La Princesa Xipaguazin Moctezuma
Una historia casi inédita, que nos hace pensar en la grandiosa cultura prehispanica que a veces olvidamos, es muy interesante, mística, hermética la historia de la princesa Xipaguazin Moctezuma.
En Cataluña, España, cerca de la frontera con Francia existe un pueblo de 14 habitantes llamado Toloriu, como todo buen pueblo que se precie posee una iglesia con una peculiaridad, en su portal exhibe una placa que reza: La princesa Xipaguazin Moctezuma, hija del emperador mexicano y esposa de Juan de Grau, barón de Toloriu, murió en el año 1537.
La placa, escrita en francés, está firmada por los “Caballeros de la orden de la corona azteca de Francia” y por un tal Chevalier L. Vidal Pradal de Mir. Aquí la cosa empezaba a ponerse buena y para comprender el sentido de esa casi olvidada placa, tendremos que empezar por contar las cosas desde el principio.
Resulta que en aquellos años en los que barcos iban y barcos venían de España a América, existió don Juan de Grau, barón de Toloriu, quien buscando la aventura se embarcó hacia el nuevo mundo con Hernán Cortés. Estando en México y enamorándose se fijó en una de las hijas de Moctezuma, que según se sabe, tuvo 19 hijos.
La placa firmada por los “Caballeros de la orden de la corona azteca de Francia”
Aquí varios investigadores presentan diferentes versiones, ya que mientras unos dicen que se casaron, otros argumentan que simplemente ‘se la robó’. Fuera una cosa u otra, lo cierto es que la princesa viajó hasta Cataluña para vivir con su Juan, que, incapacitado para llamar a su mujer por su nombre (un poco de esfuerzo no le hubiera costado nada), optó por llamarla María (que derroche de originalidad).
Xipaguazin no llegó sola, se trajo con ella a uno de sus hermanos y a su séquito personal, todos juntos se instalaron en una propiedad de nombre Casa Vima ubicada en Toloriu y que todavía se mantiene en pie. Ahí, un año más tarde, el 10 de enero de 1534, murió al dar a luz a su hijo Juan Pedro de Grau y Moctezuma, barón de Toloriu y emperador legítimo de México.
Y aquí viene el toque misterioso de esta historia, ya que muchos aseguran que la princesa sabía que moriría pronto y tomó la precaución de enterrar en Casa Vima los tesoros que había heredado de su padre. Este hecho nunca fue confirmado de ninguna manera, pero la leyenda fue pasando de generación en generación hasta tal punto que 400 años más tarde, en 1936, su tumba fue ultrajada y destruida y Casa Vima fue adquirida por unos alemanes cazadores de tesoros que se dedicaban a ir haciendo hoyos por aquí y por allá con el único deseo de encontrar un cofre lleno de preciosas joyas que jamás localizaron. Lo único que quedó de la vida de Xipaguazin en el pueblo de Toloriu fue la placa de la iglesia.
Y ya que hemos tocado nuevamente el tema de la placa; Chevalier L. Vidal Pradal de Mir, el que la firmaba fue, al parecer, uno de los heterónimos de SMI príncipe Guillermo III de Grau-Moctezuma, descendiente del barón de Toloriu, que en los años sesenta del siglo XX hizo su agosto en Barcelona vendiendo títulos nobiliarios y condecoraciones de la corona azteca a la gente que deseaba y podía pagarse un sitio en la realeza.
Este personaje fue uno de los descendientes de Xipaguazin y de Juan de Grau, por cierto, también se sabe que hubo o hay un descendiente en Granada de nombre Pedro Luis, que ostentaba el larguísimo título de señor de Tula y de la Villa de Monterrojano de la Peza, primer conde de Moctezuma de Tultengo, primer vizconde de Ilucán y caballero de la Orden de Santiago.
Hernán Cortes junto a la princesa Xipaguazin Moctezuma
Uno podría pensar que ese único hijo nacido de la princesa y el catalán,habría podido tener una descendencia breve, pero que va!, se sabe de más de un millar de personas que se dicen familiares de esa curiosa pareja y que aún hoy reclaman su tajada del imperio azteca; a algunos les basta con saberse familiares de un emperador pero otros, más listos, reclaman la ‘pensión Moctezuma’, que fue una partida mensual de dinero que el gobierno mexicano otorgaba a los miembros de esta estirpe desde la época del Virreinato hasta el año 1934, cuando el presidente Abelardo Rodríguez decidió cancelarla. Los herederos se negaron a quedarse de brazos cruzados y en septiembre del año 2003, El Universal publicó la noticia: “El Estado mexicano adeuda las tierras que en 1526 los españoles reconocieron como propiedad de los herederos de Moctezuma Xocoyotzin, también conocido como Moctezuma II”.
Al parecer, Blanca Barragán, una de las herederas, explica en aquella nota que “el caso de la deuda a los Moctezuma no está cerrado, porque el Gobierno de la colonia española lo inscribió en el Gran Libro de la Deuda Pública, y la deuda pública es imprescriptible. Simplemente se ha dejado de cobrar desde 1934, por lo que el Gobierno mexicano debe, sumado a la gran deuda, casi otro siglo de intereses. Es una cantidad para volverse locos”.
Sin embargo, otros como Guillermo III de Grau-Moctezuma, siendo más proactivos se pusieron a vender títulos nobiliarios, algunos de ellos para carcajearse, por ejemplo el que recibió el repostero Ramón March, que en 1974 fue condecorado “Pastelero de honor de la corona azteca”
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