Matanza del Salsipuedes

Se conoce como Matanza del Salsipuedes al ataque del 11 de abril de 1831 que se realizó contra indígenas charrúas en Uruguay, por parte de tropas gubernamentales uruguayas al mando del presidente Fructuoso Rivera, quien ejerció su Comandancia en Jefe del Ejército durante la masacre y también participó de la misma su sobrino Bernabé Rivera.
Según la historiografía oficial uruguaya, en el ataque habrían muerto 40 charrúas y 300 habrían sido tomados prisioneros, algunos de los cuales lograron huir y entre las tropas oficiales hubo un muerto y nueve heridos.
El hecho es referido como punto culminante del exterminio del pueblo charrúa, cuya población (habiendo alcanzado, durante su apogeo, un máximo inferior a los 5000 individuos) venía siendo exterminada desde hacía siglos.
Existen también versiones negacionistas de la masacre, las cuales enfatizan que la misma fue una acción del poder del Estado contra un grupo diverso en el que participaron algunos descendientes de la tribu charrúa que causaban «inestabilidad y terror» entre los pobladores afincados en el interior de la república que nacía, y que en consecuencia había que «establecer el orden» en todo el territorio nacional para así el garantizar «la vida pacífica».
A su retorno de las Misiones Orientales, Fructuoso Rivera había intentado asentar en Bella Unión, en ese entonces llamada Santa Rosa, a una parte de los grupos que lo habían acompañado en esa campaña.
En febrero de 1830, el propio Juan Antonio Lavalleja recomendó a Rivera adoptar las providencias «más activas y eficaces» para la seguridad de los vecindarios y la garantía de las propiedades afectadas por los charrúas, a los que consideraba «malvados que no conocen freno alguno que los contenga» y que así no podían dejarse «librados a sus inclinaciones naturales».
La decisión de poner fin a esos grupos de indígenas que seguían las costumbres de los charrúas, que así ponían en riesgo la seguridad de las personas y sus haciendas, habría quedado así a cargo de Rivera, que había establecido buenas relaciones con algunos de los caciques en la época de los combates contra los diversos ocupantes del territorio y también gozaba de popularidad y adhesión entre todos esos grupos minoritarios, que no se habían adaptado, a las nuevas condiciones de vida.
Desde su posición de presidente, Rivera convocó a los principales caciques, de costumbres charrúas, o sea Venado, Polidoro, Rondeau y Juan Pedro ―junto con sus mujeres y niños―, a una reunión en un bucle o potrero formado por el arroyo Salsipuedes, diciéndoles que el Ejército los necesitaba pues con el objetivo de cuidar las fronteras del Estado.
Aunque, la versión que nos ha llegado, fue extraída de la novela, «La Boca del Tigre», de Eduardo Acevedo Díaz y según opiniones más recientes, no coincide con lo sucedido, ya que el gobierno nacional, debido a reiterados pedidos de los habitantes de la campaña, fue llamado, para poner orden, sobre todo en lo que hacía referencia a las reiteradas violaciones de mujeres, asesinatos y hurto, que padecía el país rural.
Según los relatos que surgieron a partir de la novela de Acevedo Díaz, el 11 de abril de 1831 asistieron a la reunión varios centenares de indios, que fueron agasajados y emborrachados.
En un momento, Fructuoso Rivera le pidió a su amigo el cacique Venado que le alcanzara su cuchillo para picar tabaco, y entonces lo habría matado de un tiro.
Esa habría sido la señal para iniciar el ataque pues inmediatamente fueron rodeados por una tropa de un total de 1200 soldados al mando de Bernabé Rivera. Según la historiografía oficial ―basada en el informe de Rivera― el saldo fue de 40 indígenas muertos y 300 prisioneros pero entre las tropas hubo 9 heridos y 1 muerto.
Los indígenas prisioneros, fueron trasladados a pie hasta Montevideo pues la mayor parte de ellos, o sea, fundamentalmente mujeres y niños, quedaron a cargo de familias de Montevideo, donde quedaron como empleados.
Cuatro de los sobrevivientes, (Vaimaca Pirú, Tacuabé, Senaqué y Guyunusa), fueron entregados a François De Curel, director francés del Colegio Oriental de Montevideo, quien había solicitado al gobierno, que ese grupo fuera trasladado bajo su responsabilidad, para estudios científicos, y ya en París, Curel, incumplió la solicitud, y los cuatro, fueron exhibidos como ejemplares exóticos de América.
Todos ellos, murieron en cautiverio pero la única excepción fue Laureano Tacuabé que logró huir pues con la hija de Guyunusa nacida en Francia, y no hubo más registros de su paradero.
Luego de Salsipuedes, Bernabé Rivera, fue en busca de los que habían logrado huir.
El 17 de agosto de 1831, Bernabé Rivera sorprendió ―en Mataojo, cerca de la desembocadura del río Arapey― a otros grupos comandados por los caciques El Adivino y Juan Pedro y los atacó, saldándose el episodio con 15 muertos y más de 80 prisioneros.
Bernabé Rivera informó que habían conseguido escapar 18 hombres, «8 muchachos de siete a doce años y cinco chinas de bastante edad» y, con ellos, Polidoro, único cacique sobreviviente.
A principios de 1832 hubo una sublevación de indios en Santa Rosa y Bernabé marchó a reprimirla, o sea, combatió la sublevación pero, en la tarea de perseguir a los fugitivos, el 20 de junio de 1832 dio rntonces con un grupo de 16 indios, aparentemente comandados por el cacique Polidoro, que llevaron a cabo una fuga.
Bernabé los persiguió con 24 combatientes hasta la hondonada de Yacaré-Cururú, despreciando entonces las advertencias de un baqueano, que lo alertó del peligro de estar siendo atraídos a una emboscada.
Cuando estaba en la parte central de la misma, los indios atacaron, matando a varios oficiales y soldados pues Bernabé, fue golpeado por unas boleadoras en la espalda, cayó de su caballo y, antes de que esté de nuevo pudiera montar en ancas de uno de sus hombres, fue alcanzado y capturado.
Eduardo Acosta y Lara, en su obra La guerra de los charrúas, transcribe el relato de Manuel Lavalleja (1797-1852; hermano del general Juan Antonio Lavalleja):
Allí entraron a hacerle cargos de los asesinatos hechos a sus familias y compañeros. El teniente Javier, un indio misionero y ladino, era de opinión de que no se matara a Bernabé (…) pero los otros todos, incluso las chinas, pedían su muerte, y aquél (Bernabé) les ofrecía cuanto ellos pudieran apetecer: les ofrecía que les haría entregar las mujeres e hijos; a esta oferta le preguntaron que quién entregaba las familias que él y su hermano habían muerto en Salsipuedes. Bernabé no tuvo qué responder y un indio llamado así cabo Joaquín lo pasó de una lanzada y a su ejemplo siguieron los demás. En fin, murió, le cortaron la nariz y le sacaron las venas del brazo derecho para envolverlas en el palo de la lanza del primero que lo hirió, lo arrastraron a una distancia donde había un pozo de agua y allí le metieron la cabeza, dejándole el cuerpo fuera.
El cadáver de Bernabé Rivera fue rescatado como cuenta Manuel Lavalleja, con la cara en un charco de agua.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Matanza_del_Salsipuedes