LA MALDICIÓN DEL LICEU
En 1837 se funda, en las inmediaciones del Portal del Ángel, el llamado Liceo Filodramàtic de Montesió. Y diez años después este Liceo Filodramàtic instala en la Rambla, en el solar que conocemos actualmente.
En este solar, hasta 1835, había existido el convento de los Trinitarios Descalzos. El convento fue quemado y destruido durante una revuelta popular en 1835 en la que murieron algunos religiosos.
Diez años después a las ruinas del convento se levanta el nuevo teatro, que en los primeros años no sólo programaba ópera, sino también otros tipos de espectáculo, como música en directo, danza, pero también recibía a funambulistas, espectáculos de magia y hay quien dice que fiestas desenfrenadas donde no todo eran buenas artes.Había la fiesta de máscaras de carnaval, e incluso algunos cuentan que durante una de estas fiestas se había aparecido el fantasma de uno de los frailes que habían habitado el convento quemado años atrás, tapado con una capa y gritando contra el sacrilegio que significaba celebrar aquellas fiestas en suelo religioso.
El 9 de abril de 1861 un potente incendio destruye totalmente el teatro. Hasta aquí nada anormal, un simple incendio. Pero lo que cuentan las crónicas de la época es que entre los escombros alguien encontró una pintada en uno de los muros, una pintada que había sobrevivido al incendio. Se podía leer: «Soy un búho y voy solo, si el vuelva a levantar, lo volveré a quemar». La gente no lo podía creer, y evidentemente ya había quien pensaba que eran los espíritus de los frailes muertos en 1835 quienes habían destruido el teatro para ser un lugar de vicio y perdición.
Se salvan las paredes maestras y el teatro se quiere reconstruir, poniendo, eso sí, depósitos de agua en el techo por si las llamas vuelven a aparecer. Durante las obras, sin embargo, pasa la segunda de las desgracias. Seis meses después del incendio se desata una terrible tormenta en Barcelona pues el agua cae con tanta fuerza que los peones y albañiles que trabajan en la reconstrucción deben dejar su trabajo, o sea, la tormenta es recordada como una de las más violentas caídas nunca en Barcelona y la Rambla, antigua riera, se empieza a inundar.
Las aguas que bajan de Collserola empiezan a hacerlo con fuerza torrencial pues El Liceo, aunque no reconstruido del todo desde el incendio, se empieza a inundar. Empieza a correr con fuerza por la ciudad el rumor de que una maldición ha caído sobre el teatro por haberlo levantado sobre la tierra sagrada del convento quemado de los Trinitarios. Se llega a hablar de una imagen enterrada bajo el patio de butacas, justo donde antes estaba el cementerio de los frailes trinitarios.
Los propietarios del Liceo no creen en maleficios y terminan las obras. El teatro se convierte en el principal teatro lírico de España e incluso de Europa. Ya no se hacen fiestas de carnaval, ni espectáculos de magia sólo ópera, ópera por los ricos. Los años pasan y parece que la maldición de los Trinitarios ya ha quedado olvidada.
Sin embargo, la noche del 7 de noviembre de 1893 mientras se interpretaba la ópera Guillermo Tell, de Rossini, caen dos objetos en la platea, uno de ellos sobre el regazo de una espectadora. La gente se mira asombrada y uno de los objetos explota. Eran dos bombas que un anarquista había tirado, desde el anfiteatro, contra la platea llena de gente. La primera de las detonaciones destroza toda la platea y provoca numerosos muertos y heridos en una escena escalofriante. La gente sale corriendo a la calle y la Rambla se llena de heridos y mutilados. La gente empieza a recordar la maldición, y una vez más, la muerte y la destrucción rodean al gran teatro. Veinte muertos y más de cincuenta heridos.
Llegamos al siglo XX: Estamos en el año 1945, años de posguerra. El Liceo es todavía un símbolo de la dañada burguesía catalana, y aún, en su interior, se pueden admirar las fantásticas pinturas y lámparas de cristal. De pronto se escucha una especie de lamento. En el teatro sólo está el personal de mantenimiento, porque no era todavía hora de hacer la representación. Y se hunde el techo de toda la sala de Descanso, derrumbándose y llevándose todas las obras de arte que había, destrozando la foto.
El 31 de enero de 1994 unos operarios están realizando trabajos de mantenimiento en el escenario. El moderno Liceo tiene todas las medidas antiincendios instaladas. Pero de forma inexplicable una chispa llega al telón, que comienza a arder. La maldición del Liceo vuelve a actuar y el teatro se quema por completo delante de las cámaras de televisión que transmiten en directo la desgracia. Muchos recordamos las imágenes de la inmensa humareda alzándose sobre la ciudad de Barcelona. Durante semanas hay rumores sobre la posible intencionalidad del incendio, ya que nadie entiende como los bomberos no han sido capaces de contener las llamas y han fallado todas las medidas de seguridad.
Tal vez fue el búho, el que escribió en un muro, dicen algunos, en un papelito, dicen otros, después del incendio de 1861: «Soy un búho y voy solo, si el vuelva a levantar, yo lo volveré a quemar «.
Y para acabar, una historia que se queda en leyenda. Dicen algunos que los Trinitarios habían construido un pasadizo secreto que salía del convento e iba a parar a la falda de la montaña de Montjuïc. Cuando en 1835 las multitudes fueron a quemar el convento, muchos habrían logrado huir por el túnel secreto. Y si esto fuera cierto, todavía hoy, en los sótanos del Teatro, existirá la entrada a este pasillo. Quién sabe qué habrá allí abajo?
Fuente: http://totselsnomsdebarcelona.blogspot.com/