La escritura romana

El conocimiento de la escritura romana nos permite conocer el origen de la escritura capital que coincide con nuestra actual mayúscula, también de la especialización de la escritura con la aparición de minúsculas pues con fines librarios (uncial, semiuncial) o de uso más corriente (cursiva romana).
Los testimonios que se conservan de escritura romana generalmente están realizados en un soporte duro, esto se debe a que el soporte preferido para la elaboración de libros y documentos era el papiro, un material cuya conservación era inferior en comparación con el pergamino o el papel.
También se conservan algunos códices que en ocasiones eran reutilizados a posteriori para escribir nuevos textos, los famosos palimpsestos cuyo contenido original se puede rescatar gracias a las nuevas tecnología.
Los estudios sobre escritura romana han tenido menor popularidad que aquellos dedicados a otras escrituras de forma clara posteriores, algo que se debe al conflicto de competencias entre la paleografía y la epigrafía, todos los tipos pues de escrituras que se realizaban en un epígrafe no eran estudiadas desde la perspectiva paleográfica.
En este caso debemos señalar un nombre propio, el del paleógrafo Jean Mallon, considerado principal impulsor de los conocimientos sobre escritura romana cuya carrera se desarrolló en las décadas centrales del siglo XX, si bien toda su formación tuvo lugar en el prestigioso École des Chartes y sus investigaciones tuvieron lugar en España.
En su libro “Paléographie Romaine” (1952) resolvió la dicotomía entre soportes blandos y duros, entre la paleografía y epigrafía, al opinar que no existe ningún conflicto entre ambas disciplinas ya que ambas estudian por ello dos aspectos diferentes de las inscripciones, mientras la epigrafía profundiza en el contenido, la paleografía se limita al hecho gráfico que se da en todos los materiales que contienen escritura.
La escritura romana abarca un largo periodo cronológico que coincide con el de la existencia de la Antigua Roma, unos catorce siglos desde la fundación de Roma en el 754 a.C. hasta la caída de Roma en el 476 d.C. donde la escritura latina tuvo una evolución. Por consiguiente, los especialistas dividen la historia de la escritura romana en tres claras etapas: el periodo arcaico, el periodo clásico y el periodo nuevo.
El periodo arcaico es el más extenso ya que abarca desde los orígenes de Roma hasta el primer siglo antes de Cristo, es del que menos conocimiento tenemos al ser del que menos fuentes se conservan, todas ellas de carácter epigráfico.
Su importancia reside en ser la época en que se forma el alfabeto latino a partir del alfabeto griego y su intermediario el alfabeto etrusco y además la escritura epigráfica se normaliza progresivamente y aparecen las primeras tendencias cursivas.
El periodo clásico se desarrolló entre tres siglos que abarcan desde el siglo I a.C. hasta el siglo II d.C., así el número de fuentes conservadas aumenta notablemente no sólo por la conservación sino también porque coincide con un periodo en que se escribió más al coincidir con el esplendor del Imperio Romano. La escritura mayúscula presenta con ello dos variedades diferenciadas según la velocidad necesaria: la capital clásica y la común clásica.
El periodo nuevo o postclásico se inició en el siglo II d.C. y se extendió no solamente hasta la propia caída del Imperio Romano de Occidente sino durante los siguientes siglos ya que los Reinos Bárbaros se adaptaron pues a los usos de la administración y cultura romanas.
La principal innovación de esta etapa es la introducción de la escritura minúscula, pero cabe destacar también con ello el cambio técnico que supuso la aplicación del ángulo recto.
La capital clásica continua siendo la escritura preferida para los epígrafes aunque aparecen variedades más toscas, así mientras que la común clásica abandona el modelo mayúsculo y se convierte en la cursiva nueva, finalmente aparecen dos nuevos modelos de escrituras minúsculas para solucionar la demanda libraria en formato códice: tanto la uncial y la semiuncial.
El primer tipo de escritura practicado en la Antigua Roma fue el que conocemos por escritura originaria, que es aquella que aparece en los epígrafes del periodo arcaico, o sea, se trata de una escritura mayúscula de libre ejecución que así puede ser premeditada y armoniosa o más bien espontánea y caótica, siendo el origen posterior de la capital clásica y de la común clásica.
La capital clásica es la canonización de ese modelo elegante de la escritura arcaica que fue entonces progresivamente normalizándose hasta el periodo clásico.
La capital clásica es una letra mayúscula que se basaba en formas geométricas y regulares (tendencia a la línea recta y a los ángulos), aunque posteriormente fueron apareciendo modalidades menos solemnes con el mismo fin pero con inferiores medios.

La escritura uncial romana
La capital clásica es el tipo ideal para una escritura del poder, la registrada en los monumentos romanos, dada pues su elegancia y la facilidad de su lectura por lo que su uso se extendió durante toda la romanidad, después pervivió en la época medieval en los epígrafes y en los incipits y las letras iniciales de los manuscritos, para finalmente convertirse en el modelo de nuestra actual letra mayúscula.
La capital rústica es una versión menos armoniosa de la capital clásica, se aplica sobre todo en el soporte librario y a diferencia de la capital elegante, la otra variedad libraria de la capital clásica, se tiende al uso de líneas curvas y así en ocasiones los caracteres no respetan el sistema bilineal mayúsculo.
La común clásica es la variedad cursiva que evolucionó a partir de la escritura originaria, era la escritura de uso pues corriente en la época clásica que conocemos bien en epígrafes pero que de su uso cotidiano apenas tenemos fuentes, esto se debe a que normalmente se ejecutó en soporte papiro y apenas nos llegan restos conservados como es el caso de los papiros del Oxyrrinchus (Egipto).
Por ello resultó fundamental el hallazgo de las tablillas de Vindolanda situadas en el Norte de Gran Bretaña, así en las proximidades del muro de Adriano, la frontera más septentrional del Imperio.
Esta escritura no tiene ligaduras y sus caracteres son versiones rápidas de los utilizados en la capital clásica, que así en algunos casos se deformaron de tal manera que apenas se reconocen como es el caso de la letra «B» cuya evolución así fue estudiada por Jean Mallon, sucediendo lo mismo con la «E», la «F», la «M» o la «N», que se convierten así en simples rasgos verticales más fácilmente ejecutables con el punzón.
La escritura cursiva nueva es la variante cursiva usada durante el periodo nuevo, a diferencia de la común clásica, pues estamos ante un modelo que no se inspira en la capital clásica, que utiliza letras minúsculas enormemente deformables para trazarlas de manera rápida y utilizando ligaduras, además es una escritura no contrastada.
Tiene una gran difusión por los altos niveles de escolarización y aparecen especializaciones como las versiones propias de las cancillerías pues aparece en los siglos II-III d.C. y es adaptada por los reinos bárbaros que en ocasiones realizan sus propias versiones y finalmente desaparece ante el predominio de la escritura carolingia.
La escritura uncial es el primer tipo de escritura dirigida exclusivamente a la confección de libros, se trata pues de una variante caligráfica de la escritura cursiva nueva adaptada al soporte pergamino, que auna las formas mayúsculas y de minúsculas, y carece de ligaduras, en ella se observa el influjo de las formas redondeadas de la escritura griega, siendo sus letras características la «A», la «D», la «E» y la «M».
Esta variante aparece en el siglo IV d.C. y pervive hasta época carolingia, cuando es definitivamente relegada así por la escritura carolina.
La escritura semiuncial es otra variante libraria de la escritura cursiva nueva, en este caso pues totalmente minúscula (a excepción de la letra «N») y con la presencia de algunas ligaduras, siendo sus letras características la «A», la «G» y la «R».
Esta variante surge en el siglo V d.C. para satisfacer la amplia demanda de libros con una escritura que resulta pues ser menos solemne pero más económica, como en el caso de la uncial, su uso se prolonga hasta época carolingia.
Fuente: http://conscriptio.blogspot.com/2013/01/la-escritura-romana.html