La Declaración Balfour, el germen que dio inicio a la creación del Estado de Israel y cambió Medio Oriente

La Declaración Balfour fue el primer gran éxito diplomático del sionismo donde el ministro de Exteriores británico, Arthur James Balfour, envió a Lord Walter Rothschild, uno de los líderes más influyentes de la comunidad judía británica, una carta fechada el 2 de noviembre de 1917 que decía así:
Estimado Lord Rothschild:
Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida, y aprobada, por el Gabinete:
«El Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país».
Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.
Sinceramente suyo,
Arthur James Balfour
En esta Declaración no se especificaron los límites previstos de Palestina —lo que dió lugar a muchas controversias posteriores— y no se consultó a la población musulmana —que constituía el 90% de la población— o cristiana, establecida allí desde época ancestral.
La segunda parte de la declaración se añadió para evitar así el aumento del antisemitismo contra los judíos asentados en países de todo el mundo, ya que el establecimiento de una patria en Palestina podría tener el efecto de marcarlos como extraños en sus tierras natales.

Arthur James Balfour, el cuarto por la derecha
También se pensó que el presidente norteamericano Wilson se adhiriera más tarde a la declaración, lo que provocaría así que la comunidad judía de EEUU presionara por un mayor esfuerzo en la guerra, ocasionando pues un aumento significativo de las sociedades sionistas en el país ya que entonces eran escasas.
En ese momento, la región de Palestina formaba parte del Imperio turco y el mundo estaba inmerso en la Primera Guerra Mundial, que estalló en el 1914 entre la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y el Imperio ruso) y las potencias centrales (Alemania, Austria-Hungría y el Imperio otomano).
El gobierno británico había reconocido el derecho a la autodeterminación de los árabes que constituían la gran mayoría de la población en Palestina, con el fin de socavar al Imperio turco, pero la verdad es que de lo que se trataba era de proporcionar esa autodeterminación a los judíos repartidos por todo el mundo.
Esta declaración tenía que ver con la creciente influencia del sionismo —promovido a finales del siglo XIX por Theodor Herzl, un periodista judío de Austria-Hungría, que afirmaba que la única solución a la presencia de este creciente antisemitismo en Europa era pues la creación de un Estado para los judíos— y, a principios del siglo XX en Inglaterra, por Jaim Weizmann y el barón de Rothschild.

La Declaración Balfour
Pero también tenía relación con cálculos geopolíticos —Gran Bretaña tenía recelos de que Francia y Rusia la dejaran sin una zona de influencia en el Próximo Oriente— y con el control del canal de Suez, y por tanto de la ruta a la India.
Otra cuestión era el apoyo de la élite política británica a las corrientes de evangélicas y protestantes que propugnaban una clara restauración de los judíos en Palestina y la necesidad de que Inglaterra —que junto con otros países europeos habían jugado un gran papel en las cruzadas medievales— desempeñara otra vez un papel relevante en llamada la segunda venida de Cristo.
La propia declaración Balfour estaba calculada para coincidir con el avance del general Allenby hacia Jerusalén, lo que desembocó en su conquista en 1917. El general declaró, al entrar triunfalmente a pie en la Ciudad Vieja, que era entonces cuando se había terminado la última cruzada.
Ya antes de la declaración, la Tierra Santa palestina atrajo gran cantidad de peregrinos, misioneros, arqueólogos bíblicos, viajeros, cartógrafos, cónsules y miembros del Cuerpo de Ingenieros Reales, entre ellos a Thomas Edward Lawrence, el famoso Lawrence de Arabia, arqueólogo, escritor y oficial del Ejército Británico que jugó un importante papel como enlace durante la rebelión árabe contra el dominio otomano.
A cambio de esta rebelión los ingleses habían prometido la creación de un gran estado panárabe con capital en Damasco. La revuelta árabe comenzó el 5 de junio de 1916 y en mayo de ese mismo año los gobiernos de Reino Unido, Francia y Rusia habían firmado ya en secreto el pacto Sykes-Picot, por el que los tres países habían llegado a un acuerdo para repartirse los territorios árabes pertenecientes al Imperio otomano en caso de victoria de la Triple Entente, o sea, está claro que no pensaban cumplir sus promesas.
La comunidad cristiana y musulmana de Palestina, como es lógico, se opuso firmemente a la declaración, ya que percibía que se hacía por una potencia europea, sobre un territorio no europeo, con desprecio total a la presencia y los deseos de la mayoría nativa residente en el territorio, y que se prometía ese mismo territorio a otro grupo extranjero.

El Imperio Otomano en 1914
Tras la primera guerra mundial y la disolución del Imperio otomano, la Sociedad de Naciones puso a Palestina bajo el mandato británico, que entró en vigor en 1922, aunque el Reino Unido administraba ya estos territorios desde 1917.
Entre 1914 y 1948, la potencia colonial británica permitió que el sionismo se estableciera en Palestina a cientos de miles de colonos judíos europeos y así estableció las bases políticas, militares, económicas, industriales, culturales y demográficas del estado de Israel.
Los “comités de traslado” que se establecieron a partir de 1930 en adelante constituían en realidad un eufemismo para no hablar más de clara limpieza étnica.
Los hebreos dieron a esas sucesivas oleadas migratorias el nombre de Aliyá o Aliá (“ascenso”), oleadas que se multiplicaron con la subida de Hitler al poder, provocando múltiples problemas de convivencia entre los árabes y judíos.
Dado que el Reino Unido era ya incapaz de controlar la situación, abandona Palestina y en 1947 la ONU decide que el territorio debe ser dividido en dos estados, uno judío y otro árabe, dejando finalmente Jerusalén bajo mandato internacional.
A los judíos se les otorgó el 55% de las tierras, acuerdo que no fue aceptado por los palestinos, mucho mayores en número y cada vez se encontraban más arrinconados.
En definitiva, el documento celebrado por la comunidad judía de entonces, generó preocupación entre las autoridades árabes, que se vieron del todo traicionados por la Corona Británica.
Alemanes antisemitas comenzaron a ver con recelo a la población judía de su país, a quienes culpaban de haber apoyado a Inglaterra durante la IGM en simpatía con la Declaración Balfour.
Cinco años después de hacerse pública, en 1922 y una vez que la IGM había concluido, el Congreso de los EE.UU daría un fuerte apoyo a la carta que fue firmada por el entonces ministro de la Foreign Office.
Fuente: https://www.infobae.com/america/mundo/2017/11/02/la-declaracion-balfour-el-germen-que-dio-inicio-a-la-creacion-del-estado-de-israel-y-cambio-medio-oriente/