Leyendas del Estado de Aragua

En el Estado de Aragua (Venezuela) según sus habitantes se cuentan diversas leyendas entre las cuales destacan:
La leyenda del encantamiento de la Plaza Ribas
Cuentan que quien transitaba solo por la calle La Candelaria, al pasar por el frente de la Casa Amarilla debido a un encantamiento perdía la noción del tiempo y la orientación y caía en un letargo profundo dando cientos de vueltas alrededor de un laberinto insalvable, horas más tarde terminado el hechizo, se encontraba en el mismo punto de partida cansado, sudoroso y asustado.
Dicen que esto sucedía porque en este lugar ahorcaron a un brujo y que el encantamiento se acabó cuando quitaron de la plaza la baranda hecha de cañones y fusiles de la guerra de la independencia. Aunque los victorianos viejos respetan esta historia porque casi todos la vivieron, cuando la narran lo hacen con cierto temor.
La leyenda del Carretón del Diablo del Cerro Tres Picos
Cuenta la leyenda que una vez finalizado el período colonial se oían ruidos extraños que provenían de las alturas del Cerro Tres Picos ubicado en el sector Mamón Mijao.
Se dice que aproximadamente a partir de las doce de la noche, estos ruidos eran producidos por un gran carretón cargado de arena que era movido por caballos forzudos de color negro y conducido por el Diablo.
El carretón seguía su trayecto hacia los caminos del Mamón-Mijao, La Ceiba, La Trinidad, San Ramón, El Trapiche, La Julia, El Rodeo, Los Tanques, Bello Monte, Ribas-Celis y el camino que conducía hacia la entrada de Zuata y que hacía dos paradas estruendosas, una en el sector El Rodeo donde dejaba una parte de la carga y otra, en El Placer, hoy plaza Bolívar, donde dejaba el resto de ahí desaparecía misteriosamente.
Esta leyenda tiene gran importancia para la comunidad de Zuata por formar parte de la historia de este hermoso pueblo. Esta manifestación oral aún persiste y el cuento del Carretón se les suele narrar a los niños para producirles miedo.
La leyenda de la Montaña del Indio Acostado, leyenda
Desde la ciudad de La Victoria, vía hacia Pie del Cerro, a cuatro kilómetros y medio del cruce de La Gavilana puede apreciarse la figura de un indio acostado.
En relación a su historia cuentan que Araguaney era una princesa muy hermosa pero triste, que no se había desposado soñando encontrar un amor imposible.
Los hechiceros de la comarca le habían prohibido que se bañara en el río los días de luna llena pero ella los desobedeció y decidió bañarse en el río ese día y cuando esto acontecía se apareció el indio Tiquire, hijo del cacique Guaracarima, y al verse se enamoraron y amaron sobre las piedras.
El padre de ella al enterarse de lo sucedido la encerró en una choza custodiada por dos indios debido a la rivalidad que existía entre las tribus.
Una noche el indio Tiquire la fue a rescatar y en la huida, fue herida por una flecha. Ellos continuaron su marcha hasta el pie del cerro donde dejaron el caballo y siguieron a pie.
El indio la llevaba en brazos pero al llegar a la cima ella había muerto, por lo que la colocó en el suelo y se acostó a su lado quedándose dormido pero al despertar se encontró a su lado con un frondoso árbol de araguaney.
Él se acostó en la cima cruzando los brazos sobre el pecho y permaneció en el lugar hasta que la luna llegó a menguante y sus dioses lo convirtieron en montaña.
La historia de la Cruz del Perdón
Esta cruz está situada en las afueras del patio de la Iglesia Inmaculada Concepción, hacia el lado izquierdo, en frente de la plaza Bolívar.
Cuentan los pobladores de la localidad que Catalina Mejía, esposa de Pedro Liendo, primer propietario de la hacienda Chuao, no pagaba dinero a sus esclavos más que con comida, y cuando murió dejó enterrado dinero y documentos de la hacienda debajo de los cimientos de la Cruz del Perdón.
Al parecer esa creencia permanecía en el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, pues se dice que este quería cortar la cruz para sacar lo que ocultaba en su base.
También relatan que en tiempos de la Colonia, cuando uno de los esclavos era perseguido y lograba llegar hasta la cruz, se arrodillaba frente a ella con la esperanza que no fuese castigado y, según el rito, era absuelto automáticamente de las culpas y volvía a sus ocupaciones.
Hace algunos años esta antigua cruz de palo de rosa fue sustituida por otra de madera y se dice que a la persona que desarticuló la cruz se le reveló un aviso de orden divino, y al regresar a Chuao devolvió la cruz antigua a su lugar, adosándola a la nueva, razón por la cual hay dos cruces en el mismo lugar.
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