El propulsor del traje espacial, Emilio Herrera

Emilio Herrera Linares, nació en la calle San Isidro de la capital granadina, el 13 de febrero de 1879. Su familia era de la alta burguesía pues su padre fue un coronel de Infantería, con amplias inquietudes científicas y artísticas, tuvo incluso un laboratorio particular en su casa. Todo esto marcó tanto el carácter de Emilio como sus intereses científicos y artísticos.
Emilio no fue a la escuela antes de los 11 años. Su padre le dio clases hasta los 8 años y posteriormente fue un profesor particular quien se encargó de su educación.
Tras un breve paso, con 15 años, por la Universidad de Granada, ingresó en la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara pues a los pocos meses de entrar en la Academia su padre falleció, causando en Emilio una gran transformación.
En 1901 salió de la escuela de Ingenieros con el grado de teniente. A partir de ese momento comenzó una meteórica carrera en el mundo de la aviación y la aeronáutica.
En 1903 se incorporó a la Escuela de Aerostación, en donde participó en expediciones militares, deportivas y científicas.
Precisamente, fue durante las ascensiones en globo, a principios del siglo XX, cuando comenzó a investigar sobre la mejor manera de hacer viajes a la estratosfera.
A principios de la segunda década del siglo XX, Emilio Herrera se convirtió en el primer piloto español de dirigibles, y fue nombrado jefe del Aeródromo de Cuatro Vientos.

Traje espacial de Emilio Herrera y el actual de la NASA
Tras la primera Guerra Mundial, Herrera Linares creó el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, germen del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).
Estas instalaciones contaron con un impresionante túnel aerodinámico, que llamó tanto la atención, que hasta Albert Einstein se acercó, en 1923, a Madrid para visitarlo.
A partir de ese momento ambos investigadores forjaron una profunda amistad pues el mismo Einstein recomendó a Herrera para ingresar en la ONU donde Herrera se convirtió en consultor sobre temas de física nuclear de la UNESCO.
Emilio Herrera Linares fue un visionario pues planteó la propulsión por reacción en 1919, y predijo que tanto la propulsión por reacción como la nuclear serían una realidad en el siglo XX.
Los méritos de Herrera, en el terreno de la aeronáutica, le valieron, en 1931, el reconocimiento de la Sociedad de Naciones como experto internacional de aviación.
A principios de los años 30 del pasado siglo, Herrera diseñó y construyó un globo que pudiera ascender hasta los 20.000 metros de altura pero quizás lo más interesante de este proyecto fue la elaboración del traje “espacial”, al que llamó escafandra estratonáutica, y que puede considerarse como el antecesor legítimo de los trajes espaciales que, tres décadas después, utilizarían estadounidenses y soviéticos en sus viajes espaciales.
El interior del traje, compuesto de varias capas, consistía en una funda hermética (probada en el baño del piso de Herrera en Sevilla). La primera capa era de lana, y cubría totalmente el cuerpo del cuello a los pies. La segunda era de caucho, material impermeable al aire, y la última capa estaba realizada de hilos de acero, placas de duraluminio y pliegues, que permitían la movilidad de cadera, hombros, codos, rodillas y dedos.
El casco, de aluminio, similar al de los buzos, contaba con una visera con tres capas de cristal: una irrompible y otras dos con filtros infrarrojos y ultravioletas. Además disponía de micrófono, respiradores, un sistema que filtraba el dióxido de carbono, termómetros y barómetros interiores y exteriores.
El propio Emilio fue quien, en enero de 1936, llevó a cabo la ascensión en globo hasta los 20.000 metros, resultando todo un éxito pues en esos años España estaba a la par de Estados Unidos y la Unión Soviética en lo que aeronáutica se refiere.
En febrero de 1939 el piloto español, marchó a París donde vivió de los ingresos que le reportaban sus patentes, su labor en la UNESCO, y de ser ingeniero consultor adjunto a la dirección de la Office National d’Études et de Recherches Aérospatiales (ONERA).
Durante su exilio en Francia, la agencia norteamericana del espacio (NASA) le propuso trabajar en diversos proyectos espaciales, sin embargo, Emilio declinó el ofrecimiento.
Según el aviador, Antonio García Borrajo, la causa del rechazo de Emilio a los americanos, fue que el piloto español pidió a la NASA que ondeara la bandera española en la Luna, pero los americanos, le dijeron que la única bandera que se plantaría en dicho satélite sería la de Estados Unidos.
Emilio Herrera Linares aceptó, en 1951, encargarse del Ministerio de Asuntos Militares del Gobierno de la República en el Exilio, y fue nombrado presidente del gobierno de la República en el Exilio, entre los años 1960 y 1962.
Murió en Ginebra el 13 de septiembre de 1967 y sus restos reposan, desde 1993, en el cementerio de San José de su Granada natal, sobre su tumba reza la inscripción “no lo lloréis, imitadlo”.
Dos años después de su muerte, el hombre llegó a la Luna, en el Apolo 11. Neil Armstrong se acordó de Emilio Herrera Linares, en el primer viaje a la Luna.
Trajo una piedra lunar, para que se la hiciera llegar a los familiares de Herrera y Neil Armstrong dijo: “que de no ser por el invento de mi maestro nunca habría llegado a la Luna”.
Fuente: https://rinconesdegranada.com/escultura-a-emilio-herrera-linares