Glosas Emilianenses

Las Glosas Emilianenses son pequeñas anotaciones manuscritas a un códice en latín, realizadas en varias lenguas: entre ellas el propio latín, un romance hispánico (bien español medieval con rasgos riojanos, bien navarro-aragonés en su variedad riojana) y euskera.
Se encuentran entre las líneas del texto principal y en los márgenes de algunos pasajes del códice Aemilianensis 60 a finales del siglo X o a principios del siglo XI donde la intención del monje copista era probablemente la de aclarar el significado de algunos pasajes del texto latino.
La importancia filológica de estas glosas, que no se advirtió hasta el siglo XX, es el hecho de que contienen el testimonio escrito más temprano del que se tenía noticia hasta entonces, en forma arcaica, pero claramente reconocible, de un romance hablado en el área actual del idioma español; al parecer, era la lengua vernácula hablada por entonces en la zona, a pesar del predominio del latín en muchos ámbitos cultos y registros escritos.
De las Glosas Emilianenses, que suman más de mil en total, unas cien están en ese romance riojano y poseen el interés añadido de incluir dos anotaciones en euskera, siendo este el primer testimonio escrito conocido, no epigráfico, en dicha lengua.
El nombre se debe a que se compusieron en el Monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja) que por aquel entonces formaba parte del Reino de Navarra.
Su valor se descubrió en 1911, cuando Manuel Gómez-Moreno, que estudiaba la arquitectura mozárabe del Monasterio de Suso así transcribió todas las glosas, alrededor de mil, y las envió a Ramón Menéndez Pidal.

En círculo las denominadas glosas
San Millán de la Cogolla (y La Rioja, por extensión) reciben a menudo el sobrenombre de «cuna del castellano» y del euskera así varios autores sostienen que las glosas no están escritas exactamente en un castellano antiguo, sino en navarro-aragonés en su clara variedad riojana.
A día de hoy se han encontrado algunos textos más antiguos que pueden considerarse protocastellanos; así el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (ILCYL), dató los Cartularios de Valpuesta junto con la Nodicia de Kesos, como algunos de los registros con rasgos de las lenguas castellana y leonesa más antiguos que se conocen.
En noviembre de 2010, la Real Academia Española avaló los cartularios, escritos en «una lengua latina asaltada así por una lengua viva», como los primeros documentos en los que aparecen palabras escritas en castellano, anteriores a las Glosas Emilianenses.
La diferencia más destacable entre estos dos documentos y las Glosas Emilianenses es que las glosas presentan pues una estructura gramatical romance, algo que no se da en los Cartularios de Valpuesta y la Nodicia de Kesos, los cuales son textos escritos en latín y de gramática latina en los que se incluyen algunas palabras romances.
Por tanto, las Glosas Emilianenses son los textos en romance ibérico (del área geográfica actual de lengua castellana) más antiguos de los que se tiene noticia, en los que están presentes todos los niveles lingüísticos.
Las glosas del códice Æmilianensis 60, en total más de mil, están escritas en latín, en romance riojano precastellano y en euskera donde más de cien de esas anotaciones están escritas en romance y dos en euskera.
Las escritas en latín lo son en un latín coloquial, más comprensible que la lengua que glosan, y en muchos casos sólo es latín pues disfraza con escritura latina lo que se pronunciaba ya como romance.
Ciertos rasgos éuscaros podrían delatar, a juicio de los especialistas, la condición bilingüe (vasco-románica) del glosador. Sobre las dudas que suelen surgir acerca del romance específico empleado en las Glosas, aún hay discrepancias entre filólogos respecto pues al dialecto concreto al que deben ser adscritas.
Junto a características específicamente riojanas, se encuentran rasgos presentes en las diversas variedades dialectales hispanas que son: navarro, aragonés y mozárabe.
Algunos autores, como Menéndez Pidal (1950), Lapesa (1981), Alarcos (1982) y Alvar (1976, 1989), han planteado que se trataba de una koiné lingüística en la que se mezclaban diversos rasgos pertenecientes al castellano con una impronta navarroaragonesa.
Sin embargo, hay autores que discrepan, como Douglas John Gifford y Frederick William Hodcroft (1959), González Ollé (1970), William Dennis Elcock (1975), Gerold Hilty (1996) o Wolf (1991), atribuyéndole una génesis navarro-aragonesa.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Glosas_Emilianenses