El asesinato sin resolver de Vicenta Verdier

Un suceso que produjo una gran alarma social en el Madrid de la época fue el asesinato de Vicenta Verdier, una mujer de algo más de treinta años, que tuvo lugar alrededor de la una y media de la tarde del 13 de junio de 1907, en el un inmueble de la calle Tudescos, donde residía la víctima.
A aquella hora, el vecindario de la calle Tudescos escuchó unos angustiosos gritos de socorro procedentes del tercer piso de la casa situada frente al nº 14 de la citada calle.
Primero fue un zapatero que estaba frente a la casa y más tarde un vecino de un inmueble próximo quienes dieron la voz de alarma y poco después los vecinos comenzaron a arremolinarse en el portal con el fin de tratar de descubrir el origen de aquellos gritos.
Al momento, el teniente de Seguridad Sr. Alastuey, junto al alcalde de barrio Pérez Chozas y algunos guardias, se encaminaron a la puerta que estaba cerrada por lo que avisaron a un cerrajero que tuvo que forzarla.
Una vez dentro, el teniente y sus acompañantes hallaron sobre los baldosines un gran charco de líquido escarlata y tras cruzar un desordenado comedor, accedieron a un gabinete donde había un macetero roto en el suelo y algunos muebles desplazados.

Vicenta Verdier
En aquel lugar había habido lucha ya que en la alcoba encontraron una escena dantesca: una mujer morena, de estatura media y no muy delgada, yacía tendida a los pies de la cama, con la cabeza casi separada del tronco.
La víctima se llamaba Vicenta Verdier de 35 años y provenía de un pueblo de Zaragoza, Épila, que mantuvo durante unos 12 años en Madrid una relación con un hombre, José Sainz Romillo.
La autopsia del forense Sr. Escribano reveló un total de 21 heridas, la mayoría en el cuello y en la palma de la mano derecha, confirmaron el posible forcejeo entre la víctima y el agresor.
Según el forense, tras la primera herida, la mujer corrió por el pasillo en dirección a la ventana dando gritos pero sin llegar hasta ella ya que su vestido y delantal rotos hicieron demasiado fácil que pudiera ser sujetada y quizá tirada al suelo.
Agotada y casi al borde de la muerte, Vicenta Verdier se apoyó en la cama, prácticamente rendida a su agresor que nervioso infligió la herida definitiva al causar el degollamiento casi total de su víctima.
Junto al cuerpo de Vicenta Verdier, el teniente y los guardias encontraron un bulldog, apodado «nena», que protegía fielmente a su ama de cualquiera que osara acercarse.
Una vez registrada la casa, los agentes comprobaron que el autor del crimen no se encontraba en ella, o sea, todas las ventanas de las habitaciones estaban cerradas.
Solo la de una alcoba interior, próxima a la cocina, se encontraba abierta de par en par pues era la que daba al tejado de una casa vecina, situada en la calle de Silva, paralela a Tudescos siendo la vía de escape del asesino.
El primer sospechoso fue la señora Romillo, esposa de un señor que hace más de 10 años había mantenido presuntas relaciones con Verdier y que tuvo la mala idea de caminar, en las horas posteriores al crimen, por la calle de los Tudescos en dirección a Jacometrezo.
El siguiente en la lista fue su marido, en una tragicomedia que acabó con dos policías expulsados por intentar falsificar pruebas y hacer chantajes para acusarle.
En abril de 1911, un hombre llamado Salustiano Fernández Morales, de 32 años, se convirtió en el primer y único hombre en declararse culpable, o sea, no solo se acusaba así mismo, sino que aportó una versión completa del crimen para dar más credibilidad.
En 1913 se detuvo a Luis Miguel Rosales, un cordobés que ni siquiera había pisado la capital de España. En 1927, Antonio Pérez de la Cuesta, que residía en Estados Unidos, donde se hacía llamar Eddy Ponsshon y estaba vinculado al Ku Kux Klan, se declaró culpable. Fue otro paso en balde.
A día de hoy, de lo único que podemos estar seguros es que, más de ciento tres años después, nadie sabe quién fue el responsable de la muerte de Vicenta Verdier.
Fuente: http://madrilanea.com/2015/01/16/el-asesinato-sin-resolver-de-vicenta-verdier/