La batalla de los Puentes Largos

La batalla de los «Puentes Largos» fue un enfrentamiento militar que enfrentó pues a las legiones del Imperio romano y una alianza de tribus germánicas en el año 15.
Tiberio cruzó varias veces el Rin en operaciones de castigo pues tras la muerte de Augusto en el año 14 se dirigió a Roma para ser nombrado Emperador dejando a Germánico a cargo de Germanía.
El propósito de Germánico era destruir esa confederación y capturar o matar a Arminio, o sea, algo que lo intentaría en tres campañas consecutivas durante los años 14, 15 y 16. Sin embargo, no lograría ninguno de los dos objetivos, aunque los daños producidos en el territorio germano serían muy importantes.
Los romanos disponían de ocho legiones, así como 15.000 auxiliares y una flota de tamaño desconocido, pero suficiente como para transportar a 4 de esas legiones y 10.000 auxiliares, que representaban casi un tercio del total de todo el Imperio concentrado en una pequeña zona del norte de Alemania durante tres años.
El primer año de campaña el 14, el ejército romano cruzó el Rin por sorpresa cogiendo así a los germanos desprevenidos y antes de que pudiesen organizar defensa alguna, varias columnas romanas estaban pues devastando ya el interior del país. Esto es lo que nos cuenta Tácito:
«El César, para robar más a lo largo, partidas las legiones codiciosas del saqueo en cuatro escuadras, sin compasión de edad ni de sexo, pasó a fuego y a sangre diez leguas de país, asolando las cosas profanas y sagradas, junto con un templo muy celebrado entre aquellas naciones que llamaban de Tanfana, sin muerte ni herida de un solo soldado, a causa de haberlos cogido soñolientos, desarmados y sin orden. Despertó este destrozo a los brúcteros, tubantes y usípetes, los cuales se escondieron en los pasos estrechos de los bosques por donde había de volver el ejército, de que advertido el general, puso su gente de manera que podía pues marchar y defenderse si era acometido.»
En el año 15, el ejército romano volvió a cruzar el Rin por varios puntos pues una de las columnas atacó a los catos, y de nuevo los germanos no tuvieron tiempo de organizarse, o sea, los ancianos, las mujeres y los niños fueron asesinados o tomados como esclavos y los guerreros, tras una breve resistencia, fueron incorporados al ejército o se dispersaron por los bosques.
“Llegó, pues, tan de improviso a los catos, que los débiles de edad o de sexo fueron en un instante presos o muertos. La juventud, pasado a nado el río Adrana, impedía a los romanos el hacer en él un puente; hasta que desalojados después de haber tentado en vano las condiciones de la paz, y con las saetas y otros tiros arrojados con los ingenios, pasándose algunos a Germánico, los otros, desamparando las villas y lugares, se esparcieron por aquellas selvas. El César después de haber quemado Mattio, metrópoli de aquella nación, robado los lugares abiertos, tornó la vuelta del Rin, no habiéndose atrevido los enemigos a darle a la cola, como acostumbran cuando, más por astucia que por miedo, dan muestras de retirarse. Los queruscos hubieran ayudado de buena gana a los catos, si Cecina no los amedrentara con mover las armas a todas partes y a los marsios, que se atrevieron a esperarle, rompió prósperamente.”
A continuación Germánico acudió en ayuda del suegro de Arminio, Segestes, que se encontraba asediado por su propio pueblo por culpa de su amistad con los romanos y porque preferían al líder querusco y así como premio por su ayuda, Segestes le entregó a Germánico a Tusnelda, su hija y esposa de Arminio, que en ese momento estaba embarazada.
Mientras Arminio intentaba movilizar a los queruscos, Germánico enviaba así cuatro legiones al mando de Aulo Cecina Severo de nuevo contra los brúcteros, que quemaron sus propias tierras ante el claro avance romano.
Los caucos, una tribu aliada de Roma, se unieron a Pedón, que se movía a lo largo de la costa y así Lucio Esterinio, que fue enviado también contra los brúcteros, consiguió encontrar el águila de la legión XIX, una de las perdidas con Varo.
Poco después Germánico llegó con el ejército a lo que seis años antes había sido el campo de batalla de Teotoburgo y el general pudo ver con sus propios ojos los restos de los combates, lugares de resistencia y dónde habían sido ejecutados los oficiales. «Así el ejército romano, seis años después de aquel estrago, así recogió los huesos de las tres legiones, sin poder discernir si eran de los extraños o de los suyos, cubriéndolos a todos con tierra, como si fueran de amigos o parientes, y aumentando con este acto el enojo y furor contra el enemigo.»
Tácito nos cuenta que el emperador Tiberio se enojó con Germánico por esto: «No aprobó este hecho pues Tiberio, o porque daba siempre malos sentidos a las acciones de Germánico, o porque pensase entonces que el ejército, con la vista de sus compañeros muertos y sin sepultura, se haría más lento para llegar pues a las manos y tendría más temor al enemigo. Fuera de que a un general ornado con el oficio de augur y de las más antiguas ceremonias divinas no le estaba bien hallarse en mortuorios.»
El siguiente objetivo de Germánico era el propio Arminio, pero este decidió prudentemente que no era buena idea enfrentarse a ocho legiones y retrocedió hacia el interior perseguido por la caballería romana.
Llegado a un punto Arminio dio la orden de que sus tropas diesen la vuelta a sus tropas e hiciesen caer en una emboscada a las fuerzas perseguidoras, obligando a retroceder a los jinetes sobre los auxiliares que los seguían.
El pánico se extendió y las fuerzas romanas empezaron a huir, hasta que llegó el grueso del ejército con las legiones y se estabilizó la situación, o sea, los germanos volvieron a desaparecer en los bosques.
Tras el encuentro de la caballería, Germánico decidió que era mejor finalizar las operaciones militares ese año y volver al Rin donde él mismo y la mitad del ejército se embarcó con la flota y volvió así al territorio romano siguiendo la costa, o sea, cuatro legiones la I Germánica, la V Alaudae, la XX Valeria Victrix y la XXI Rapax y unos 5.000 auxiliares, al mando de Cécina, tuvieron órdenes de volver por tierra.
La ruta prevista les haría pasar por los llamados Puentes Largos, una serie de terraplenes construidos con anterioridad por los propios romanos para que sirvieran de camino en medio de aquella zona pantanosa.
Mientras las tropas de Cecina se internaban en las zonas pantanosas, aprovechando así la lenta marcha de los romanos por la ciénaga, Arminio y sus germanos los adelantaron apostándose en un estrecho paso, a ambos lados de los Puentes Largos, en la zona boscosa alrededor del pantano y con ello esperaban pues tenderles una emboscada y obtener así una victoria fácil.
Cuando Cecina llegó a los Puentes, se encontró con que estaban en muy mal estado y debían entonces ser reparados para poder avanzar con los bagajes, o sea, Cecina ante esta situación se mostró cauto y así optó por acampar, y reparar los puentes antes de cruzar con el grueso.
Dividió sus fuerzas en tres grupos: Los zapadores encargados de seguir construyendo y arreglando los pasos elevados, algunos legionarios y auxiliares que debían defender la impedimenta, y finalmente, el grupo más nutrido de legionarios que protegerían a los zapadores al frente y ambos. Por el contrario, el principal objetivo de los germanos era impedir el trabajo de los zapadores, pues el tiempo jugaba contra los romanos.
Pronto empezaron a salir germanos de la espesura y comienza una lucha irregular, con ambos bandos en medio del pantano, o sea, que en un terreno pantanoso, los legionarios no podían adoptar la formación de combate, en la que se basaba toda la fuerza de la legión.
Hundidos en el fango, e inmovilizados por el peso de sus armaduras, no eran rivales entonces pues para las armas arrojadizas ni para las largas lanzas germanas, o sea, Cecina entonces se dio cuenta de que no podrían salir de allí ese día por lo que decidió acampar en zonas algo más altas situadas entre el pantano y los bosques.
Al llegar la noche, Cecina dispuso a sus legiones en cuadro, con la V en el flanco derecho y la XXI en el flanco izquierdo, al frente se situó la I, y la XX en la retaguardia y los germanos se retiraron a los bosques.
Según Tácito «Finalmente, la noche salvó las legiones de una batalla en que, forzosamente, habían de llevar lo peor«.

Campaña de Germánico contra los germanos en el año 15
La noche no trajo mucho reposo a los romanos, o sea, Arminio envió a varios de sus hombres a desviar el curso de un río cercano, para hacer que el pantano subiera de nivel y sumergiera de nuevo los pasos que estaban reparando los romanos, lo cual imposibilitaría el tránsito de los carros.
Pronto los romanos apenas tuvieron espacio para poder descansar, y las obras que se estaban realizando quedaron dañadas y Tácito nos describe a los romanos completamente desvelados, escuchando los gritos y cánticos de los germanos que surgían entre los árboles.
Los legionarios totalmente desmoralizados y con el recuerdo del desastre de Varo y sus hombres, resulta que comprendieron que su única posibilidad era luchar en tierra seca.
Cecina mandó a las legiones de los flancos la V y XXI desplazarse respectivamente a una y otra orilla de la laguna al amanecer, y resistir allí el acoso de los germanos; quedando pues los carros de la impedimenta, auxiliares, heridos y los zapadores en el interior de la laguna, avanzando lentamente.
El objetivo era salir de allí en el menor tiempo posible y alcanzar un terreno despejado cercano donde los legionarios pudieran desplegarse en formación de combate. Sin embargo, las legiones V y XXI al verse así ampliamente superados en número por el enemigo, optaron por huir al terreno llano, abandonando pues la columna central, atascada en la laguna, a su suerte.
Los germanos se abalanzaron sobre los romanos desde ambos lados a la vez y así uno de los ataques, así dirigido por el propio Arminio («con gente escogida», posiblemente guerreros de su séquito), partió pues la columna de marcha en dos.
Los germanos empezaron a mezclarse con las tropas romanas y los servidores del ejército, atacando pues sobre todo a los animales de tiro y a los caballos para impedir que sacasen de allí los carros.
Las bajas debieron de ser altas, y el propio Cecina estuvo a punto de morir cuando le mataron el caballo y quedó atrapado bajo el animal pero pudo salir de allí por suerte cuando la legión I, situada entonces en la vanguardia, consiguió realizar un contraataque que permitió abrir el espacio suficiente como para que así algunos escapasen.
Los supervivientes abandonaron todo el bagaje y siguieron adelante hasta reunirse, ya por la tarde, con la V y la XXI, que los esperaban en la zona seca y llana de más adelante. Los germanos quedaban atrás en los diques rematando heridos y saqueando el bagaje.
Una vez en zona seca los romanos intentaron fortificarse de la mejor manera que pudieron, pero resulta que con el bagaje se habían perdido todas las herramientas y las tiendas; e incluso, tampoco había pues manera de atender a los heridos, y los víveres estaban «todos llenos de lodo y sangre».
Al caer la noche los nervios empezaron a fallar pues en un momento dado, un caballo se soltó y comenzó a correr de un lado a otro, se oyeron gritos y pronto se había extendido el pánico, con los soldados pues intentando huir de los germanos imaginarios que ya estaban dentro del campamento.
Los soldados se dirigieron a las puertas, especialmente a la más alejada del lado de los germanos pues ante ello, Cecina intentó detenerlos con órdenes y ruegos, e incluso amenazándolos con su espada. Solo pudo detenerlos cuando se tumbó delante de la puerta para «cerrar el paso a los que se avergonzasen de pisar el cuerpo de su legado«.

Despliegue de fuerzas en la Batalla de los Puentes Largos.
Tras ello, Cécina reunió a todos y les explicó que no había otra forma de salir de allí que combatiendo y su plan era aparentar una defensa débil, hasta que los germanos se envalentonasen y atacasen entonces el campamento «abandonando toda prudencia«.
Organizó cuatro cuerpos elegidos entre los soldados de más temple sin importar las unidades a las que pertenezcan y les entregó los caballos que quedaban, incluidos los suyos y los del resto de oficiales. Cada uno de estos cuerpos se situaría en cada una de las puertas, y deberían atacar todos a la vez cuando el enemigo menos se lo esperase y el resto de las tropas los seguirán detrás.
Mientras tanto, los germanos discutían qué hacer, Arminio insistía entonces en dejar salir a los romanos del campamento y seguir acosándolos en las zonas pantanosas. Inviomero, su tío, era de la opinión de atacar directamente a los romanos donde estaban pues los germanos finalmente decidieron lo segundo.
Por la mañana comenzó el ataque, los germanos rodearon completamente el campamento romano, y así ante la escasa y débil defensa romana, animados rellenaron los fosos y asaltaron el muro y las puertas.
Cecina dio la señal y se abrieron las cuatro puertas a la vez y para su sorpresa, se encontraron entonces a los legionarios en formación de combate y preparados para la lucha; y para acrecentar el desconcierto, así estos tocaron con cuernos y trompetas las conocidas órdenes de carga y salieron del campamento a toda prisa, arrollando a los desprevenidos y desorganizados germanos que intentaban entrar claramente en el campamento.
Los germanos sorprendidos quedaron aterrorizados; y tras producirse una gran mortandad entre ellos, así huyeron en desbandada donde Arminio consiguió escapar, y el mismo Inviomero resultó herido.
Los romanos, cansados de perseguir a los germanos durante todo el día, pudieron recuperar parte de la impedimenta perdida, tomar fuerzas y continuar con el regreso a la frontera del Rin para reunirse luego con Germánico.
Las bajas romanas se estiman en 7.000 efectivos, las bajas germanas fueron más de 4.000, teniendo que dejar todo lo que habían conseguido.
Fuente: https://arrecaballo.es/edad-antigua/alto-imperio-romano/guerra-contra-los-germanos/