Andrés de Urdaneta

Andrés de Urdaneta nació en Ordizia a finales de 1507 o principios de 1508 donde sus padres, Juan Ochoa de Urdaneta y Gracia de Cerain, pertenecían a la burguesía goierritarra.
El padre fue alcalde de Villafranca en 1511, y la madre al parecer tendría relación familiar con el sector de las ferrerías, a la luz de su parentesco, según Velasco, con Legazpi, y el reconocimiento por Urdaneta de Andrés de Mirandaola como sobrino suyo.
Recibió su bautismo de mar en la expedición de Loaysa que Carlos V envió a la Especiería (Molucas) en 1525, en la carrera que Castilla y Portugal mantenían por el dominio de aquellas islas de enorme valor económico.
El responsable náutico de la expedición era el circumnavegador Juan Sebastián Elcano, que mandaba la nao Sancti Spiritus, en la que embarcó Urdaneta, en un cargo sin especificar pero de gran responsabilidad.
Aunque se ha conjeturado, dada su edad, que embarcó como grumete o paje, las funciones que realizó nunca fueron tales: firmó como testigo documentos trascendentales como el testamento de Elcano, asumió pronto diversas responsabilidades y criticó, de forma acertada, varias veces en su diario a su jefe directo por su gestión náutica.
La expedición, compuesta de 7 naves, zarpó el 24 de julio de 1525 de La Coruña que tras sufrir graves vicisitudes en el estrecho de Magallanes y la pérdida de 6 naves por razones varias y de casi todos los dirigentes por enfermedad, finalmente arribó a Mindanao con una sola nave el 6 de octubre de 1526 bajo el mando de Carquizano, para posteriormente dirigirse a Molucas.
Urdaneta permaneció 9 años en estas islas, demostrando sus dotes de diplomático, estratega y observador y fue allí donde adquirió, del fracaso de los intentos de retornar a América por el Pacífico y de su trato con navegantes asiáticos, conocimientos claros sobre el clima y la navegación local que resultarán cruciales para el regreso de 1565.
El 22 de abril de 1528, Carlos V vendió a Portugal sus pretendidos derechos sobre las Molucas; al saberlo, varios años más tarde, los pocos castellanos que allí quedaban negociaron con los portugueses su retorno.
Urdaneta partió de allí el 15 de febrero de 1535, arribando a Lisboa el 26 de junio de 1536 y tras realizar su llegada, entonces los portugueses le requisaron toda la documentación de que llevaba, que incluía los derroteros de los viajes de Loaysa y Saavedra, así como mapas y «otras memorias y escripturas, lo cual tomo la dicha Guarda Mayor sin auto de escribano, ni nada, sino así de claro hecho».
Tras huir de Portugal por indicación del embajador español, el 26 de febrero de 1537 entregó en Valladolid un relato del viaje que refleja claramente sus dotes de observación, el gran conocimiento de las islas y su interés por los rendimientos de aquellas.
Por aquellas fechas le contactó Pedro de Alvarado, para que le acompañase en una nueva expedición desde la Nueva España. Para ello zarparon de Sevilla el 16 de octubre de 1538, pero a su llegada a México quedó en suspenso por las malas relaciones que tenía Pedro de Alvarado y el virrey Mendoza. La muerte de Alvarado dejó definitivamente esta expedición en manos de Villalobos, que volvería a fracasar en el intento de regreso.
Urdaneta permaneció en México ocupándose de cometidos de responsabilidad, como la investigación sobre la fracasada expedición de Cabrillo a la costa californiana en 1542. Por estas fechas escribe un relato sobre variados temas como la navegación por el Caribe, la formación de los ciclones tropicales, la reproducción de las tortugas marinas o la curación de las fiebres tropicales. En 1547 se le encomendó la organización de una armada para pacificar el Perú, pero el éxito de Lagasca hizo innecesaria la expedición.
El 20 de marzo de 1553, en México, Urdaneta ingresó en la orden de los agustinos, muy implicados en la educación de las élites indígenas pero aunque no hay muchos datos acerca su actividad religiosa sí sabemos que perseveró en sus actividades náuticas, ya que participó en la fracasada expedición de Tristán de Luna y Arellano a Pensacola en 1559, y mantuvo estrechas relaciones con su posterior conquistador, Pedro Menéndez de Avilés.
El 24 de septiembre de 1559, Felipe II ordenó al virrey Luis de Velasco el envío de una expedición a las Filipinas y disponía así la participación Urdaneta como máximo experto náutico de lo que ya se proyectaba como una ruta estable pero existen controversias sobre el destino final de esta expedición.
Sin embargo, la documentación existente permite establecer que las pretendidas contradicciones se debían muy posiblemente a una maniobra de enmascaramiento destinada a no despertar las suspicacias portuguesas.
Felipe II sabía, puesto que fue informado de ello, que las Filipinas caían dentro de la demarcación portuguesa según el llamado así Tratado de Tordesillas, pero también era sabedor de que en Filipinas no había portugueses.
Para consolidar el dominio de Filipinas y establecer un puente comercial con China era imprescindible, sin embargo, el hallar una ruta de retorno a través de Pacífico hasta Nueva España ya que cinco intentos anteriores de tornaviaje habían fracasado y Urdaneta era el hombre clave para resolver el desafío.
La expedición zarpa, al mando de Legazpi, el 21 de noviembre de 1564 del puerto de La Navidad, en Nueva España que siguiendo una de las tres alternativas propuestas por Urdaneta, navegó por la ruta más ecuatorial, bien conocida pues ya la habían usado para la ida Saavedra y Villalobos.
Urdaneta dio pruebas sobradas de la precisión de sus cálculos y su conocimiento del inmenso Pacífico pues el 21 de enero de 1565 avisaba de la proximidad de la isla de Guam, avistada al día siguiente; los pilotos de la expedición creían estar ya en Filipinas pero a donde no llegarían hasta el 13 de febrero.
A su llegada, exploraron diversas islas del archipiélago filipino en busca de un asentamiento definitivo por lo que el 15 de marzo de 1565, mientras continuaban con sus exploraciones, fondearon en Bohol, por la gran cantidad de madera existente en ella, para reparar la nao San Pedro destinada a efectuar el tornaviaje.

La ruta marítima de regreso desde Asia a América.
Los informes favorables de la fragata enviada al efecto indujeron a Legazpi a elegir Cebú como emplazamiento final, o sea, lugar donde los expedicionarios permanecerían para iniciar la conquista. La flota se trasladó allí el 27 de abril y Urdaneta fue el primero en ir a tierra para negociar con los nativos por sus conocimientos lingüísticos (al parecer, hablaba fluidamente el malayo, lengua de relación en buena parte del Sudeste asiático, además de tener conocimientos de varias lenguas locales más).
Establecido el asentamiento definitivo en Filipinas, sólo restaba descubrir la ruta que permitiera la conexión estable con la Nueva España.
El regreso de Filipinas a México en 1565 marcó un hito en la historia de la navegación ya que se trataba del viaje más largo, 7.644 millas, navegando por una ruta desconocida, de los realizados hasta entonces.
Un viaje de tanta transcendencia se ejecutó bajo el mando de un muchacho de 18 años, Felipe de Salcedo y la dirección técnica de un fraile de 57 años, Urdaneta. Sólo la confianza que inspiraba éste puede explicar lo que, en cualquier otra circunstancia, hubiera sido una temeridad suicida.
La nao San Pedro zarpó de Cebú el 1 de junio de 1565, aunque la navegación transpacífica propiamente dicha comenzó el día 9 al salir del estrecho de San Bernardino.que fueron impulsados por el monzón de verano y hasta el 4 de agosto navegaron al nordeste buscando la corriente del Kuro-Shivo que los impulsaría hasta Acapulco.
Ese día alcanzaron por primera vez los 39º de latitud norte en una longitud de 170º oeste y posteriormente, descendieron a los 32º N, y volvieron a subir a los 39º 30′ N el 4 de septiembre y estos dos ‘picos’ que prolongaban ‘innecesariamente’ la navegación no fueron casuales: Urdaneta intentaba verificar la longitud, coordenada indomeñable por entonces pero imprescindible para cruzar el Pacífico transversalmente.
Sus cálculos resultaron más que atinados ya que el piloto Espinosa, al concretar la primera estimación de distancia al continente americano, anota en su diario que Urdaneta calcula estar a 270 leguas del actual Cabo Mendocino, una distancia que se verificará tras los posteriores 15 días de navegación. Navegando exclusivamente por estima, tras 7000 millas sería imposible tal precisión.
El 18 de septiembre avistan la isla californiana de Santa Rosa con lo que culminaban la primera travesía del Pacífico de oeste a este y a partir de ese día, con una tripulación agotada pero no sin verse apremiados por el hambre o la sed, descendieron a buena velocidad costeando hasta el destino elegido por Urdaneta, Acapulco, a donde arribaron el 8 de octubre.
No sólo se deshizo el extendido mito de su imposibilidad, sino que fue un tornaviaje rápido y sin contratiempos, en el que nada se improvisó pues los frutos directos de aquel viaje perduraron hasta marzo de 1815 en que zarpó el último galeón de Manila y con ello se siguen materializando en una de las principales rutas marítimas del mundo moderno.
Tras la llegada del Tornaviaje a la Nueva España y prestar declaración ante la Audiencia Urdaneta se embarcó luego con destino a Castilla para rendir cuentas ante Felipe II y ya en Castilla, redactó el documento “Parecer del P. Andrés de Urdaneta”, sobre la así posesión de las islas de acuerdo a los términos del Tratado de Tordesillas, el 8 de octubre de 1566.
Cumplido este trámite y con la venía del Consejo de Indias, regresó al convento de San Agustín de México donde falleció el día 3 de junio de 1568
Fuente: http://www.andresurdaneta.org/urdaneta500/de/biografia.asp?nombre=1754&cod=1754&sesion=1