El crimen de Santa Cruz do Valadouro

En la noche del 22 de noviembre de 1888 un grupo de hombres, armados con palos y otros utensilios de labranza, se dirigen montados en caballos hacía la casa rectoral del párroco de Santa Cruz do Valadouro.
Encabeza la macabra cuadrilla Manuel Loxilde Castrillón, concejal del Ayuntamiento de A Pastoriza, municipio de la Terra Chá lucense y cometen el error de que son vistos por vecinos y conocidos, quienes posteriormente testificarían en el juicio.
Incluso, se dice que un hombre, de apellido Braña, les advirtió de las consecuencias que podrían acarrearles su funesto plan pero no se pudo detener ya que se había iniciado tres meses antes.
El inductor Manuel Loxilde se encontraba en una muy delicada situación económica y no quería -o no podía- dar marcha atrás ya que en breve se iniciaría un proceso de embargo de sus bienes a causa de las deudas contraídas con distintos prestamistas.
También era conocedor de la buena situación económica de la que gozaba el párroco de Santa Cruz, don Manuel Neira, quien se supone que se dedicaba a negocios de préstamo a quién recurría a sus servicios.
En torno a las ocho de la noche llegan al lugar elegido para perpetrar la masacre donde Manuel Loxilde será el encargado de llamar a la puerta de la casa rectoral.
El párroco la abre sin ningún problema al conocer a que es Manuel Loxilde quien llama y entonces los criminales aprovechan esta circunstancia para abalanzarse sobre el cura y entrar de lleno en la vivienda en la que se encuentran otras personas, dos mujeres y un hombre, todos ellos al servicio del párroco.
Ante esta situación, el principal objetivo era robar al cura mientras que a las personas que se encontraban en la casa con el párroco les introducen trapos en la boca con el objetivo de que su muerte se produzca por asfixia.
Se sabe, según el sumario, que uno de los participantes de este crimen se encargó de asfixiar con sus manos al sacerdote, pues declararía en el transcurso del juicio que pataleaba mucho.
Además del párroco, son asesinados también sus tres criados: Luisa García, de 66 años; su hermano, Jesús García y una sobrina de ambos, Josefa Gasalla García, una joven de tan solo 22 años.
Convertida la rectoral en panteón, buscan por todos los rincones la supuesta fortuna que le atribuían al religioso pues existen distintas fuentes sobre el botín que alcanzaron en el brutal atraco: Hay quienes lo elevan hasta las 70.000 pesetas de la época, en tanto que otros lo reducen hasta tan solo 970 pesetas.
Al marcharse del macabro escenario, los autores de la matanza cometen muchos errores que luego servirán a los investigadores como prueba de cargo.
Así, se apoderaron de algunos candelabros y objetos religiosos que posteriormente abandonarían, así como de una escopeta de caza con la que harían lo mismo.

La casa parroquial de Santa Cruz del Valle de Oro
A la mañana siguiente del crimen, el 23 de noviembre de 1888, un mozalbete que ayudaba al sacerdote a oficiar misa descubre el tétrico escenario en el momento en que se dirige a la casa rectoral.
Se encontró con las puertas abiertas, con la casa completamente revuelta y al tiempo que se van divulgando los hechos, el vecindario de las comarcas de A Mariña y Terra Chá, las más próximas al escenario del horrendo crimen, se alarman, produciéndose una sensación generalizada de temor y consternación.
El médico forense de Mondoñedo, el prestigioso y célebre escritor gallego Manuel Leiras Pulpeiro se encarga de hacer las autopsias a los cuatro cadáveres de las personas asesinadas.
En sus indagaciones, llega a la conclusión de que la matanza se produjo antes de que las víctimas hubiesen cenado, pues no encuentra rastro alguno de comida en sus bolsas estomacales.
Mientras esto ocurre, los criminales hacen una vida completamente normal, abusando incluso de su propia arrogancia que finalmente terminará redundando en contra suya.
Loxilde Castrillón paga las deudas antes de que llegue la ejecución de las mismas y otro tanto hace un sujeto conocido como «O Roxo», que ayudó a Loxilde a efectuar su macabro plan. I

Imagen de los condenados por el cuadrúple crimen de O Valadouro.
Incluso se cuenta que el concejal de A Pastoriza esperó en una cuadra de uno de sus acreedores hasta el día siguiente, porque en el momento en el que le iba a pagar no se encontraba en casa.
Las pesquisas de la Guardia Civil avanzan de forma lenta, pero enseguida comienzan a encajar las piezas de aquel enrevesado rompecabezas ante el que se hallaban.
Se practican hasta diez detenciones, aunque varios de los detenidos son puestos en libertad al comprobarse su inocencia pero durante la investigación resulta clave la declaración de un detenido apellidado Braña, a quien en un principio se relacionó con el suceso.
Declara que la noche de autos se encontró con los criminales y que les advirtió acerca de las consecuencias que podría acarrearles sus pretensiones.
La actitud de aquellos hombres le resultó muy sospechosa y gracias a esta información finalmente son detenidos seis individuos, todos cómplices o convictos de asesinato.
En el transcurso del juicio, que se inició el 1 de abril de 1889 y que se celebró en la Audiencia de Mondoñedo, los acusados incurren en múltiples contradicciones.
Como estrategia de defensa se acusan mutuamente entre ellos y el fiscal que lleva el caso, en sus conclusiones definitivas, eleva la petición de seis penas de muerte para los acusados.
El día 25 del mismo mes de abril se conocen las sentencias definitivas, o sea, los procesados son inculpados de delito completo de robo con homicidio por lo que son sentenciados a la máxima pena.
Además de Manuel Loxilde Castrillón, resultan condenados también, Ramón Seivane García, a quien se atribuía el asesinato del sacerdote; José García Seco, Ramón García, que era primo de una de las víctimas a la que el asesinó personalmente; Antonio Fernández y José Lindín.
Este último, adujo -en su defensa- que había participado en el crimen porque carecía de cualquier sustento que llevarse a la boca la mayor parte de sus días.
Ahora solo les quedaba la apelación al Tribunal Supremo, quien se encargaría de ratificar las sentencias impuestas por la Audiencia de Mondoñedo.
A lo largo del día 25 de abril de 1890, fecha designada para la ejecución, los operarios que trabajaban en la elaboración de los seis cadalsos fueron duramente increpados por parte de los familiares de los condenados, o sea, pedían el indulto por parte de la reina regente María Cristina de Habsburgo.
Finalmente, la reina concede la gracia del indulto a cinco de los sentenciados a muerte y el único que morirá en el patíbulo será Manuel Loxilde Castrillón, autor de la planificación del asalto y muerte del sacerdote y sus criados.
Los cinco indultados serían condenados a prisión perpetua, siendo destinados al penal de Ceuta y cuentan algunas crónicas que estos dejaron impresos sus nombres en las paredes de la prisión donde unos treinta años más tarde serían puestos en libertad.
Fuente: https://criminalia.es/asesino/7711/