La historia de los juegos de cartas: El Mus

El Mus tiene una antigüedad que se remonta por lo menos al siglo XVII pues el filólogo vasco y jesuita Manuel de Larramendi que vivió en el XVII, ya lo cita en su famoso Diccionario Trilingüe que tuvo su primera edición en San Sebastián el año 1.745, como un juego ya consolidado y generalizado entre los vascos y navarros.
En los tiempos antiguos, antes de inventarse el Mus, el lenguaje era tosco e inexpresivo, y los juegos eran tan aburridos, que únicamente la perspectiva de una posible ganancia inducía a algunos codiciosos a sentarse a una mesa de juego.
Jamás se les ocurrió un dicho ingenioso por lo que el primero que osó decir «vamos a dejar zapateros a estos pardillos» pagó con la vida su ingeniosidad y desde entonces pocos se atrevieron a repetir la frase y en cuanto lo hacían empuñaban su espada y atravesaban sin miramiento al osado lenguaraz.
Pero aun cuando lo del «pardillo» fuese perdonado, quedaba por aclarar lo de «dejar zapatero», cosa que a un marqués, por ejemplo, le causaba una profunda desazón; tanto, que en cuanto lo oía decir, corría a las cuadras, montaba en su caballo y acudía lanza en ristre al palenque de los torneos a desafiar al menguado que pretendía relegarlo a la humillante y vil tarea de confeccionador de calzado y muchos pagaron con la vida su imprudencia.
Se trataba de buscar un juego en el que se pudiera llamar bien «pardillo» o «zapatero» al adversario sin que corriera la sangre, y que esos motes y otros parecidos sólo fueran bromas amistosas.
Esta fue la razón por la que don Alonso de Tudela, de Tudela, y don Tomás del Pinarillo, de la Almunia de Doña Godina, decidieran inventar el juego del Mus para llamarse cosas amigablemente y reírse mientras merendaban.
En aquel momento, el objetivo básico del Mus era para los inventores y sus contemporáneos, simplemente el de reírse todos los jugadores los unos con los otros.
Ya en nuestros tiempos, los más humildes y hasta los más aristocráticos no pueden borrar el recuerdo de aquellas tabernas que fueron en su momento la cuna del Mus.
El hecho de que se jugara casi exclusivamente en ellas, no significa que fuera un juego de borrachos, como dice una célebre canción («los borrachos en el cementerio juegan al Mus»).
Es frecuente que los jugadores pasen de la bebida debido a que ni la propia dinámica del juego lo permite ni el resto de los jugadores sobrios lo pueden aguantar, sobre todo el compañero, o sea, es la forma más segura de perder una partida.
Sin querer afirmar que el verdadero origen del Mus haya que buscarlo en las tabernas, sí podemos afirmar que tuvo en ellas su principal refugio.
Fuente: http://www.mustembleque.es/index.php?option=com_content&view=article&id=12&Itemid=146
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