Los siete «pignora imperii» o las reliquias más importantes de la antigua Roma

Antiguamente las reliquias se denominaban pignus/pignora, literalmente ‘prendas, garantías’, es decir cumplían la función de talismanes y en la antigua Roma eran los protectores del imperio, garantizaban su continuidad, el poder y su conservación, además de la invencibilidad.
Las fuentes mencionan un número variable de estos objetos, aunque se suele considerar generalmente que la lista más correcta es la de 7 objetos que da Mauro Servio Honorato a finales ya del siglo IV en su obra de comentarios sobre Virgilio In tria Virgilii Opera Expositio.
Teniendo en cuenta todo esto podemos decir que estos siete Pignora imperii son:
El cetro de Priamo
Tras la caída de la ciudad ante los griegos, el cetro real se consiguió que fuera rescatado de las llamas y posteriormente llevado al Lazio por Ilioneo en nombre de Eneas, como un símbolo de paz y una garantía de alianza. Si existió, lo cual es ciertamente dudoso, pudo guardarse en el Palatino.
El velo de Iliona
Iliona, la hija mayor de Príamo y Hécuba, era la esposa del rey tracio Poliméstor, protagonista de una historia de traiciones y desencuentros con los troyanos.
El velo en cuestión estaba tejido en acanto y había sido un regalo de Leda a Helena con ocasión de su boda. Dado que Iliona ya había muerto llegaría, igualmente, con los refugiados troyanos.
El Paladio
El tercero de los objetos de procedencia troyana era una estatua de madera de tres codos de altura (metro y medio) que representaba, o bien a la diosa Atenea, o bien a Palas, su compañera de juegos siendo niñas a la que mató en un accidente, con una lanza en la mano derecha y una rueca y un huso en la izquierda.
El Paladio estaba en Troya desde que se llevó a cabo su fundación y que durante el periodo que duró fue encontrado por Ilio mientras construía la ciudad, o sea, se decía que Troya sería inexpugnable mientras el Paladio estuviera en ella, por lo que durante la guerra fue robado por Diomedes y Odiseo.
No obstante, otra versión de la historia dice que lo que se llevaron fue una copia, y el original acabaría llegando a Italia nuevamente con Eneas pues incluso Pausanias afirma esto último.
«Pero no estoy de acuerdo con ellos cuando dicen que en Argos está el sepulcro de Deyanira, hija de Eneo, y la de Héleno, hijo de Príamo, y una imagen de Atenea, la que fue traída de Ilion y la que hizo que Ilion fuese tomada. El Paladio —pues así se llama— es evidente que fue llevada a Italia por Eneas.» Pausanias, Descripción de Grecia II.23-5
Los romanos creían que el Paladio se guardaba en el templo de Vesta, o sea, donde lo había colocado el rey Numa Pompilio pues nadie podía verlo y por ello solo la Vestal Máxima sabía que era el original.
Las cenizas de Orestes
Orestes era el hijo de Agamenón y Clitemnestra, quien habría matado a ésta última y a su amante Egisto, como responsables de la muerte de Agamenón a su regreso de Troya. El propio Orestes, que falleció por la picadura de una serpiente en Arcadia, sería enterrado en Esparta.
Pero otra versión de la historia dice que su hermana Ifigenia lo incineró y enterró las cenizas en el bosque de Aricia, cerca de Roma, donde siglos más tarde fueron encontradas. Se guardaban, supuestamente, en el Templo de Júpiter Capitolino.
Los ancilia o escudos sagrados
Eran 12 escudos ovales de bronce con escotaduras a ambos lados que se guardaban en el templo de Marte a cargo de los sacerdotes saliares.
La leyenda cuenta que uno de ellos había sido hecho por el propio Marte y caído del cielo o entregado al rey Numa Pompilio, con la condición de que mientras se mantuviera en Roma, ésta dominaría el mundo.
Una historia tan parecida a la del Paladio troyano que Numa no se la quiso jugar y encargó entonces 11 copias del escudo, por si a alguien se le ocurría robarlo.
Las copias, realizadas por el herrero Veterio Mamurio, eran tan buenas que nadie pudo jamás distinguirlas del original y estos 12 escudos se sacaban en procesión cada año durante el mes de marzo, cuando los sacerdotes saliares desfilaban durante tres días con ellos colgados, golpeándolos a imitación del trabajo realizado por Mamurio.
La cuadriga de terracota de Veyes
Cuando el último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, construyó el templo de Júpiter Capitolino a finales del siglo VI a.C., encargó a Vulca, el más famoso de los escultores etruscos de la ciudad de Veyes, una cuadriga de terracota que representase el carro de Júpiter.
La leyenda dice que mientras se cocía en el horno, la escultura se hinchó tanto que fue necesario destruirlo para poder sacarla, lo que se consideró un presagio de prosperidad.
La cuadriga estaba situada en lo alto del frontón del tempo de Júpiter Capitolino, a modo de acrótera y en el año 296 a.C. fue reemplazada por una copia en bronce, a expensas de los hermanos Ogulnios.
La piedra negra de Cibeles, la Madre de los Dioses
Era una pequeña piedra negra cónica con forma de ‘aguja’, de probable origen meteórico, se conservaba en el Templo de la Magna Mater en el Palatino en una teca dentro de la boca de la estatua de la diosa.
Era considerada como el betilio de la diosa, es decir una piedra a la que se atribuye una función sacra por ser la morada de una divinidad o que estaba identificada con la misma.
También cabe señalar, que desde Pesinunte (ciudad de Galacia, al limite con Frigia) se trasladó hasta Roma en el 204 a.C. para conseguir así la victoria de Aníbal.
Pero, ¿por qué los pignora imperii eran siete? Hay fuertes reminiscencias bíblicas, porque en la Biblia el siete aparece continuamente, y aparece también en la tradición de otras religiones, como el Islam o el Hinduismo.
Toda la historia de Roma está ligada a este número: Roma, fundada sobre siete colinas un 21 de abril (múltiplo de siete), los primeros reyes de Roma fueron siete; siete fueron las cortes de los vigiles que eran loso encargados de apagar los incendios, catorce (múltiplo de siete) las regiones administrativas, siete eran los magistrados (Septemviri) que administraban las tierras y siete los Epulones (sacerdotes).
Entre las fiestas recordamos el Septimatrus, que se celebraba el séptimo día después de los Idus de Marzo, y siete los colosos de Roma, enormes estatuas que Marcial dijo que eran tan altas que podían tocar el cielo.
En el Colle Oppio hay una de las Siete Escaleras que toma nombre de los siete ambientes de un depósito de agua anexo a la Domus Áurea y además, siete debían ser los testigos para dar validez a un testamento o para poder atestiguar la esterilidad de una esposa.
El número siete indica globalidad, universalidad, equilibrio, perfección de un ciclo cumplido y dinámico, o sea, en Roma claramente era considerado como el símbolo mágico y religioso de la perfección porque estaba ligado al entero ciclo lunar y siete eran los cuerpos celestes Tierra, Martes, Júpiter, Venus, Saturno, Luna y Sol que componían la semana.
Fuente: https://reliquiosamente.com/2015/12/21/los-siete-pignora-imperii-es-decir-las-reliquias-mas-importantes-de-la-antigua-roma/