El hombre que vivió sin el 90% de su cerebro
Hace varios años, un francés de 44 años, se presentó en el hospital quejándose de debilidad en su pierna. Tras ello, los exámenes a los que fue sometido dejó a los médicos helados: el cráneo parecía estar invadido por el líquido cefalorraquídeo, y la parte interior de su cerebro parecía estar casi completamente erosionado, o sea, sólo quedaba un pequeño perímetro de tejido para hacer “de contorno”.
El caso es conocido, y fue descrito en el año 2007 en un artículo en la prestigiosa revista The Lancet. En estos días, Axel Cleeremans, psicólogo cognitivo de la Universidad Libre de Bruselas, Bélgica, había hablado antes de la Asociación de estudios científicos en la conciencia, en la ciudad de Buenos Aires.
La historia plantea, de hecho, no pocas preguntas sobre el concepto de la conciencia, entendida como presencia de sí mismo y la conciencia de su existencia.
Empleado del gobierno, casado, padre de dos hijos, tenía un CI por debajo de la media (75) pero nada que haría pensar en una discapacidad mental: el hombre había llegado al hospital hasta ese momento llevaba una vida normal.
Para los médicos, su situación se había desarrollado en el curso de 30 años, una acumulación de líquido cefalorraquídeo (el líquido que se encuentra en el sistema nervioso central en los ventrículos cerebrales), una condición conocida como hidrocefalia. Pero parece ser que su origen radica en que el hombre fue tratado de niño con un stent, durante la adolescencia, se había quitado, dejando que el líquido libre a erosionar los tejidos del cerebro.
El lóbulo frontal, parietal, temporal y occipital del cerebro presiden las principales funciones cognitivas y de percepción, sin embargo, en el paciente se redujeron al mínimo, una señal de que el cerebro, a lo largo de los años, se había adaptado gradualmente a funcionar incluso en esta condición.
Para Cleeremans, la plasticidad del cerebro es la clave para entender cómo es la conciencia. Según su hipótesis, el conocimiento de sí mismo (un conocimiento detallado del mismo) se obtiene mediante la experiencia que se enriquece con el aprendizaje y la interacción con uno mismo y el mundo exterior. Esta conciencia reformula y ajusta el tiempo, ensayo y error, y el cerebro aprende de vez en cuando para volver a describir sus actividades.
Si el hombre francés, incluso con las pocas neuronas que le quedaban todavía fue capaz de desarrollar una teoría del yo: el paciente entonces tenía una conciencia, a pesar de que quedo con sólo el 10% del tejido cerebral.
Fuente: http://oculto.eu/