La misteriosa luz del Pardal

En tierras castellanas de Albacete, concretamente en los alrededores de la pedanía de El Pardal, hay una leyenda que dice que en la noche de difuntos, aparece en los caminos una luz de color anaranjado que acompaña a los que se atreven a recorrerlos.
Vienen reportandose estos avistamientos desde mediados del siglo pasado, y cuentan que están relacionados con el hallazgo de una de las necrópolis ibérica más importante de España.
En unas ocasiones se trata de una única luz, que se desplaza a medio metro del suelo entre senderos y arboledas, de una forma que a todas luces no es aleatoria. En otras ocasiones, en vez de una son dos, con el mismo comportamiento.
Decenas de personas han sido testigos de este extraño fenómeno, aunque muchos prefieren guardar silencio al respecto, no atreviéndose a reconocer lo que hubieran visto o presenciado en los campos albaceteños por alguna razón oculta.
Otros, los que se atreven a salir a la luz, relatan encuentros de lo más variado: Desde vecinos que la han divisado de lejos a aquellos que han visto cómo la extraña luz se subía a sus bicicletas cuando atravesaban los caminos de esta comarca albaceteña.
Y es que las luces de este tipo, como la luz del Pardal, según la antropología se presentan en lugares muy concretos: lugares que son de tránsito, como entre un mundo y otro: un río, lo alto de un risco o una encrucijada de caminos.
Lo más seguro es que el origen de la luz no sea único ya que en los pueblos estas historias de miedo calan muy hondo y se extienden de boca en boca muy rápidamente, y más si cabe si se producen en la noche de difuntos, con todo el respeto que infunden el alma de los muertos.
Al margen de los relatos de los vecinos del pueblo, también las fuerzas de seguridad han sido testigos de estas luces en la noche: En la entrada a la finca La Quéjola, por ejemplo, en marzo de 1982, una patrulla de la guardia civil se encontró con lo desconocido.
Los guardias civiles Eugenio Alarcón y José Olmo Guillén, durante su ronda habitual vigilando la seguridad en la zona, se encontraron con esta bola de luz, la luz del Pardal (que resplandecía a unos 50 cm de altura sobre el terreno) y que a priori, sin ser conscientes de lo que sucedía, confundieron con un cazador furtivo.
Pero se fijaron, se dieron cuenta de que, por donde circulaba la luz, no era terreno practicable. Tomaba una dirección imposible (si fuera una persona la que portara aquella luz). Y tampoco encontraron al supuesto cazador puesto que la luz acabó desapareciendo.
Meses más tarde, otro guardia civil, en plena ronda nocturna, experimentó de nuevo algo parecido: la luz se situó junto al lateral del vehículo policial pero tampoco en esta ocasión pudieron descubrir su procedencia.
Así que no son pocos los que, en los últimos años, han sido testigos mudos de este extraño fenómeno que se desliza en la noche manchega sin que nadie haya descubierto aún su misterio.
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