El edificio de los ahorcados

El edificio de los ahorcados y la maldición del bule es como también se conoce a la casa ubicada en la calle de Donceles, con el número 66.
Esta casa se remonta por lo menos al siglo XVIII, de la que se cuenta que existe una fosa común en el subsuelo, además de apariciones diversas, como el caso de la mujer que va de la mano de una pequeña niña, o de los ahorcados vistos en el balcón, en los interiores de la casona.
En una ocasión mientras se llevaba a cabo la remodelación de la casa, varios trabajadores fueron testigos de cosas paranormales. Entre ellos destaca uno de ellos que se encontraba pintando una de las paredes de la casa.
De repenete sintió algo que estaba a sus espaldas y al girarse vio a una mujer vestida de blanco, de rodillas, que le extendía los brazos y aseguró escuchar que ella le decía que se lo iba a llevar.
Como consecuencia de ello comenzó a gritar y a temblar estrepitosamente mientras les decía a sus compañeros que lo golpearan… Uno de ellos, reaccionó y le dio un gran golpe.
Al parecer al chico se le comenzaban a paralizar ciertas partes de su cuerpo, los brazos y un lado de la cara principalmente, dicen que incluso quiso tirarse a la fuente para calmar su ataque.
Poco a poco fue recobrando la cordura, y a partir de ese momento y hasta el amanecer todos sus compañeros lo custodiaron, ni un instante lo dejaron solo pues lo acompañaron hasta su casa.
Como consecuencia de esa experiencia vivida y tras un ritual como remedio para ello jamás volvió a trabajar en dicha casa al igual que el resto de sus compañeros.
Varias personas han dicho que se puede ver deambulando por toda la casa a la mujer y a la niña e incluso cuentan que en los baños con frecuencia se apagan las luces.
Los lamentos también han sido motivo de espanto que han sido escuchados por varios en el inmueble y en otra ocasión, cuando se daba servicio de restaurante en la planta baja, un joven dio aviso al vigilante de que había una persona en el baño con algún fuerte malestar.
Sus lamentos eran tales, que probablemente requería pronto auxilio y el guardia un tanto escéptico, acudió para atender a la persona pero al abrir la puerta del baño desde donde se escuchaban los fuertes lamentos, no se encontró a nadie.
Los encargados dicen que existe una especie de maldición, marcada por un bule –o figura de calabaza hueca- tatuado en una de las columnas de los interiores, una maldición que, aseguran, ha perdurado y perdurará por siglos.
Mientras tanto, las personas que trabajan y cuidan de la casa, dicen que ya no les da miedo estar en ella, ni escuchar ni ver cosas, pues a estas alturas ya se han acostumbrado a todos los ruidos, apariciones y lamentos, y a convivir con estas ánimas que, seguramente, dicen, siguen en busca de su eterno descanso.
Fuente: http://jus.com.mx/revista/donceles-66-los-otros-habitantes/