La verdadera historia tras “El exorcista”

La novela El exorcista (1971) y el largometraje homónimo (1973) se inspiraron en un caso documentado por la Iglesia y el supuesto endemoniado fue en realidad un niño, a quien los investigadores e historiadores llaman Robbie, y al que le sucedieron cosas extraordinarias y para los curas que le custodiaron, incomprensibles.
Robbie era un niño afroamericano que fue víctima de arrebatos de ira y centro permanente de sucesos inexplicables, o sea, dicen los que le trataron, que documentaron su estado en una serie de cuadernos que han ido pasando de mano en mano en Washington, que hablaba en latín y que en su cuerpo aparecían marcadas palabras malditas.
Como consecuencia de ello, un grupo de jesuitas norteamericanos creyó que era víctima del demonio y lo sometió así a un duro y tortuoso exorcismo.
En la época, la prensa seria llegó a dar el hecho como algo verídico pues el diario The Washington Post publicó el 20 de agosto de 1949 que «en lo que es, tal vez, una de las experiencias más destacables de su género en la reciente historia religiosa, un niño de 14 años [de los suburbios de Washington] fue liberado por un cura católico de la posesión por el demonio, según informaron fuentes católicas».
William Peter Blatty, estudiante en la Universidad de Georgetown, leyó el artículo pues así corría por el campus de esa institución jesuita el rumor de que dicho cura católico, mencionado por el Washington Post, era pues un padre bastante conocido en la universidad: William Bowdern y Blatty le escribió, pidiéndole ayuda.
El niño nació en 1935 y su calvario, según el relato de los jesuitas, comenzó el 15 de enero de 1949, cuando entonces se comenzó a oír en su casa un arañazo persistente bajo el suelo, seguido por un extraño chirrido que parecía provenir del interior de su cama, siempre según el relato de sus familiares.
Aunque la familia era protestante, el caso llegó a las manos del padre católico Albert Hughes, párroco de la iglesia de Saint James, que vio cómo se multiplicaban acontecimientos extraños.
Según el diario de los jesuitas, el niño le dijo al padre Hughes en latín: «Cura de Cristo, sabes que soy el Demonio. ¿Por qué me molestas?». Hughes, fuente única de esos sucesos, ingresó al niño en el hospital de Georgetown y trató así de exorcizarlo, con la autorización expresa del arzobispo de Washington.
En pleno ritual, el adolescente se liberó de las ataduras de su cama y atacó al reverendo con un muelle, provocándole una profunda herida en el brazo y el hombro, que requirió un centenar de puntos.
Herido de gravedad, el padre abandonó el exorcismo, después de sufrir un ataque de nervios, o sea, esta agresión es lo único cierto y demostrable en todo este proceso, pues hay certificados médicos que la prueban.
El arzobispo de San Luis autorizó el exorcismo y el padre Bowden lo inició, descubriendo entonces muy pronto a quién se enfrentaba.
«La imagen del diablo y la palabra INFIERNO aparecieron [en el cuerpo del niño] en cuanto repetimos el Praecipicio, así pidiéndole al espíritu maligno que se identificara», dice el padre Bishop en su diario.
«El diablo apareció en rojo. Sus brazos se erguían sobre su cabeza y parecían estar palmeados, dándole pues la horrible apariencia de un murciélago», prosigue pero de todo esto no hay prueba gráfica alguna, sólo el recuento de los curas.
Bowden practicó las últimas fases del exorcismo en la planta psiquiátrica del hospital de los Alexianos pues el lunes de Pascua hubo una conversación en la que el niño decía hacer de portavoz del diablo, o sea, «Yo siempre estoy dentro de él», dijo, cuando le intentaron dar la comunión.
Horas después, el niño, en pleno ataque, dijo tener la visión del arcángel san Miguel venciendo al diablo y con una voz impostada, dijo: «Te obligo a ti, Satán, y a otros espíritus diabólicos a que abandonéis este cuerpo así en el nombre de Dios, ahora» y el drama, según las notas del jesuita, acabó en aquel momento.
A pesar de las más que razonables dudas médicas y científicas sobre la veracidad de los hechos descritos en ese diario, el padre Bowdern siempre los dio por ciertos, o sea, así lo creyó hasta su muerte en 1993 y «Fue real», le dijo a Blatty en una carta.
Al fin y al cabo, él era un cura católico y Roma reconoce las posesiones como reales pues resulta entonces que el texto original del Ritual romano, utilizado para el menester de los exorcismos, siendo así redactado en 1614 a instancias del papa Pablo V y modificado por última vez en 1999, bajo la tutela del cardenal Jorge Arturo Medina Estévez.
Al pequeño Robbie, en 1949, se le practicaron todo tipo de pruebas médicas en el hospital de Georgetown y resulta así que los médicos temieron de forma razonable que sufriera un trastorno psiquiátrico y los psiquiatras no se pusieron de acuerdo en un diagnóstico.
Fueron su familia y los jesuitas los que creyeron que estaba poseído puesto que sus síntomas coinciden entonces pues con los descritos por Medina Estévez y si en ralidad tuvo lugar la posesión demónica es algo que queda estrictamente en el ámbito de la creencia religiosa.
Fuente: https://www.semana.com/cultura/articulo/la-historial-real-del-joven-poseido-que-inspiro-la-pelicula-el-exorcista/202113/