Leyendas de Toledo

Las leyendas que existen en la ciudad de Toledo son varias y que entre las que podemos destacar:
La dama de los ojos sin brillo
La infanta Catalina de Austria recibió una gran fiesta en Toledo y sobre la media noche, cuando aún resonaban las campanadas en el reloj del monasterio de Santo Domingo el Real, un noble que asistía a la fiesta, vio como una dama se acercaba.
El noble ante la gran belleza de la muchacha le pidió que fuese su acompañante durante la fiesta y extrañamente, sin mediar palabra, aceptó su invitación.
Cuando acabo el baile, el noble acompañó a la dama a su casa por su seguridad, que se situaría en la calle de Aljibes, y le prestó su capa roja porque hacía frío.
Al día siguiente, el caballero fue a la casa donde la joven dijo que vivía para recuperar su capa y quedó sorprendido cuando le explicaron que aquella dama había muerto hacía dos meses.
A los dos días un hombre llevó al noble su capa roja que misteriosamente la encontró en el camposanto, encima de la tumba de la condesita de Orsino, «la misteriosa dama de los ojos sin brillo».
La voz el silencio
La leyenda cuenta que Bécquer, andando por las calles de Toledo oyó la voz de una mujer, pero no sabía de donde provenía, ya que se encontraba solo en aquel lugar.
Llegó a su posada pues una vez allí comenzó a dibujar y pintó la silueta de una mujer donde curiosamente dos días más tarde volvió a pasar por la misma calle y volvió a escuchar lo mismo.
Sin embargo, esta vez decidió seguir la voz y ésta le condujo hacia una ventana de una vieja casa que se encontraría en el entorno de Santo Domingo el Real.
Al día siguiente, preguntó qué había pasado en esa casa a un judío amigo suyo, quien le contó que hace bastantes años vivía una mujer allí, pero que en esos momentos la vivienda estaba deshabitada.
Este amigo le contó que en la casa vivía una mujer casada a la que su marido abandonó y desde entonces su blanco fantasma vaga por la casa haciendo que se escuche su dulce voz.
La ajorca de oro
Cuenta la leyenda que Pedro Alfonso de Orellana amaba a María Antunez pues un día la sorprende llorando al enterarse de que la mujer ansía hacer suya la joya de oro que lleva en uno de sus brazos la imagen de la Virgen del Sagrario, patrona de la ciudad de Toledo.
Esa misma noche el enamorado entra en la catedral de Toledo quitándole la ajorca a la Virgen; pero no puede llevarla consigo porque ha visto seres sobrenaturales, cadáveres resucitados y horrorosas alimañas.
Como consecuencia de estas visiones, enloquece, cae desvanecido y la mañana siguiente, es encontrado delirando en la iglesia, mientras retiene la ajorca en sus manos.
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