Parlamento de Quilín (1647)

El Parlamento de Quilín fue una reunión masiva realizada el 6 de enero de 1641 junto al Río Quillén, actual Provincia de Cautín, de la que emanó el primer tratado de paz acordado entre mapuches y los españoles, después de casi un siglo de lucha en la guerra de Arauco.
El gobernador de Chile Francisco López de Zúñiga, marqués de Baides, había empezado pues a ofrecer numerosos agasajos y regalos a los caciques que se presentaban en Concepción.
Fue el caso de Antonio Chicaguala y Lincopichón, que en octubre de 1640 volvieron a sus tierras con bastones de mando con empuñadura de plata y con la invitación a todos los loncos para asistir a una junta que solemnizara las paces entre ambos pueblos.
Además Chicaguala había obtenido permiso de visitar libremente la ciudad, autorización que además fue acompañada de un regalo a propósito: un caballo de la mejor calidad.
El 6 de octubre se envió una citación a todos los encomenderos de la colonia, para que se presentaran en Concepción en diciembre y se integraran en la comitiva que acompañaría al gobernador y así acordar las paces con los mapuches.
Estas noticias despertaron gran escepticismo entre los españoles, convencidos así del carácter inconstante que atribuían a estos acuerdos. Por otro lado, la guerra permanente era una forma de vida y el de un gran mecanismo de ascenso social que tenía sus beneficiarios:
Lo general era cargar la mano sobre la inconstancia de estos indios, sobre sus traiciones, que los soldados con la paz se hacen holgazanes, la milicia se estraga y da en viciosa y en descuidada, llegando a jugar las armas y a vender los caballos, como cosas que ya no son necesarias. Los soldados sentían perder el pillaje, que no se haría caso de ellos ni luciría el buen soldado ni se sabría quien era valiente, y los puestos se darían al que los comprase o los negociase, y no al que con hazañas los mereciese; que no habiendo guerra les quitarían el real situado, y que ya se trataba de avisar al virrey que excusase a Su Majestad de un gasto tan excesivo como era de doscientos doce mil ducados cada año, y que faltándoles el situado andarían desnudos y sin premio. Diego de Rosales
El marqués organizó el parlamento en Quillín, en el llano a orillas del río del mismo nombre, uno de los afluentes del Río Cholchol. López acudió acompañado de un ejército de 1.376 españoles y 940 «indios auxiliares«. Por el lado mapuche el principal asistente fue el toqui Lientur, secundado por Butapichún, los loncos Chicaguala, jefe de 1000 guerreros, y Lincopichón, cabeza de 3000 lanzas.
Las reuniones se llevaron a cabo con una pompa y solemnidad que resultaba inédita para los españoles de Chile y en el lugar se dispuso de todo lo necesario para atender a los mapuches que asistieran, o sea, sobre todo comestibles y bebidas alcohólicas.
De acuerdo a la diversa naturaleza de las culturas participantes, los acuerdos no fueron solemnizados con una firma, sino con gestos.
Los caciques pasaron abrazando al gobernador, a sus consejeros y a los jesuitas que los acompañaban y tras esto, retribuyeron con sus propios presentes las atenciones y regalos del gobernador.
Tras finalizar la negociación, la comitiva española avanzó hasta La Imperial, donde le fueron entregados a algunos cautivos.
Se debe considerar que los documentos conocidos fueron así emanados únicamente por uno de los dos bandos que participaron en la reunión, los españoles, y que los acuerdos alcanzados fueron únicamente compromisos verbales.
En esto son diversos de lo que habitualmente se considera un tratado y en definitiva todo indica pues que ambos bandos trataron de dar a estas paces la calidad de compromiso solemne.
De hecho, la administración española archivó las actas del parlamento como un tratado internacional.
Los acuerdos fueron:
- Que los mapuches conservarían su absoluta libertad, sin que nadie pudiera molestarlos en su territorio ni esclavizarlos o entregarlos a encomenderos;
- Que su territorio tenía como frontera norte el Biobío;
- Que los españoles destruirían el fuerte de Angol, que quedaba dentro del territorio mapuche;
- Que los mapuches debían liberar a los cautivos españoles que retenían;
- Que dejarían entrar a sus tierras a los misioneros que fueran en son de paz a predicarles el cristianismo;
- Que se comprometían a considerar como enemigos a los enemigos de España y que no se aliarían con extranjeros que llegaran a la costa.
Los acuerdos fueron ratificados por el rey Felipe IV el 29 de abril de 1643.
El tratado suele ser interpretado como un claro reconocimiento oficial de la independencia de la nación mapuche por parte del Imperio español, o sea, esto es correcto si se considera que se aceptaba así a los indígenas una soberanía efectiva y sobre su territorio.
Esta soberanía no era limitada, sino por claros acuerdos propios de una alianza convencional entre dos naciones, como asegurar el libre tránsito para ciertos dignatarios o evitar el paso franco de los enemigos del aliado.
Pero el tratado también consideraba una fórmula conceptual de cesión de independencia y de acuerdo al acta española, los loncos mapuches reconocieron al rey de España como señor y le juraron vasallaje.
Y, aunque lo que esta declaración pudiera significar para los mapuches fuera algo relativo e intangible, la aceptación del señorío del rey se volvió en adelante uno de los puntos habituales y rutinarios de la pauta de los parlamentos mapuches, a pesar de que los pactos eran establecidos tanto en español como en el mapudungun, por lo que tales aceptaciones de la soberanía del Rey pudiesen ser solo interpretaciones de parte de los hispánicos.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Parlamento_de_Quil%C3%ADn_(1641)#:~:text=El%20Parlamento%20de%20Quil%C3%ADn%20o,en%20la%20guerra%20de%20Arauco.