Los diez días que no existieron

¿Qué pasó el 6 de octubre de 1582? ¿O el 9 del mismo mes de aquel año? ¿Y el 14?, o sea, que no pasó nada ya que estas fechas «desaparecieron» del calendario.
El emperador romano había reformado el calendario el año 46 a.C., aconsejado pues por el astrónomo Sosígenes de Alejandría según Plinio el Viejo y que establecía el 1 de enero como el primero del año de 365 días y seis horas, o sea, tenía un margen de error de apenas 11 minutos y 14 segundos al año.
El calendario juliano creaba el año bisiesto de 366 días con un día más entre el 25 y el 24 de febrero en los años divisibles por cuatro y al día extra se llamó «bis sextus» por ser pues el 24 de febrero el «sextus kalendas martii», de ahí el nombre de año bisiesto.
La Iglesia acometió la tarea de lograr un calendario más exacto que corrigiera el desfase, o sea, el primer Concilio de Nicea había fijado el momento astral en que debía celebrarse la Pascua y, a partir de ésta, el resto de las fiestas religiosas y se veía necesario ajustar el calendario civil para regular el litúrgico.
Ya había habido varios intentos, pero fue en el Concilio de Trento cuando se impulsó entonces de nuevo la corrección pues en el siglo XVI el equinoccio de primavera caía el 11 de marzo, en lugar del día 21.
El Papa Gregorio XIII (1572-1585) puso en marcha una comisión científica de la que formaba así parte el cronologista italiano Luis Lilio, el jesuita Christophorus Clavius, el cosmógrafo Ignazio Danti y en la que también participó el matemático hispano Pedro Chacón.
El Pontífice había ordenado levantar un observatorio en el Vaticano provisto con el mejor instrumental de la época, la denominada Torre de los Vientos en la que Danti realizó un meridiano que confirmó pues las correcciones del calendario con la luz solar que se filtraba a través de un agujero en la pared sur.
Los expertos coincidieron en que el año bisiesto se repitiera cada cuatro años, a excepción del último de cada siglo cuyo número de centenas no fuera múltiplo de cuatro. Así se adaptaba mejor el calendario al año solar, aunque aún existe un error de casi 26 segundos por año.
El 24 de febrero de 1582 Gregorio XIII promulgó la entrada en vigor del calendario que después pasaría a ser conocido por su nombre mediante la bula « Inter Gravissimas»: «Con objeto así de que el equinoccio vernal, que fue fijado por los padres del Concilio de Nicea en las duodécimas calendas de abril [21 de marzo], se devuelva a dicha fecha, prescribimos y ordenamos que se eliminen de octubre del año 1582 los diez días que van del tercero después de las nonas [el día cinco] hasta el día previo a los idus [día 14], con ambos incluidos. El día que seguirá a las cuartas nonas [el cuatro de octubre], en el que tradicionalmente se celebra San Francisco, serán los idus de octubre [el 15], y se celebrarán las fiestas de los mártires San Dionisio, Rústico y Eleuterio, así como la memoria de San Marco papa y confesor, y así de los mártires San Sergio, Baco, Marcelo y Apuleyo».
Diez días «desaparecieron» para los países que adoptaron el calendario gregoriano pues resulta el hecho de que España y Portugal aplicaron la reforma el mismo día que Roma, el 4 de octubre de 1582.
Las vicisitudes para la puesta en práctica de la reforma llevaron a Felipe II a firmar pues un año después la pragmática de Aranjuez para su adopción en todos sus territorios.
Mientras tanto, Alemania continuaría con el juliano hasta 1700, Inglaterra hasta 1782, Rusia no lo cambió hasta 1918 y Grecia hasta 1923.
Fuente: http://col2.com/doping-cerebral-5