El cuarto vidente de Fátima

El pueblo portugués recién tomó conocimiento de las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima el día 23 de julio de 1917 el diario “O Século” (El Siglo) de Lisboa publicó un artículo al respecto.
Por medio de ese artículo, el padre Manuel Nunes Formigão se enteró de aquellos hechos y la noticia creó en él una irresistible curiosidad ya que para él, Fátima bien podría tratarse de una mera superstición.
Fue uno de los sacerdotes con mayor dificultad en aceptar tales acontecimientos pues a pesar de que tenía muchos deseos de ir a Fátima, confesó que sentía cierta “repugnancia” porque temía darle excesiva importancia a una situación que no debía pasar de una superstición.

El Diario O Século haciéndose eco de la noticia
Llegó a Fátima, por primera vez, el 13 de setiembre de 1917 donde confirmó su idea de que no pasaba de una “falsa” noticia, y escribe: “Obligado por el amor a la verdad, no quiero concluir sin decir que mis impresiones de lo que ocurrió aquel día en Fátima no fueron animadoras”.
Así, durante algún tiempo mantuvo una prudente expectativa, esbozando inalterablemente una sonrisa de absoluta incredulidad en cuanto a aquellos acontecimientos.
Nada mejor que un escéptico para constatar la autenticidad de algún hecho pues el día 27 del mismo mes, fue designado por el Patriarca interino de Lisboa, el arzobispo Mons. Juan Evangelista Lima Vidal, para ir a la Cova da Iria y anotar todo lo que allí ocurriera, sin carácter oficial.
Vuelve entonces a Fátima, pero regresa más escéptico que nunca, a pesar de haberse conmovido al contemplar la fe ardiente y la piedad sincera de los peregrinos durante el viaje.
El padre Formigão alimentaba el anhelo de escribir la Historia Crítica de Fátima, pero nunca llegó a hacerlo. Sin embargo, redactó varios artículos críticos para los periódicos, usando el seudónimo de Visconde de Montelo.

Manuel Nunes Formigão.
En los días siguientes visitó a los videntes y comenzó los interrogatorios a los pastorcitos donde su escepticismo desapareció por la coherencia, en lo esencial, de las declaraciones de los niños.
Sin embargo, fue el asombroso fenómeno ocurrido el 13 de octubre, señalado por muchos como el más extraordinario milagro del sol, que constituyó el sello divino que certificó la veracidad de las apariciones.
El padre Formigão estuvo allí que tras contemplarlo creyó en él, convirtiéndose a partir de entonces en el mayor paladín de Fátima y de su mensaje.
Más tarde escribió en el periódico “A Guarda”: “Pero recién el día 13 de octubre, cuando presencié el fenómeno solar, fue que reconocí la importancia de los sucesos maravillosos de Fátima y resolví proceder por iniciativa propia y por un mero placer intelectual a una investigación tan profunda y minuciosa cuanto comportaba el cumplimiento de mis deberes profesionales” .
En los interrogatorios a los pastorcitos, los días 11, 13 y 19 de octubre y los días 2 y 3 de noviembre de 1917 describe a los niños como “serranos y analfabetos”, muy dóciles y simpáticos.
Francisco era un niño de nueve años de edad, bastante frágil, incapaz de mentir. Jacinta era una niña de siete años de edad, respondía con tanta claridad y espontaneidad a las preguntas, y preguntas difíciles, que marcó profundamente al padre Formigão hasta el fin de sus días. Lucía era una niña muy lúcida para su edad.
En el Estudio apologético sobre los videntes, el padre Formigão escribe. “No se puede dudar de la sinceridad de los niños. ¿Cómo podían representar una comedia tres niños simples e ignorantes, una de diez años de edad, otro de nueve y la otra de siete? ¿Cómo podían mantener sus afirmaciones, a pesar de las amenazas que les hacían, de las persecuciones de las que fueron objeto y de la prisión que sufrieron?”.
Y continúa: “No pretendieron aprovecharse de sus visiones, ni siquiera para satisfacer su vanidad. Ellos no hablaban de ese asunto sino cuando eran interrogados. Hasta es un hecho constatado por muchas personas que ellos huían y se escondían no raras veces, cuando eran buscados para ser sometidos a interrogatorios. […]
“Innumerables personas, de todas las clases y condiciones sociales, interrogaron a los niños. Ninguno, después de oírlos, quedó con la más leve duda acerca de su sinceridad. La indiferencia con que hablaban, el encanto natural de su narrativa, la simplicidad con que respondían y la ingenuidad de sus reflexiones no podían dejar de impresionar y conmover al espíritu más lleno de prevenciones” .
La pandemia de gripe de 1918 llegó a Portugal y alcanzó la provincia central de Ribatejo con grande expansión donde Francisco y Jacinta fueron contagiados sin piedad.
Jacinta enferma en octubre de 1918 y Francisco poco tiempo después, muriendo santamente el 4 de abril de 1919.
El padre Formigão acompañó de cerca la enfermedad que inmoló a Jacinta. Amó paternalmente a la vidente, e hizo todo lo que estuvo a su alcance para mejorar las condiciones de vida de su protegida.
El día 13 de octubre de 1919 encontró a la pastorcita gravemente enferma en casa, después de haber pasado, sin mayores resultados, por el hospital de Vila Nova de Ourém, bajo los cuidados del Dr. Preto.
Con la autorización de los padres de la vidente y con la ayuda de tres amigos: el Dr. Eurico Lisboa (médico oftalmólogo), el barón de Alvaiázere, Dr. Luis Antonio Viera de Magalhães y Vasconcelos, y la madre María de la Purificación Godinho, recibieron a Jacinta en la capital portuguesa a mediados de enero de 1920.
Internada en el Hospital Doña Estefanía de Lisboa, cama 30, recibió todos los tratamientos posibles pero la enfermedad progresó violentamente sin responder a ninguna medicación.
En febrero, la enfermedad acelera y Jacinta pide la presencia del padre Manuel Nunes Formigão y la madre Godinho intenta comunicarse con el sacerdote, pero no lo consigue.
La pastorcita, sabiendo que su partida de este mundo para estar al lado de la Santísima Virgen estaba próxima, pide a la religiosa que transmita al padre Formigão, lo antes posible, el siguiente mensaje:
“Nuestro Señor está profundamente indignado con los pecados y crímenes que se cometen en Portugal. Por eso, un terrible cataclismo de orden social amenaza a nuestro país y principalmente a la ciudad de Lisboa. Se desencadenará una guerra civil de carácter anarquista y comunista, acompañada de saqueos, asesinatos, incendios y devastaciones de toda especie. La capital se convertirá en una verdadera imagen del infierno, es necesario que haya alguien que haga reparación”.

Interior de la Basílica de Fátima
Después de su muerte el padre Formigão y su amigo médico, el Dr. Eurico Lisboa, realizan todas las diligencias para llevar los restos de Jacinta a Fátima.
El cuerpo fue transportado al cementerio de Vila Nova de Ourém, donde quedó confinado en el mausoleo del benemérito barón de Alvaiázere, el Dr. Luis y Vasconcelos, amigo personal del padre Formigão.
Actualmente su cuerpo está en la Basílica vieja, en Fátima y El padre Formigão, retenido en Santarém por motivos de fuerza mayor, no pudo prestar físicamente el último homenaje a su “querida” Jacinta y quedó muy triste por ello.
Al tomar conocimiento del mensaje, que no lo oyó de boca de Jacinta, sino de la madre Godinho, escribió más tarde:
“Por inspiración de Dios, surgida después de largas horas de intimidad con Él junto al sagrario, llegué a la conclusión de que la reparación debía ser vivida por todos sus hijos, religiosas, sacerdotes y laicos, porque todos eran invitados a participar en el bien que podían y debían hacer al prójimo…”.
Fuente: https://www.fatima.org.pe/articulo-1034-el-cuarto-vidente-de-fatima