La historia de la » Epidemia de Baile» de 1518
Cuando nos hablan de una epidemia, normalmente lo primero que pasa por nuestra cabeza es la imagen de la desgracia. La visión de miles de personas muriendo en las calles, de gente que sin esperanza mira al infinito mientras la magnánima muerte vuela sobre las calles librando a los hombres de su sufrimiento. A lo largo de la Historia, epidemia ha sido sinónimo de muerte, caos, destrucción y dolor, marcando con su impronta la memoria de los hombres.
Cuando los habitantes de Estrasburgo se fueron a dormir, la señora Troffea aún bailaba. Peor aún, al levantarse, la mujer seguía, incólume, con su incesante danza, como llamando a quien quisiera acompañarla. Hasta el momento, parecía que había enloquecido.
Con el tiempo, quienes sobrevivieron al esfuerzo lograron dejar el baile y volver a su vida cotidiana. Sin embargo, el año de 1518 pasó a la historia como el año en el que una epidemia de danzantes sacudió Estrasburgo.
Aunque nos parezca absurdo, este evento no es sino la muestra más impresionante de una enfermedad bien conocida y documentada en la época. Con los primeros brotes hasta el siglo VII, la enfermedad no hizo sino aumentar su presencia hasta desaparecer, de súbito, en el siglo XVII. Los expertos actuales no se ponen de acuerdo sobre las características de la dolencia, y si se debía a causas fisiológicas, al surgimiento de sectas y grupos secretos o al fenómeno conocido como la Histeria Colectiva. En cualquier caso, el fenómeno, conocido como “coreomanía”, nos pone ante una sociedad con un comportamiento incomprensible para nosotros.
En todo caso, la coreomanía es la prueba de que el baile, llevado al extremo, puede considerarse una verdadera enfermedad epidémica.