La curiosa momia de la mala suerte

En el Museo Británico de Londres se expone una tapa de ataúd egipcia que perteneció a una mujer de alto rango, a la cual se atribuyen múltiples desgracias y entre ellas destaca el hundimiento del Titanic.
Parece ser que a esta sacerdotisa, que tiene la mala costumbre de rondar por el museo por las noches, se le atribuyen las mil y una desgracias acaecidas a sus sucesivos propietarios y de aquellos que intentaron contar la historia de sus maldades.
Personajes de la talla de Yeats, Conan Doyle o Henry Rider Haggard hicieron referencia a la «momia de la mala suerte», incluso un periódico tan respetado como The Times publicó en 1921 un artículo que hablaba de los peligros que corrían quienes se cruzaban en su camino.
Al parecer, el objeto fue adquirido a unos ladrones de tumbas por un tal Thomas Douglas Murray que era miembro de un grupo de viajeros ingleses que se encontraba en Tebas entre 1860 y 1870.
El viaje de regreso a Londres con el objeto fue de todo menos tranquilo ya que tanto Murray como sus compañeros sufrieron diversos desastres pues uno se adentró en el desierto y nunca volvió a aparecer.
Otro perdió un brazo a causa del disparo accidental de un sirviente pero la maldición les persiguió una vez en Inglaterra pues otro miembro del grupo se arruinó y otro más contrajo una grave enfermedad que lo dejó postrado.
Al final, el objeto acabó en manos de la señora Warwick Hunt, hermana de uno de los damnificados por la actuación maléfica de la sacerdotisa pero los habitantes de su casa empezaron a sufrir también una serie de desdichas por lo que decidió donar el objeto al Museo Británico en 1889.
En el museo siguió causando desastres, algunos poco importantes como las caídas de turistas o las muertes de un fotógrafo que intentó tomar una imagen del objeto.
También, la del periodista Bertram Fletcher Robinson, que falleció en 1907 a causa de unas fiebres que algunos dijeron que estuvieron causadas por la momia, ya que el reportero se había atrevido a divulgar sus supuestos maleficios.
Pero la historia más fascinante que rodea a esta pieza es la que afirma que fue la causante del hundimiento del Titanic, pues al parecer, la leyenda sobre una momia maldita que iba en el barco fue lanzada por el periodista y espiritista William T. Stead.
Viajaba a bordo del Titanic (y no sobrevivió) pues reunido con otros viajeros en el salón de fumadores contó un relato de miedo protagonizado por las hazañas de la momia maldita donde dijo que viajaba a bordo del navío, enviada por su nuevo propietario, un multimillonario estadounidense, a su país.
Tras el hundimiento surgió otra increíble historia sobre las peripecias de la «momia de la mala suerte», o sea, el objeto flotó y fue recogido por una empresa de salvamento que lo llevó a EE. UU. e intentó devolverlo a su propietario, que estaba en Londres.
Pero el barco que transportaba a la «momia de la mala suerte» de nuevo a Inglaterra, el Empress of Ireland, también se hundió y el sarcófago fue de nuevo recuperado de las aguas.
Tras ello, la momia fue entregada al káiser Guillermo, en Alemania, al que de nuevo se produjo otra maldición, o sea, que poco después dio inicio la Primera Guerra Mundial.
Evidentemente, en torno a la cubierta de ataúd de la supuesta sacerdotisa de Amón Re se mezclan todo tipo de informaciones, algunas verdaderas, otras rumores y la mayoría auténticos disparates, pero se inscribe dentro de la tradición sobre las maldiciones de antiguas momias egipcias.
En todo caso, no queda ningún rastro del amuleto que según algunos rumores llevaba en su cabeza y rezaba así: «Despierta de tu postración y el rayo de tus ojos aniquilará a todos aquellos que quieran adueñarse de ti».
El hermoso sarcófago de la sala 62 del Museo Británico continúa observando a los visitantes con su media sonrisa y su expresión amable, y hace mucho tiempo que no se ha tenido que lamentar ninguna desgracia más.
Fuente: https://www.nosabesnada.com/cultura/la-momia-de-la-mala-suerte/