La leyenda de la cruz de Caravaca

La Cruz de Caravaca, según afirma la tradición cristiana, es la cruz en la que fue crucificado Cristo, por lo cual se conserva como una reliquia de la Iglesia Católica.
En la actualidad, se conserva dentro de un relicario un fragmento con forma de cruz patriarcal, que tiene un doble juego de brazos horizontales (el inferior de diez centímetros y el superior de siete centímetros) y una sola viga vertical de diecisiete centímetros.
Este se encuentra en la Basílica del Real Alcázar de la Vera Cruz, en la ciudad de Caravaca de la Cruz, en la región de Murcia, España y esta reliquia es considerada así como patrimonio religioso de la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca.
Según cuenta la leyenda, Santa Elena, madre del emperador Constantino y famosa por su piedad, resulta que peregrinó hacia Tierra Santa en el siglo IV.
Este viaje lo hizo con la intención de ir al monte Calvario (Gólgota) y recuperar la cruz de Cristo y además los restos de los Reyes Magos.
La búsqueda de estos últimos tuvo éxito, por lo cual los envió a la Catedral de Colonia, donde aún hoy en día se conservan junto a los restos del Apóstol Matías.
En cuanto a la cruz, tuvo que demoler el templo de Venus que se encontraba en el lugar y dedicar todo el esfuerzo de sus hombres a excavar el lugar.
Finalmente, la cruz fue encontrada y, por sugerencia del obispo Macario I, mandó entonces construir pues un templo en aquel lugar (la Basílica del Santo Sepulcro) y uno más en el monte de los Olivos. Entretanto, la cruz fue conservada entonces en Jerusalén.
En el año de 451, el concilio de Calcedonia ascendió a Patriarcado a la diócesis de Jerusalén, que fue pues constituida en el año 30 d. C. y tras el cisma de Oriente, el Patriarcado quedó pues en manos de la Iglesia Ortodoxa Griega.
No obstante, en el 614 Jerusalén cayó en las manos de los persas, quienes atacaron la ciudad bajo mando del persa Cosroes II en 614 que gobernaron en Jerusalén hasta 1099, cuando resulta que tuvo lugar así la Primera Cruzada.
El llamado a la guerra fue hecho por el Papa Urbano II, al que acudieron así las fuerzas del Sacro Imperio Romano, la República de Génova, el Reino de Inglaterra, Lotaringia, Tarento, el Imperio Bizantino, Flandes, el Ducado de Apulia, Blois, el Reino de Cilicia, Boulogne, Provenza, Normandía, Bearne, Vermandois y Le Puy-en-Velay.
Así, se instauró el Reino de Jerusalén, que sobrevivió hasta 1187, cuando fue invadido por los ayubíes al mando de Saladino y a pesar de ello, la cruz fue llevada a Europa por los templarios.
De esta forma, la Cruz de Caravaca, hecha con la madera de la Vera Cruz (Lignum crucis, como se conoce a esta madera legendaria), cayó en manos del emir Ibn Hud, que gobernaba sobre Al-Andalus.
La leyenda dice que un grupo de prisioneros cristianos llegó a la ciudad de Caravaca donde el emir Ceyt Abuceyt le dijo al sacerdote que iba con ellos que celebrara una misa, pero este no tenía cruz y tras decir esto, un par de ángeles le entregaron la Cruz de Caravaca.
Once años después, Caravaca fue conquistada por Fernando III y la cruz pasó a su poder, convirtiéndose en el emblema de sus fuerzas y del mundo hispano no islámico.
La cruz fue atesorada durante muchos años y protegida de su robo, como ocurrió así durante la invasión napoleónica; aunque de todas maneras fue hurtada en 1934 y tras la Guerra Civil, el papa Pío XII entonces la devolvió en 1942 y su culto se extendió por otros países de Europa.
Fuente: https://mitoyleyenda.com/leyenda/cruz-de-caravaca/