El hundimiento del barco Sussex

El Sussex partió del puerto de Folkestone a la 1: 25 horas de la tarde, pues se trataba de una navegación normal y no transportaba armas ni material bélico ni tropas y, por otro lado, era una travesía que nunca antes había sido atacada por parte de los sumergibles alemanes, por lo que no llevaba escolta alguna.
Los pasajeros que se encontraban a bordo formaban un curioso grupo, mezcla de civiles franceses e ingleses, familiares que iban a visitar a algún soldado herido… y entre todas las personas que se encontraban en el Sussex también estaban Enrique Granados y su esposa Amparo
Eran las 2: 50 PM cuando el primer turno de comedor había terminado y el segundo estaba en pleno almuerzo y entonces fue pues el momento en el capitán Mouffet, que se encontraba en el puente de mando junto con el segundo oficial y el contramaestre, vio la estela característica de un torpedo que se aproximaba desde unos ciento cincuenta metros.
Rápidamente se dio la orden de parar maquinas y de virar todo a estribor pero el torpedo impactó en torno a los ocho segundos de su avistamiento y entonces el capitán, posteriormente, calculó su velocidad en unos treinta y seis nudos ya que el impacto sobre la amura de babor y la explosión de la carga del torpedo arrancó la proa patiendo el barco.
La atención de Sargent se desvió a otros náufragos que luchaban por achicar los botes y cuando volvió la vista hacía la balsa ya no había nadie sobre ella.
La explosión del torpedo dañó la antena de la radio, que tardó un par de horas en ser reparada, y, cuando se consiguió, los nervios debieron traicionar al radiotelegrafista que confundió las coordenadas al emitir el mensaje de socorro por lo que la primera nave que consiguió acercarse, el destructor francés Marie Therese, lo hizo sobre las 11: 00 PM gracias a que decidió ignorar todas las coordenadas dadas y siguió la intensidad de frecuencia que le llevó a veinte millas de la zona de búsqueda.
La explosión del torpedo había combado hacia dentro parte del casco del desgraciado buque impidiendo que la mar, que estaba en calma, inundase los compartimentos, lo que hubiera sido fatal para el barco ya que se hubiera hundido sin remedio.
Unas cincuenta personas habían muerto a consecuencia de la explosión o bien ahogadas y otras ochenta se encontraban heridas de diversa consideración y los supervivientes fueron trasladados a diferentes buques que los llevaron a Dover o a Boulogne, a donde fue remolcado el Sussex.
El responsable de la tragedia era un submarino alemán, el UB 29 que había sido construido y botado en los astilleros A. G. Weser de Bremen y correspondía a los submarinos de clase UB-II diseñados para ataques costeros.

El submarino alemán UB-29
Fue entregado al Oberstleutnant zur See Herbert Pustkuchen el 18 de enero de ese año que era un oficial muy experimentado en el manejo de la nueva arma submarina ya que había estado al mando del submarino UC-5 desde el 6 de agosto de 1915 hasta el 13 de enero de ese año de 1916.
A pesar de habérsele entregado el submarino el 19 de enero, Pustkuchen no se encontró plenamente operativo hasta casi dos meses después, una vez que hubo efectuado todas las pruebas necesarias de seguridad y navegación y llevado a cabo las modificaciones que se consideraron oportunas.
El 19 de marzo de 1916 Pustkuchen iniciaba la lista de presas con su nuevo submarino que alcanzaría la cifra de treinta y dos, o sea, treinta hundimientos confirmados y dos buques dañados. El Sussex sería la quinta víctima del UB – 29.
Está claro que Pustkuchen, a pesar de todo lo que se dijo y se intentó hacer creer después de los hechos, cometió un trágico error, o sea, ese mismo día, unas pocas horas antes, había torpedeado y hundido al vapor Salybia sin víctimas mortales entre la tripulación y el pasaje. Al contemplar la silueta del Sussex a través del periscopio Pustkuchen lo confundió fatalmente con un buque minador de la marina francesa.
Pronto se fueron acumulando pruebas que demostraban que la culpa de lo sucedido recaía sobre los alemanes, o sea, la declaración de unos marineros prisioneros días después de los sucesos confirmaban que se les había comunicado el torpedeamiento pues de un barco en esa misma posición y los restos del torpedo que se encontraron entre los hierros destrozados del Sussex, algunos de éstos todavía con las marcas de numeración.
El Ministerio de Asuntos Exteriores, por medio de su ministro Gottlieb von Jagow, trató de esquivar la responsabilidad así en los hechos que, poco a poco, se iban yendo de las manos de los miembros de la diplomacia alemana.
La historia de un torpedeamiento a un buque el mismo día, hora y lugar que el Sussex no fue creída por nadie mientras que por otro lado las pruebas materiales eran irrefutables.

El compositor Enrique Granados que iba en el Sussex
Todo este tejemaneje diplomático no podía obviar el hecho de que se había torpedeado un transporte de pasajeros sin tener relación alguna con el transporte de material militar, al contrario de lo que ocurrió con el famoso “Lusitania” que al final se supo que si que transportaba a bordo munición y material militar que compañías norteamericanas vendían al Reino Unido y aprovecharon de esta forma la presencia de material militar en el tranporte de pasajeros por medio de los barcos.
Durante varios días se mantuvo la esperanza de que el matrimonio Granados se hubiera salvado pero continuamente aparecían las noticias contradictorias, o sea, unos pensaban que habían sido trasladados a Inglaterra a bordo de un destructor inglés, otros decían que habían sido llevados a Francia, otros que estaban ahogados, otros que se encontraban bien y en París.
La confirmación de la muerte del matrimonio fue poco a poco confirmándose y el impacto de la noticia tuvo efecto mundial y por ello la diplomacia alemana tuvo que aceptar el hecho y se consiguió que aportaran una indemnización a los hijos del matrimonio de 660.000 pesetas y una nota de pública disculpa.
El hundimiento del Sussex tuvo una consecuencia capital en el desarrollo de la guerra ya que el entonces presidente de EE.UU., Woodrow Wilson, con fecha de 18 de abril de ese mismo año, presentó un ultimátum al gobierno alemán en contra de la política de guerra naval submarina sin restricciones que se había empezado por iniciativa del almirante Tirpitz y que había demostrado una gran efectividad al poner en peligro el aprovisionamiento de Gran Bretaña.
Alarmado por la posibilidad de la entrada en la guerra de Estados Unidos, von Jagow forzó la retirada de esta forma de guerra para furia de von Tirpitz y el posterior desarrollo del conflicto obligó a retomar esta forma de lucha en febrero de 1917.
Fuente: http://www.mundohistoria.org/revista/mh-magazine-2/enrique-granados-fin-la-guerra-submarina-la-i-guerra-mundial