Proyecto H.M. Habbakuk: el portaaviones de hielo

Proyecto Habbakuk nació debido a la imperiosa necesidad de los aliados de encontrar un arma de guerra capaz de hacer frente a la avanzada tecnología de la que disponía Hitler y la creciente amenaza de los japoneses. Winston Churchill estaba abierto a todo tipo de propuestas, pero se enamoró de una de ellas, quizá la más descabellada, pero también la más ambiciosa: la creación de un inmenso buque de maquinaria moderna.
El padre de tan brillante idea no era otro que Geoffrey Pyke, un hombre de mente lúcida y apariencia desaliñada que ya se había significado durante la I Guerra Mundial cuando protagonizó una de las fugas más célebres de la cárcel de Ruhleben (Alemania) y siempre había destacado como pedagogo, comerciante, espía y, por supuesto, como inventor.
Sus creaciones no eran nada convencionales y probablemente fue uno de los primeros precursores del radar con su sistema de micrófonos elevados por globos para localizar por triangulación aviones enemigos.
Trabajó también durante la Guerra Civil española ideando artefactos para mejorar las condiciones de los combatientes y cuando la propuesta de Pyke llegó a oídos de Churchill este era consciente de que, a pesar de que las iniciativas del inventor podían parecer descabelladas en un principio, su fin último podría ser un auténtico triunfo.
Sin embargo, el primer ministro del Reino Unido ya conocía a Pyke por otra de sus creaciones, que finalmente acabó vendiéndose a EE.UU. pues se trataba del Proyecto Plough, que consistía en un pequeño transporte para desplazarse por la nieve que los estadounidenses convirtieron en el famoso M29, más conocido como La comadreja.
Por lo tanto, escuchar de los labios del inventor que era posible construir un buque de guerra con hielo se le antojaba una idea sensacional y, sobre todo, barata.
Pyke obtuvo carta blanca para iniciar su investigación y realizó las primeras pruebas en el almacén de carne de un mercado londinense, el Smithfield Meat Market, donde existía un enorme frigorífico con el que podía experimentar contratando a dos eminencias científicas.
Una de ellas era Max Ferdinand Perutz, un biólogo molecular que obtuvo el Premio Nobel de Química en 1962 y el primer objetivo de los investigadores era mejorar las propiedades del hielo para convertirlo en un material muy resistente y fácil de reparar, algo indispensable para soportar los impactos del fuego enemigo.

El lago Patricia dode se comenzó a construir el prototipo
Para este trabajo se cree que también se contó con la colaboración del que sería el padre de los polímeros, Herman F. Mark y cuando se centraron en el estudio de las propiedades del hielo se les ocurrió que una buena forma de mejorarlas podría ser mezclarlo con pulpa de madera.
La idea no pudo resultar más innovadora y al poco tiempo obtuvieron un material extremadamente sencillo y resistente que bautizaron como “pykrete”, una mezcla de letras que hacían referencia a Geoffrey Pyke y a concrete, la traducción inglesa de “hormigón”.
Salvado el problema de la resistencia, el único bache que debía sortear el nuevo material era el relacionado con su flotabilidad porque, aunque el pykrete podía flotar, Perutz advirtió que las corrientes lentas de hielo producen un fenómeno conocido como “flujo plástico” que puede provocar el hundimiento lento de un barco hecho a base de este compuesto si su temperatura no se mantiene a -16ºC.
Para evitarlo había que aislar la superficie del barco, que, además, debía contener un equipo de refrigeración y un complicado sistema de conductos. A pesar de todo, Pike se mostró muy optimista, pues estaba convencido de que estos problemas se solucionarían en el proceso de construcción.
Con estas alentadoras noticias y tras pocas semanas de investigación Geoffrey Pyke se apresuró a presentar el nuevo material a los altos cargos del Ejército aliado.

Boceto del Habbakuk
Sobre cómo se dio a conocer el pykrete existen en la historia muchas versiones pues una afirma que fue entregado a Lord Louis Mountbatten, jefe de Operaciones Combinadas del Reino Unido, y que este, presuroso y entusiasmado, corrió a la residencia de Churchill para enseñárselo. Al parecer, encontró al jefe del Gobierno británico tomando un baño de agua caliente y arrojó a su bañera el cubo de pykrete para demostrar que, además de ser duro y flotar, el nuevo material no se derretía.
Otra versión explica que el pykrete fue presentado durante una reunión en la que Mountbatten quiso ensalzar su gran poder de resistencia y disparó sobre él. Pero la bala rebotó y terminó perforando el pantalón del almirante Ernest King.
En definitiva, el pykrete sorprendieron a los jefes de Estado, almirantes o primeros ministros de las fuerzas aliadas, que aprobaron un presupuesto considerable para construir un prototipo de reducidas dimensiones que probara la viabilidad del proyecto.

Obreros trabajando en la construcción del prototipo en Canadá
El prototipo comenzó a construirse en el lago Patricia, situado en un lugar de difícil acceso del parque nacional de Japer (Canadá), un enclave lo suficientemente aislado como para ocultar un prototipo de 18 m por 9 m y de un peso aproximado de 1.000 toneladas que se mantendría refrigerado gracias a un motor de un caballo de fuerza. Los bloques de hielo eran trasladados desde el lago Louise (Alberta, Canadá).
Los trabajadores construyeron una gigantesca base que descansaba sobre la superficie del lago. Sobre ella erigieron el armazón del prototipo, que después se cubriría de bloques de pykrete.
Si el prototipo funcionaba, se esperaba que los canadienses acabaran de construir el buque en 1944, para lo cual necesitarían 300.000 toneladas de pulpa de madera, 25.000 toneladas de tableros de fibra aislante, 35.000 toneladas de madera y 10.000 toneladas de acero.
Los canadienses, que no sabían lo que estaban construyendo, bautizaron el proyecto como El arca de Noe.
Sin embargo, el principal escollo del proyecto seguía siendo el “flujo plástico”, un inconveniente que no se había solventado y que amenazaba con elevar significativamente el coste del prototipo.
A pesar de esto, Pyke no se mostró preocupado; por el contrario, tras ver el prototipo acabado y comprobar la fiabilidad del proyecto se sintió ciertamente eufórico que no le iba a durar demasiado
Las complicaciones obligaron a los canadienses a retrasar la entrega del prototipo y a solicitar más acero para terminarlo, lo cual incrementaba, una vez más, los costes.
La situación llevó al Reino Unido y a Canadá a solicitar fondos a Estados Unidos, algo que este país aceptó con una única condición: expulsar del proyecto a Geoffrey Pyke.
De esta manera tan radical el ideólogo del Proyecto Habbakuk se vio desvinculado de él y este suceso fue según afirman algunos, la gota que colmó el vaso de la cordura de Pyke, quien se suicidó poco tiempo después.
Con Pyke fuera del proyecto, pero con Perutz en él, los jefes de Estado Mayor se reunieron en agosto de 1943 para discutir las posibilidades del futuro e innovador barco. Con la incorporación de Estados Unidos el plan inicial se vio modificado y se volvió más ambicioso.
Se pretendía que el barco tuviera una autonomía de 11.000 km y que fuera capaz de soportar las embestidas de las mayores olas conocidas. El Almirantazgo solicitó que también fuera a prueba de torpedos, para lo que el casco necesitaría tener, como mínimo, 12 m de espesor.
Por si todo esto fuera poco, la capacidad de transporte del Habbakuk tendría que ser digna de una fortaleza flotante pues debía poder llevar una flota aérea completa de bombarderos que pudieran despegar y aterrizar en él, lo que requería una pista de aterrizaje de más 600 m de longitud. Esta nueva etapa del proyecto se conoció como “Habbakuk II”.
Todo estaba en marcha para proseguir con el HMS Habbakuk hasta que a finales de 1943 el Almirantazgo Británico canceló el proyecto debido a que la situación de la contienda había mejorado para los Aliados, a que los bombarderos con base en tierra disponían de más radio de acción y a que la producción de pequeños portaaviones de escolta suplieron las pérdidas.
No obstante y a pesar de la suspensión del “portaaviones de hielo”, su fabricación hubiese sido totalmente posible en términos ingenieros y sin duda su entrada en acción hubiese supuesto toda una originalidad a nivel bélico.
Todo ello, unido a la aparición de una iniciativa mucho más importante para el Ejército estadounidense, el Proyecto Manhattan, contribuyó a que el portaaviones de hielo se fuera “diluyendo” en el olvido.
Hoy el esqueleto del Habbakuk permanece hundido en el fondo del lago Patricia (Canadá) pues en la década de los noventa del pasado siglo un grupo de buceadores encontró sus restos y en el borde del lago hay una placa conmemorativa que recuerda el lugar donde se gestó uno de los proyectos más extravagantes de la II Guerra Mundial.
Fuente: https://www.elpensante.com/proyecto-h-m-habbakuk-el-portaaviones-de-hielo/