Carreras de caballos en la Antigua Roma

Aunque las carreras de caballos en Roma derivan de las etruscas y griegas, según una leyenda fue Rómulo quien celebró una primera competición de este tipo al poco tiempo de la fundación de la ciudad.
Poco a poco, estos espectáculos alcanzaron gran popularidad en la ciudad del Tíber, tanto que eran frecuentes los altercados entre los aficionados de uno y otro equipo.
Los juegos se iniciaban mediante un desfile ritual presidido por un magistrado montado en una cuadriga y vestido con los atributos de Júpiter Capitolino.
Le seguían sus clientes vestidos de blanco, los aurigas y los sacerdotes que portaban las imágenes de los dioses y las carreras podían durar desde el amanecer hasta el ocaso.
A continuación se realizaba un sorteo para determinar qué posición ocuparía cada auriga y la más codiciada era la más cercana a la spina pues el carro recorría menos espacio al girar.
Existían 4 equipos: los Rojos, los Verdes, los Blancos y los Azules a las que Domiciano creó dos nuevas facciones (Púrpuras y Dorados) que desaparecieron tras su muerte.
En cada carrera participaban 3 carros de cada color donde los conductores de carros solían ser esclavos, cuya fama no tenía límites pues si ganaban suficientes carreras podían incluso comprar su libertad.
Algunos nobles también en ocasiones bajaron a competir a la arena del circo, incluso emperadores como Calígula y Nerón, pero era algo muy excepcional.
Los carros habitualmente eran tirados por 4 caballos (quadrigae) o dos (bigae) y en cuanto a los caballos, auténticos protagonistas de las carreras, estaban muy bien adiestrados.
Su disposición en el tiro de la cuadriga era fundamental para aprovechar las capacidades de cada uno de ellos pues el más importante era el más cercano a la spina. Los preferidos por los romanos eran los caballos de Hispania, de Sicilia, África, Tesalia y Capadocia.
Una vez comenzada la carrera, unos jueces se encargaban de que todo fuera legal, aunque era frecuente que las corporaciones los sobornaran para que favoreciesen a sus aurigas.
Una carrera normal consistía en 7 vueltas alrededor de la spina, corriendo en sentido contrario a las agujas del reloj donde los huevos y delfines situados en los extremos indicaban los giros.
La única arma con la que contaban los aurigas era un cuchillo para cortar las riendas que llevaba atada a la cintura y a los caballos, en caso de accidente.
La carrera la ganaba el primer carro en completar las 7 vueltas reglamentarias, independientemente si llevaba el auriga subido encima o no, o sea, de ahí la importancia de la pericia de los caballos.
Al principio de la época imperial sólo se celebraban 12 carreras, Calígula las amplió a 24 y en la época Flavia se elevaron a 48.
El circo por excelencia era el Circo Máximo de Roma que estaba ubicado entre el Palatino y el Aventino con una capacidad para 250.000 espectadores.
Su origen se remonta a la época de los etruscos, aunque fue reconstruido por Julio César en torno al año 50 a.C. y este tipo de competiciones tienen hoy un claro reflejo en el famosísimo Palio de la Asunta que se celebra todos los años en Siena durante Ferragosto.
Fuente: http://augusto-imperator.blogspot.com/2017/10/carreras-de-caballo-en-la-antigua-roma.html