El Lunes Negro de 1360

La historia comienza un 5 de abril de 1360, en la que Eduardo II, Rey de Inglaterra, condujo un ejército de más de 10.000 hombres a las puertas de París.
Su milicia consistía de 4.000 hombres de armas, 700 mercenarios continentales, 5.000 arqueros montados; también contaban con varios nobles que hacían de lugartenientes: el Príncipe de Gales; Enrique, duque de Lancaster; los condes de Northampton y Warwick; y Sir Walter Mauny.
Por el lado de los franceses, el ejercito estaba liderado por Carlos V, pues el rey inglés intentaría dirigir la batalla a campo abierto, situación que no se dio ya que Carlos V y su ejército se desviaron de la ciudad de Chartres, para el lunes de pascua que sería un 13 de abril.
Por tanto, la iniciativa de provocar una nueva batalla a campo abierto fue infructuosa, lo que ocasionó así que los ingleses iniciaran un asedio a la defensa francesa.
Esa noche, el ejército inglés acampó a las afuera de la ciudad, cuando una tormenta se desató y un trueno que iluminó el cielo cayó en la zona, matando a varias personas al caer enormes granizos y entonces dos líderes ingleses terminaron falleciendo y el pánico de haber desafiado al mismo Dios corrió pues entre los soldados.
Las personas que se encontraban ahí describieron el día de la siguiente manera: «un día horrible, lleno de mística y heno hediondo volando en el aire, de modo que los hombres se tiñeron a caballo y también de sus porquerías.”
Las tiendas fueron destrozadas por el viento feroz y los suministros se esparcieron por el suelo, en media hora, la incitación y el frío intenso, mataron a casi 1.000 ingleses y hasta 6.000 caballos.
El monarca inglés, acongojado por toda la situación dirigió una súplica al cielo y tomó pues la decisión de negociar la paz con los franceses, poco tiempo después de la tormenta un representante francés llegó así a firmar un acuerdo de paz, que marcó el final de la primera fase de la Guerra de los Cien años.
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