La dama blanca de la Casa del Castril
Esta es la leyenda de la dama blanca de la Casa de Castril, aquella que aún habita el lugar otorgado por los Reyes Católicos a su fiel secretario. El lugar estaba ocupado por un palacio árabe, pero se ordenó derribarlo para construir la magnífica mansión de sus nuevos señores: Hernando de Zafra y su esposa Leonor de Torres.
En 1879 se convirtió en el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada, y a pesar de que ha sido lugar de visita obligada durante muchos años de turistas y vecinos, permanece cerrado desde hace algunos por lo que en principio la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía dijo que eran “obras de restauración del museo”. Desde luego se están tomando su tiempo.
El caso es que en él se sucedieron diversos acontecimientos “sobrenaturales” que han hecho que este lugar sea conocido por muchos como una de las varias casas encantadas que se encuentran en Granada. Uno de estos hechos de los que mucha gente aún habla se produjo durante el verano de 1998:“en la Casa de Castril aparece una mujer bella, joven y alta, de pelo negro y rizado, cuya contemplación produce mucha paz”.
El balcón esquinado que aparece cegado con el lema ‘Esperándola del cielo’
Cuentan que la culpable de esa “paz” y de algún que otro susto, es una misteriosa joven que vaga llorando por las habitaciones, mientras aparece y desaparece entre lamentos. La efigie que según algunos testigos contemplaron está íntimamente relacionada con un detalle muy llamativo del edificio: Un balcón esquinado en la segunda planta que aparece cegado. Encima de él, el lema ‘Esperándola del cielo’, dicen que una posible alusión de Hernando de Zafra a su confianza en la vida eterna.
Sin embargo, la leyenda apunta a una curiosa historia protagonizada por el nieto del secretario de los Reyes Católicos, que fue bautizado con el mismo nombre de su destacado e ilustre abuelo. Esa leyenda señala que Hernando de Zafra era hombre de muy mal humor que se enemistó rápidamente con todos los granadinos por su trato despectivo y su desprecio a los demás. Viudo, Hernando de Zafra vivía con su hija Elvira, una joven de no más de 17 años que se había enamorado del hijo de una familia enemiga de los Zafra, a pesar de las prohibiciones de su padre y la imposibilidad de salir de aquella habitación.
De este asunto sólo Luisillo, un pequeño paje que servía en el palacio y entregaba las cartas a los enamorados, y el capellán, sabían de tal peliagudo asunto. La leyenda, que dio lugar a numerosos relatos románticos en el siglo XIX, narra que, estando en su habitación Elvira con su amante una noche, llegó Hernando de Zafra de la calle mientras el pajecillo corría escaleras arriba a alertarles. El amante, Alfonso de Quintanilla, logró huir por el balcón cuando en la habitación irrumpió Hernando de Zafra y descubrió a su hija medio desnuda acompañada por el pajecillo. Al verse sorprendida, la chica se desmayó.
Hernando de Zafra se llenó de cólera y, equivocadamente, creyó que quien había llevado a la deshonra a su casa era Luisillo. El iracundo padre llamó a uno de sus criados y le ordenó que ejecutara allí mismo al paje ahorcándolo en ese balcón de la casa. Luisillo suplicó por su vida y dijo que todo aquello era un error, y pidió justicia, justicia divina. “Colgado quedarás, esperándola del cielo”, le decía Hernando de Zafra mientras maldecía al chico. Y allí mismo murío el pobre Luisillo…
Una vez ejecutado el muchacho, el dueño de la casa ordenó tapiar el balcón de su hija para que ésta no volviera a ver la luz del día y, con tremenda ironía, hizo esculpir la inscripción ‘Esperándola del cielo’encima del balcón como aviso a todos los que trataran de pretender a Elvira. Dicen que la muchacha, desesperada por su encierro, ya no puedo aguantar más su cautiverio y decidió suicidarse ingiriendo un potente veneno que acabó con su vida.
Tal leyenda ha servido para numerosos relatos de autores como Alberto Álvarez de Cienfuegos (1885-1957), quien en 1920 llevó al teatro la historia. Otros autores, como el gaditano Manuel Lauriño, la incluyen en su libro Granada de leyenda, publicado por la editorial Almuzara.
La tragedia de la muerte de Elvira no fue la única que se produjo en el seno de la familia Zafra, ya que el día que D. Hernando murió, se desató tal tormenta que el río se llevó el feretro y jamás se pudo encontrar el cuerpo. Cuentan que el hecho no fue fortuito, sino que vino por una maldición que además dio lugar a una famosa famosa frase en Granada que muchos vecinos aún recuerdan y mencionan.
Fuente: https://labitacoradelmiedo.wordpress.com/