Asesinato del presiente de los EE.UU. William McKinley

El asesinato de William McKinley, el vigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, sucedió el 6 de septiembre de 1901 cuando fue tiroteado y fatalmente herido, en el interior del teatro Templo de la Música durante la Exposición Panamericana realizada en Búfalo (Nueva York).
Saludaba al público cuando Leon Czolgosz, un anarquista, le disparó dos veces en el abdomen y entonces el día 14 de septiembre falleció de la gangrena causada por las heridas de bala. McKinley se convirtió en el tercer presidente de los E.UU. asesinado, después de Abraham Lincoln en 1865 y James A. Garfield en 1881.
McKinley había sido elegido para un segundo mandato en 1900 pues le gustaba satisfacer al público y se mostraba así reacio a aceptar las medidas de seguridad inherentes a su cargo.
El Secretario del Presidente George B. Cortelyou, temía un intento de asesinato en el Templo de la Música y por hasta dos veces eliminó esa visita de la agenda pero McKinley la restableció en ambas ocasiones.
Cuando los organizadores de la feria tuvieron la oportunidad de ofrecer una recepción pública para el que ahora era el presidente McKinley se escogió el Templo de la Música debido a que Louis L. Babcock, gran mariscal de la exposición, consideró que era el edificio ideal para el evento.
Se tomaron considerables medidas de seguridad para el presidente, o sea, la policía de la exposición estaba sita en las puertas; detectives de la policía de Búfalo vigilaban el pasillo.
Además de los agentes del Servicio Secreto habitual de McKinley, George Foster, y otros dos agentes habían sido pues asignados al viaje a Búfalo debido a las preocupaciones de seguridad de Cortelyou.

Discurso del presidente William Mckinley poco antes de su asesinato
Babcock se puso nervioso por una broma que le gastaron en un restaurante de la exposición ya que le comentaron el que el presidente sería tiroteado en la recepción.
Se había dispuesto una docena de artilleros para asistir a la recepción en uniforme de gala, con fines ceremoniales y en cambio, se los colocó en el pasillo con las instrucciones de cerrar el paso a cualquier persona de aspecto sospechoso que se acercara al presidente.
Estos hombres no estaban entrenados para el trabajo policial, y sirvieron para desplazar la multitud entonces delante del presidente y obstruir la vista de los detectives y el servicio Secreto.
En este tipo de eventos, Foster por lo general se situaba justo a la izquierda y detrás de McKinley pero Milburn pues deseaba permanecer a la izquierda de McKinley para poder presentar a cualquier persona conocida al Presidente y Foster y otro agente estaban al otro lado de McKinley.
A lo largo de la tarde el gentío había ocupado la superficie fuera del pasillo delimitado y en las tribunas deseando ver al presidente aunque no llegaran a saludarle.
McKinley llegó puntual, echó un vistazo a los arreglos y caminó hacia su lugar, con Milburn a la izquierda y Cortelyou a la derecha.
Cuando McKinley ordenó abrir las puertas para que entraran los que habían esperado para verlo la policía los dejó así entrar y McKinley saludaba a todos los que entraban y cuando habían pasado la mitad de los diez minutos asignados Cortelyou levantó la mano para avisar a Babcock de que cerrara las puertas.
La procesión de ciudadanos dando la mano al presidente fue interrumpida cuando Myrtle Ledger niño de doce años acompañada por su madre, pidió a McKinley el clavel rojo que siempre llevaba en la solapa y el presidente se lo dio.
Los hombres del servicio secreto se fijaron en un hombre alto y moreno al ver que caminaba de forma sospechosa en dirección a donde estaba que el presidente, pero se trataba de una falsa alarma al ver que le dio la mano a McKinley sin incidentes.

Ilustración del momento el en que Leon Czolgosz dispara a McKinley
El hombre que siguió a la persona morena tenía la mano derecha envuelta en un pañuelo como si estuviera lesionado y al ver esto McKinley tomó su mano izquierda de tal foma que a las 4:07 de la tarde y Czolgosz disparó dos veces a McKinley en el abdomen con un revólver calibre 32 Iver Johnson oculto bajo el pañuelo.
Los espectadores contemplaron con horror como McKinley se tambaleó hacia delante y Czolgosz estaba listo para un tercer disparo pero se lo impidió James Parker que estaba detrás de Czolgosz pese a que intentó alcanzar la pistola.
Czolgosz desapareció bajo un montón de hombres algunos de los cuales le dieron puñetazos o le golpearon con las culatas de los rifles pues se le oyó decir: «he cumplido con mi deber.»
McKinley se tambaleó hacia atrás y hacia la derecha, pero le impidieron caer Cortelyou, Milburn y el detective Geary y lo llevaron a través de algunas banderas caídas hasta una silla.
El presidente trató de convencer a Cortelyou de que no estaba gravemente herido, pero la sangre era así claramente visible al descubrir la herida y al ver la paliza que estaba recibiendo Czolgosz, McKinley ordenó que le detuvieran.
Después de detener la paliza que estaba recibiendo Czolgosz, la siguiente preocupación de McKinley era su esposa, instando a Cortelyou que tuviera cuidado al contarle sobre el tiroteo.
La reacción inicial de la multitud fue de pánico, y un intento de huida de la sala, que se frustró por los que querían así entrar para ver lo que había ocurrido.
Mientras se llevaban a Mckinley en una camilla hacia una ambulancia eléctrica la multitud murmuró preocupada al ver su pálido rostro y Foster fue con él hasta el hospital de la feria.
En el camino, McKinley notó en su ropa un objeto metálico, «creo que es una bala» dijo McKinley pues había recibido dos disparos; una bala había sido desviada por un botón y solo le rozó; la otra había penetrado en el abdomen.
La ambulancia con McKinley llegó al hospital de la exposición a las 16:25 horas y pese a que quizá se trataba de unos posibles problemas de salud menores el hospital tenía un quirófano.
En el momento de los disparos ningún médico cualificado estaba en el hospital solo enfermeras e interinos pues el Dr. Roswell Park estaba en Niagara Falls, realizando un delicada operación de cuello.
Cuando le interrumpieron durante la operación y le dijeron que le necesitaban en Búfalo dijo acertando sin querer que no podía irse aunque se tratara del presidente.
El primer médico en llegar al hospital fue el Dr. Herman Mynter, a quien el presidente había conocido el día anterior y cuando McKinley estaba sobre la mesa de operaciones, dijo sobre Czolgosz, «El pobre hombre no sabía lo que estaba haciendo».

El quirófano del hospital de la Exposición.
Con el cirujano Park ocupado y la luz tenue de la tarde como la principal fuente de iluminación del quirófano, se tomó la decisión de operar y extraer la bala cuando llegó el otro cirujano el Dr. Matthew D. Mann.
Mynter le había puesto a McKinley una inyección de morfina y estricnina para aliviar su dolor; Mann (un ginecólogo notable y sin experiencia en heridas abdominales) le había administrado Éter etílico para sedar a McKinley cuando el herido murmuró el Padre nuestro.
El hospital carecía de equipo quirúrgico básico como retractores y con McKinley debilitado Mann apenas pudo pues sondear la herida para tratar de encontrar la bala y su trabajo se complicó por la obesidad del presidente.
El cirujano hizo una incisión en su piel y encontró un trozo de tela incrustado en el tejido pues sondeó con el dedo y la mano a la búsqueda de daños en el sistema digestivo pues el estómago tenía la herida de entrada y la de salida.
Mann suturó los dos agujeros en el órgano, pero no pudo encontrar la bala y concluyó que se había alojado así en los músculos de la espalda del presidente y más tarde escribió, «Una bala una vez que deja de moverse hace poco daño.»
Una primitiva máquina de rayos X estaba en exhibición en la feria pero no se utilizó con McKinley y Mann indicó más adelante que su uso podría haber alterado al paciente pues en su lugar se utiliza un hilo de seda negro para coser la incisión y la herida, sin drenaje, y se cubre la zona con un vendaje.

Leon Czolgosz
A medida que la operación concluía el Dr. Park llegó de Niagara Falls pero no estaba dispuesto a intervenir, y a las 5:20 a McKinley se le dio otra inyección de analgésico, se le dejó despertar y entonces fue llevado a la casa de Milburn en la ambulancia eléctrica.
La primera dama no había sido informada del atentado; una vez que la cirugía se completó, el médico presidencial, o se, Presley M. Rixey, le dijo a la esposa del presidente lo sucedido que se tomó la noticia con calma y escribió en su diario: «Fui a las Cataratas esta mañana. Mi querido marido estaba en una recepción pública cuando le disparó un …». Leech, en su biografía del presidente McKinley, sugiere que la primera dama no podía escribir la palabra «anarquista».
Pocos minutos después de los disparos, la noticia fue transmitida a todo el mundo y los temores de que McKinley no sobreviviría al día siguiente se disiparon por los tranquilizadores comunicados de Cortelyou procedentes pues de los médicos.
Multitudes amenazadoras se reunieron frente a la comisaría de la policía de Búfalo donde estaba Czolgosz y cuando admitió que era anarquista, eso provocó ataques a otros con esa ideología.
En la casa de Milburn, McKinley parecía estar recuperándose ya que el sábado 7 de septiembre, estaba relajado pues se dejó a su mujer verlo, al igual que a Cortelyou; el presidente preguntó a su secretaria, «¿Les gustó mi discurso?» y se alegró al enterarse de las reacciones positivas.
Mientras tanto, el vicepresidente Roosevelt (que estaba en Vermont de vacaciones), gran parte del gabinete, y además el senador Hanna se apresuraron a ir a Búfalo al tiempo que Cortelyou continuó dando comunicados alentadores.
A medida que la crisis parecía haber pasado, los dignatarios comenzaron a salir el 9 de septiembre, confiando así en la recuperación del presidente por lo que Roosevelt regresó a sus vacaciones en las Montañas de Adirondack después de expresar con indignación que Czolgosz podría estar en la cárcel unos pocos años.
Según la ley estatal de Nueva York, la pena máxima por intento de asesinato era de un máximo de diez años y el fiscal general General Philander Chase Knox fue a Washington, en busca de un medio de procesar a Czolgosz así bajo la ley federal.
El Secretario de Estado John Milton Hay había estado relacionado con los dos presidentes asesinados anteriormente ya había sido secretario de Lincoln, y amigo cercano de James Garfield y el 10 de septiembre Hay recibió en la estación de Babcock un informe sobre la recuperación del presidente, y respondió que iba a morir.
El biógrafo H. Wayne Morgan escribió de la semana que siguió al tiroteo:
Todos decían que su fuerte complexión se veía en su punto más bajo. Los doctores parecían esperanzados, incluso confiados … Es difícil entender la salud con la que veían a su paciente. Tenía casi sesenta años de edad, sobrepeso y la herida no había sido limpiada a fondo. Las precauciones contra las infecciones bastante difíciles en 1901, se llevaron con negligencia.
Según la biógrafa Margaret Leech, la recuperación aparente de McKinley «no era más que la resistencia de su cuerpo frente a la gangrena que progresaba a lo largo de la trayectoria de la bala en el estómago, el páncreas y un riñón».
Otra máquina de rayos X fue enviada desde Nueva Jersey pero no fue utilizada en el presidente pues las fuentes varían sobre el motivo.
Leech declaró que la máquina, adquirida por Cortelyou y acompañada por un operador entrenado, no fue utilizada por los médicos a cargo del paciente McKinley y Miller dijo que los médicos intentaron probarla en un hombre de tamaño de McKinley, pero resultó que faltaba una pieza crucial.
McKinley había tomado enemas nutritivos, o sea, el 11 de septiembre tomó un poco de caldo por vía oral pues como parece que le sentó bien, a la mañana siguiente se le permitió tomar tostadas, café y caldo de pollo.
Su dolor posterior fue diagnosticado como indigestión; se le administró un purgante y la mayoría de los médicos así se fueron después de la consulta de la noche.
En la madrugada del 13 de septiembre McKinley sufrió un colapso y el vicepresidente Rooselvert fue avisado de forma urgente para volver a Búfalo ya que este se encontraba descansando en las montañas de Adirondack.
Los especialistas fueron convocados; aunque en principio algunos médicos esperaban que McKinley podría sobrevivir con el corazón debilitado, pero por la tarde sabían que ya no se podía hacer nada por su vida.

Residencia Milburn, donde McKinley murió
La gangrena, ignorada hasta el momento por los médicos, estaba creciendo en las paredes de su estómago y además las toxinas fueron llegando a su sangre, o sea, McKinley perdía y volvía a la conciencia a lo largo del día; cuando estaba despierto era un paciente modelo.
Por la tarde, él también sabía que se estaba muriendo, «Es inútil, señores. Creo que debemos rezar una plegaria.» y sus amigos y familiares fueron llamados y la primera dama lloró sobre él, «yo también quiero irme, quiero irme también.»
Su marido respondió: «Todos nos vamos hágase la voluntad de Dios» y con sus últimas fuerzas la rodeó con su brazo y a Ida McKinley se la llevaron y su lugar fue ocupado brevemente por el senador Hanna.
Morgan relata su encuentro final: «En algún momento de esa terrible noche, Mark Hanna se había acercado pues a la cabecera del paciente con lágrimas en los ojos, llevando las manos a la cabeza y sacudiéndola con incredulidad al ver que treinta años de amistad iban a terminar de ese modo.» Cuando tras un intento de saludo no obtuvo una respuesta coherente Hanna exclamó «William, William , después de tantos años ¿no me conoces?».
A las 2:15 de la mañana del sábado 14 de septiembre de 1901, el presidente McKinley falleció y en el momento de la muerte de McKinley, Roosevelt estaba en su viaje de regreso a Búfalo, hacia la estación de ferrocarril más próxima en el que un tren especial le estaba esperando y cuando llegó a la estación de madrugada, se enteró así de la muerte de McKinley
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Asesinato_de_William_McKinley