El crimen de Los Galindos se cometió para ocultar una estafa millonaria

El móvil del crimen de Los Galindos fue un fraude económico en la cooperativa Coduva, en la que participaba esta finca olivarera de Paradas, y el autor fue un profesional del soborno al que recurrieron varios implicados en la estafa.
Entre ellos el propio marqués de Grañina, para chantajear al manijero, Manuel Zapata, que había descubierto todo el desfalco y pensaba contárselo al padre de Mercedes Delgado, esposa del marqués y dueña de las tierras.
Al autor se le fue la mano en presencia del marqués Gonzalo Fernández de Córdova y de su administrador, conocido como don Antonio. Dio a Zapata un golpe seco en la cabeza con una «pajarita» —una barra de hierro de las empacadoras— y le clavó uno de los ganchos donde su esposa, Juanita Martín fue testigo de los hechos.
Esta es la hipótesis que expone Fernández de Córdova, que trata de lavar la imagen de las víctimas involucrando a su propia familia, o sea, la teoría que más se ha difundido hasta ahora se basa en el enfrentamiento entre dos matrimonios, el de Zapata y Juanita contra el de José González y Asunción Peralta.
Zapata era un guardia civil retirado que trabajaba con toda lealtad para el legítimo dueño de la finca, el padre de doña Mercedes, don Manuel Delgado.
Había descubierto un fraude en la cooperativa Coduva de muchos millones de pesetas de la época y, cumpliendo con sus principios de honor y fidelidad, aprovechó un viaje del marqués a Málaga para organizar un viaje a Sevilla y contarle todo lo que estaba pasando al señor, suegro de Grañina.
Todo estaba preparado para el desplazamiento a Sevilla el 22 de julio de 1975 y el manijero había avisado a uno de los empleados de la finca, José González, para que esa tarde fuera al cortijo con su esposa, Asunción, para cuidar a su mujer, Juanita, que se encontraba enferma.
Había acordado incluso pagarles el jornal a los dos por hacer esta labor de compañía lo que obligó a González a abandonar su puesto en horas de trabajo y cubrirlo con otro empleado que nunca había estado en el campo.
Indicios que luego le implicaron pero el hijo de Grañina sostiene ahora que cuando el manijero se estaba vistiendo para su viaje llegaron a Los Galindos tres personas: el marqués, el administrador y un desconocido al que en el libro se le da el nombre falso de Curro.
Llevaban dinero para sobornar a Zapata a cambio de su silencio pues de hecho, los investigadores encontraron los billetes en el escenario del crimen.

Rastro de sangre de una de las víctimas
Pero el ex guardia civil no aceptó el chantaje y Curro tenía la consigna de asustarlo y, si era necesario, darle una paliza para convencerlo. Sin embargo, todo acabó de forma inesperada pues lo mató de un solo golpe.
La siguiente en caer fue Juanita al ser testigo directo de ello y la intención de los tres, el asesino y los responsables del fraude a los cooperativistas, era que la cosa acabara ahí.
El marqués y don Antonio habrían colaborado en el traslado de los cádaveres y cerraron la casa para marcharse por Marchena y volver a subirse al tren en La Puebla de Cazalla con dirección a Málaga, donde supuestamente estaban desde hacía varios días porque un familiar de Grañina acababa de morir.
Curro se quedó solo en la finca porque el matrimonio González estaba a punto de llegar y se encerró en el taller de los tractores a esperar a José y Asunción con la voluntad de hacerles creer que Zapata se había ido a Sevilla en compañía de Juanita y allí ya no quedaba nadie.
Pero la quinta víctima fue Ramón Padilla, otro tractorista de Los Galindos al que se le había estropeado el motor de arranque que se cruzó entonces en el camino equivocado de la bestia.
Este hombre apareció en el cortijo para pedir ayuda a Zapata y, aunque se lo encontró todo cerrado, se fue directamente al taller para buscar herramientas con las que intentar arreglar la avería.
El asesino cogió entonces una escopeta vieja que había en la nave, que tenía un percutor roto, y disparó contra Ramón, que se protegió cruzando sus brazos.
El tractorista no murió de este disparo y corrió hacia el interior de la hacienda para pedir auxilio a Zapata. Luego, cuando vio que lo tenía todo perdido, intentó huir por un camino, donde Curro lo sentenció por la espalda.
El relato de Juan Mateo Fernández de Córdova en el libro donde se desvela todo es muy directo. Los González llegaron en mitad de esta escena, así que el asesino los incluyó en la masacre.
Les dio el alto en la explanada, les obligó a bajar de su Seiscientos y, como la escopeta no funcionaba, los mató a culatazos para llevarlos al pajar y les metió fuego.

Lugar donde apareció el cadáver de Manuel Zapata
Con el incendio consiguió que todas las ayudas se centraran en ese foco durante las primeras hora pero Curro consiguió huir aunque iba herido porque González le había podido dar varios navajazos defensivos.
Esto lo acredita, según Fernández de Córdova, el hecho de que apareció sangre que no pertenecía a ninguna de las víctimas en el poyete de una casa en ruinas de una finca vecina.
Antes de fugarse, no obstante, Curro preparó la escena, o sea, le puso a Zapata una canana en la cintura, a pesar de que estaba vestido con un traje, para que pareciera que el manijero había sido el autor de los disparos a Ramón.
En estos tres últimos asesinatos ya no estaban el marqués y el administrador, que en todo caso habían llegado demasiado lejos para callar a Zapata, ya que aunque no habían dado orden a Curro de perpetrar aquella sangría, estuvieron involucrados y callaron durante años, según subraya el libro.
El marqués, Gonzalo Fernández de Córdova, murió en 2015 en Jerez. Arruinado. Su hijo nunca lo entendió porque tenía once millones de pesetas en la Caja Rural de Utrera que nunca tocó. ¿Por qué?
Ese dinero es la clave que ha desvelado el caso junto con la confesión de doña Mercedes a Juan Mateo el día de la muerte de Grañina, o sea, la dueña le explicó que al terminar la investigación fue a la finca y entró en la casa principal, que siempre estaba cerrada a cal y canto porque allí guardaba las cosas de su difunto hermano Kiko.
La propietaria prohibía a todo el mundo entrar ahí pues solo ella y su marido tenían la llave, o sea, ni Zapata ni Juanita podían acceder por su cuenta.

Diario haciéndose eco de la noticia
Sin embargo, ella se encontró allí dentro un charco de sangre fresca y decidió limpiar de forma urgente y mantenerlo en secreto porque eso sólo podía tener un significado: su esposo había participado en los hechos.
El marqués estaba implicado en el fraude económico y para impedir que saliera a la luz tomó una decisión que acabó en un delito mucho peor: cinco muertos, dos de los cuales fueron asesinados en su presencia.
Juan Mateo Fernández de Córdova ata todos los cabos sueltos de esta historia en un libro que desmonta todas las teorías que se han barajado hasta le fecha.
Una cooperativa aceitunera participada por varios latifundistas de Utrera entre los que estaba el propio marqués de Grañina había sufrido un desfalco millonario.
«A raíz de su muerte y al dar yo mismo la noticia a mi madre, en una mañana de tensión, me revela algo hasta entonces desconocido para mí sobre el crimen de Los Galindos, algo que pasó inadvertido, que es clave y que desde entonces me empuja obsesivamente a discurrir sobre el tema y a replantearlo hasta encajar todo lo ocurrido», explica Fernández de Córdova en su obra, donde están todos los detalles que podrían resolver uno de los grandes misterios de la crónica negra española.
Fuente: https://blogs.elconfidencial.com/espana/matacan/2019-12-01/los-galindos-el-asesinato-de-papa_2359652/