La hecatombe de la flota inglesa frente a Cádiz (1625)

La guerra anglo-española de 1625–1630 se libró entre el Reino de Inglaterra alentada por Carlos I de Inglaterra y su valido el duque de Buckingham con el apoyo de las Provincias Unidas de los Países Bajos contra España.
En 1625 se organizó una gran flota anglo-holandesa con el objetivo de llevar a cabo un ataque sobre la ciudad de Cádiz con el objetivo de capturar a la flota de Indias proveniente de América.
Entre los días 1 y 7 de noviembre de 1625, la flota al mando de Sir Edward Cecil atacó la ciudad de Cádiz con 17.000 hombres ( 5000 marinos y 12000 soldados) y 112 navios.
La escasa preparación de las fuerzas inglesas, la mala organización de la expedición y la sucesión de errores estratégicos de sus mandos supusieron el fracaso total de la misión.
El gobernador de la ciudad, Fernando Girón, y el duque de Medina Sidonia consiguieron rechazar el ataque, que se saldó con el fallecimiento de 7000 atacantes y la pérdida de 62 naves anglo-holandesas
La guerra entre España e Inglaterra continuaría oficialmente hasta 1630, y terminaría con la victoria española y con ello con la firma del Tratado de Madrid.
En el intento de Inglaterra para saquear Cádiz se designó para ello al duque de Buckingham que eligió a: Sir Edward Cecil, como almirante de la flota y a Robert Devereux, III conde de Essex era vicealmirante.
El 15 de octubre de 1625 zarparon del puerto inglés de Plymouth 88 naves, con 5.400 tripulantes, 10.000 soldados y 100 caballos, que se dividieron en tres escuadrones.
A éstas se unirían 24 barcos holandeses (marinos expertos) bajo el mando de Guillermo de Nassau y las tropas españolas tan sólo contaban con unos 8 galeones anclados en la bahía y 4.000 hombres en la ciudad de Cádiz.
Las rápidamente reorganizadas fuerzas locales-dirigidas por don Fernando Girón, consiguieron repeler el ataque inglés, cuya mala ejecución supuso la pérdida de la mitad de los hombres y barcos.
Ante el fracaso del asalto a Cádiz, Cecil ordenó de nuevo a sus hombres que reembarcarse para intentar de nuevo capturar la flota de India puesto que iba bien cargada de plata pues detuvo su fuerza naval en la costa sur de la ciudad de Portugal.
Sin embargo, el cada vez más peligroso estado de la mar hizo a Cecil dar la orden de regresar a Inglaterra el 26 de noviembre lo que permitió que tres días después los galeones de Tierra Firme y Nueva España llegaban sanos y salvos al puerto de Cádiz.
Este desastre naval inglés y holandés vino acompañado de otro que tuvo lugar en la noche del 23 de octubre de 1625 cuando una terrible tempestad cogió por sorpresa a los buques que realizaban el intento de bloqueo de los puertos flamencos, hundiendo 30 naves de ambas nacionalidades, y ello fue aprovechado por los barcos de Flandes para lleva a cabo un ataque contra los buques mercantes enemigos, principalmente holandeses.
Por la parte española, el rechazo del ataque inglés vino a sumarse a otras operaciones militares igualmente exitosas ocurridas en la misma época: la reconquista de Salvador de Bahía en la costa brasileña, la rendición de Breda en los Países Bajos, el socorro de Génova y la recuperación de San Juan de Puerto Rico, victorias que contribuyeron a restituir la reputación de España en el mundo.
En recompensa por la defensa de la ciudad, Felipe IV ofreció a Fernando Girón la gobernación del Milanesado, cargo que éste rechazó para retirarse a su pueblo natal.
A su regreso a Inglaterra, el vicealmirante Robert Devereux, Sir Edward Conway secretario de Estado, Henry Power (Lord Valentia), general de artillería, Sir Michael Geere y otros oficiales participantes en la expedición acusaron a Edward Cecil de negligencia y mala administración.
Los miembros de la Cámara de los Comunes del Reino Unido, convocados en 1626 para aprobar nuevas ayudas financieras a las campañas militares de Carlos I, rehusaron discutir la provisión de nuevos fondos hasta haber depurado las responsabilidades por el fracaso de Cádiz.
Intentaron imputar al duque de Buckinham como principal organizador de la expedición, acusándole de alta traición y tras ello el rey Carlos I ordenó la disolución del parlamento para proteger a su favorito, y las investigaciones para hallar a los responsables nunca se llevaron a cabo.
Carlos I de Inglaterra y el duque de Buckingham abandonaron la idea de atacar España para centrarse en la guerra con la Francia del cardenal Richelieu.
Los gastos provocados por la expedición afectaron a la economía inglesa para proseguir sus campañas militares, o sea, Carlos I se vería obligado a pedir créditos ofreciendo las joyas de la corona británica como fianza.
Fuente: https://www.eldistrito.es/cultura/rincon-de-la-historia/n-1625-hecatombe-flota-inglesa-frente-cadiz/