La niña de los poderes. Los demonios se apoderan del campo
Jeannette Montoya vivía apaciblemente en la casa de sus abuelos, en Lautaro. A sus diez años, no eran muchas las preocupaciones que podía tener; a lo más, hacer las tareas para el otro día. Pero ese 29 de octubre de 1984 comenzaría un martirio que duraría aproximadamente una semana. La más larga de su vida.
Empezó con una quebrazón de vidrios; siguió con el vuelo de una tetera y más tarde unas sillas que se apilaban solas junto a la puerta. Además de todo, el bravo perro de los abuelos, “Guardián”, se había convertido en una mascota de faldas. Ya ni ladraba.
La casa del matrimonio de Juan Beltrán y Magdalena Montoya daba alojamiento hace un par de años a la pequeña, y nunca antes habían tenido problemas. El hogar, ubicado en el sector Crucero El Aromo, en el camino que va desde Lautaro a Curacautín, estaba rodeado de silencio y tranquilidad. Hasta entonces.
Ese 29 de octubre algo ocurrió con las gallinas, pues se lanzaron (o las lanzaron) contra los vidrios, quebrándolos. Por si fuera poco, la pequeña Jeannette también fue víctima de unos misteriosos ataques y las sillas se amontonaban contra la puerta de su pieza, impidiendo que los demás pudieran entrar.
A todo esto se suman otros fenómenos: las velas se apagaban sin ninguna intervención externa, las palmatorias parecían “caminar” por el piso, las muñecas de la pequeña bailaban solas y una tetera con agua caliente voló sin que nadie la tocara, quemando ligeramente a los abuelos de la niña.
Dado que los acontecimientos estaban tomando un rumbo peligroso, los abuelos de Jeannette la enviaron donde unos vecinos, mientras solicitaban la presencia de evangélicos. Estos últimos determinaron que la casa estaba poseída por “espíritus muy poderosos que se querían llevar a la niña”.
Según contaron a la prensa de la época los vecinos que recibieron a la pequeña, ésta tuvo una especie de ataque de furia y comenzó a atacar a las personas. Para ellos, era evidente que la niña estaba poseída por los demonios.
Carabineros que llegaron al sitio de los hechos aconsejaron a los abuelos de Jeannette que la llevaran al médico. Curiosamente, jamás los efectivos de la policía uniformada pudieron comprobar la veracidad de las denuncias, pese a que permanecieron bastante tiempo en la casa de los afectados.
Para acabar de forma definitiva con esta semana de caos, se tomó la determinación de llamar a la madre de la presunta causante de los fenómenos para que la fuera a buscar. No es que la niña estuviera abandonada, sino que vivía con sus abuelos para estar más cerca del colegio. En las vacaciones, su madre se la llevaba y estaban juntas todo el verano.
Pero en esta ocasión algo había sido distinto: Jeannette no quería separarse de su madre, y cuando ésta la fue a dejar a la casa de los abuelos al término de las vacaciones, la pequeña se puso a llorar. ¿Habrá sido este deseo de permanecer en el hogar materno el causante de todos estos acontecimientos?
Una vez que Jeannette Alejandra Montoya dejó el hogar de sus abuelitos, los supuestos fenómenos paranormales cedieron y los vecinos se dieron tiempo para contar sus propias experiencias, cuál más fantástica.
La señora Inés Campos vivía a dos cuadras de la casa “embrujada” y aseguró haber sido atacada por el demonio. Afirmó que el mismísimo Satán la atacó con un ropero (o sea, le quería dar de “roperazos”) cuando ella defendió a la pequeña de las malévolas garras del más malo de los malos.
Agregó que éste le quitaba la ropa de cama a la nieta de los Beltrán Montoya. Incluso en una ocasión, el Diablo en persona quitó las sábanas con niña y todo, hizo un ovillo con ellas y las lanzó debajo del catre. Afortunadamente la señora Inés pudo intervenir. De pasadita cuenta que las muñecas volaban de un lado a otro.
Para no ser menos, Óscar Sepúlveda, un misionero de la Iglesia Bautista, narró su propia aventura con el más allá. Contó que se presentó en misión cristiana en la casa, para dar ayuda a quienes sufrían con todos estos sucesos. Estaba en eso cuando a sus pies cayó un fierro, sin que mediara fuerza física alguna.
Julián Montoya, hermano y vecino de la abuelita de Jeannette, tenía la firme convicción de que la niña poseía poderes mentales. Llegó a esa conclusión tras estudiar la situación y descubrir que todos los fenómenos acontecían cuando Jeannette fijaba la vista en un lugar determinado; entonces las cosas comenzaban a volar. Los tres aseguraban que sus afirmaciones eran reales, ya que como creyentes en Dios no podían mentir.
Para todos era un hecho que el demonio o sus lacayos estaban presentes en el lugar, y deseaban apoderarse de la pequeña alumna de cuarto básico.
Además de todo lo anterior, la historia se adereza con otras “cosillas”, como las piedras que caían de la nada y la tierra y trozos de pasto que solían aterrizar en la cabeza de Juan Beltrán.
Como era de esperarse, no pasaría mucho tiempo sin que surgieran ciertas contradicciones. Una de ellas, sin duda la más evidente, era la de la señora Luisa Melgarejo, madre de Jeannette. En declaraciones a “El Diario Austral” afirmó que los fenómenos se habían repetido en su casa; estos consistían en la presencia de un espíritu que la ahogaba. Por su parte, Jeannette sufría fuertes dolores de cabeza y una fiebre intensa.
Sin embargo, al diario “La Tercera” declaró todo lo contrario. No había sucedido nada desde que la niña había retornado al hogar de su madre. Es más, la propia señora Melgarejo afirmó que jamás había presenciado nada de lo que contaban. ¿Quién mentía?
Cabe mencionar que la casa de la señora Luisa se ubicaba en el sector Alto Chelle, al interior del fundo Quitracura, en la comuna de Teodoro Schmidt. Allí vivía con el padrastro de Jeannette, Enrique Castro. Ellos también creían que la niña había sido embrujada. Para fundamentar esta afirmación, señalaron que todo había sucedido porque le tenían envidia.
– ¿Por qué? –preguntaron los periodistas de la época
Porque ella siempre anda con cosas nuevas.
Por su parte, la protagonista y para algunos causante de la historia declaró que quería que sus muñecas fueran quemadas, pues en ellas habitaba el demonio que intentaban poseerla. Agregó que su mayor deseo era volver con su madre, pues su abuelo a veces la regañaba sin ninguna razón.
Como la idea era buscar culpables, algunos comenzaron a disparar sus dardos contra el joven René Meliquén, quien fue acusado de brujo y de usar sus siempre supuestos poderes para hacerle mal a la niña. La principal –y todo sea dicho, única- prueba que tenían en su contra era la declaración de la misma Jeannette, quien afirmó haberlo visto huir riéndose de su habitación.
Para Magdalena Montoya, la respuesta podía estar en ese hecho: “tiene que ser alguna brujería de él todo esto que nos ha pasado. Dicen que se dedica a eso que llaman magia negra o algo parecido”. (La Tercera, 15/11/84)
René, de 17 años, negó todo. Además, se declaró dolido por lo dicho, pues él siempre había ayudado a los ancianos en diversas labores. Hilda Morales, la madre de René, también salió al paso de los dichos. Sentenció duramente que todas eran “calumnias y locuras de ese par de viejos”.
La resonancia del caso llevó al parapsicólogo Brenio Onetto al lugar. Una vez junto a los protagonistas, sometió a Jeannette a un test que confirmaría los supuestos poderes mentales de la pequeña. Pero los resultados fueron absolutamente normales.
Tiempo después, alguien “recordaría” que en la misma casa de los Beltrán Montoya antes habían ocurrido fenómenos similares, sin que la niña estuviera presente… ¿Algo más?
Onetto descartó cualquier tipo de posesión diabólica, pero no aventuró nada más. Sin embargo, los vecinos especulaban que las ansias de la chica por estar con su madre la llevaron a producir fenómenos que escapan al común de los mortales.
Este caso nació como muy interesante, pero con el paso del tiempo se fue diluyendo en historias tergiversadas y aumentadas por los vecinos e incluso los propios protagonistas. Le agregaron “pequeños detalles”, omitieron algunos y cambiaron otros. Todo se fue fundiendo con creencias populares y mitos religiosos, conformando un relato final que distaba bastante del original.
Fuente: http://www.laentradasecreta.com/