Los fantasmas del Colegio de disminuidos psíquicos San Ramón
Fue construido en el año 1967, bajo la propiedad de un teniente militar adinerado de la zona y disponía de servicios de diagnóstico, rehabilitación, educación preescolar y formación profesional. El recinto se había construido sobre una propiedad de cien mil metros cuadrados donados por don Julio de la Vega. El centro lo tenía todo: las técnicas más avanzadas en educación y asistencia, profesionales cualificados, infraestructuras modernas, funcionales y de vanguardia con talleres, teatro-auditorio, gimnasios, piscina, jardines, casa del conserje… Tras unos años de actividad, sus instalaciones dejaron de ser viables en la década de los 90, a causa de la nueva ley que dictaba el derecho de integración en la enseñanza para el alumnado.
A partir de entonces, aquel edificio ha sido frecuentado por gente de toda clase y de todo tipo, y con el paso del tiempo ha sido objetivo de habladurías, rumores y especulaciones que tiñen de negro un pasado no muy lejano.
Se habla de inocentes amedentrados bajo la severidad de sus cuidadores, hechos que, no dejan impasibles a cualquiera. También historias de presuntos fenómenos: extraños sucesos que se manifestaban sin razón aparente, ruidos procedentes de la nada, voces sin dueño que rompen el silencio…
¿Fantasmas?… Hubo un accidente ocurrido en los alrededores del colegio; una de las alumnas se escapó del recinto en busca de sus padres. Inmersa en su búsqueda, bajó rápidamente por un camino de tierra, que conduce hasta la carretera de Agost, donde fue atropellada accidentalmente por un coche que circulaba por aquella zona y desde entonces se producen fenómenos paranormales en la zona.
Ha habido gran cantidad de investigaciones que se han trasladado hasta allí captando varias psicofonías lo que hace que se trate de un lugar que pone los pelos de punta ya que en una ocasión unos jóvenes acudieron al lugar a jugar al Air Soft, o sea, un juego de simulación militar.
Dos equipos, armamento, munición, chalecos y gafas protectoras. Todo estaba listo aquella noche. Los jugadores se dispersaron y dio comienzo la partida, como en otras ocasiones. Pero uno de los más jóvenes, “Capi”, se encontró con alguien que no era de su equipo… ni del equipo contrario. Una mano le agarró repentinamente del hombro. El joven sufrió un ataque de pánico que le obligó a detener el juego y a abandonar la partida. Sus compañeros le vieron palidecer mientras el muchacho intentaba recuperarse del inexplicable encuentro, tal y como posteriormente lo confirmaron sus compañeros de juego, y el propio jefe del equipo “Spartans”, José Candela.
Algo sigue queriendo jugar, alguien parece seguir teniendo curiosidad cuando llegan gentes de fuera… ¿Pero quiénes son “los otros”, que diría Amenábar? Durante una jornada de investigación en la que se encontraban investigadores alicantinos en materia de fenómenos paranormales como David Mulé y Eugenia Hernández, entre otros, dos de las chicas que se encontraban presentes abandonaron la investigación debido al acoso de voces y susurros infantiles que parecían proceder del propio ambiente. Anaís Berná y María Sánchez oyeron risas de niños seguidas por una frase inocente y siniestra a partes iguales: “¿Quieres jugar?”. Alteradas, las jóvenes marcharon de allí, ante la sorpresa de los miembros del equipo, que aquel día se había dividido en tres grupos, para así abarcar más espacio en el descomunal recinto.
Fuente: http://www.revistaañocero.com/