. Desde entonces se cambió el nombre y decidió llamarse Terencio Pérez de la Trocadera, para que su nombre pareciera aún mejor y más de clase.
El español sacó provecho de esos conocimientos y se hizo rico curando de enfermedades a los españoles hasta tal punto de que en un momento una peste afectó a los indios y Terencio Pérez de la Trocadera se negó a ayudarles, porque no podían pagar y porque no quería que los españoles se dieran cuenta que era amigo de los indios.
Una noche se le apareció el fantasma de Fray Antolín el cual le traía una mala noticia que se volvería una maldición, sus palabras fueron: “Ya no tienes parte en este mundo Terencio, muchas personas han muerto por tu culpa, lo que aprendiste no lo usaste para ayudar a la gente.”
Ahí mandó a Terencio a construir una carreta de huesos, de los huesos de quienes habían muerto por su culpa, le dijo que iba a ser una alma errante que buscaría por siempre un cementerio donde enterrar a aquellos que no había querido ayudar.
Fuente: https://www.elsalvadormipais.com/