Sisebuto y la ley contra los judíos

La persecución de los judíos en la Hispania visigoda se produjo en el Reino visigodo de Toledo tras la conversión del rey Recaredo al catolicismo, abandonando así su fe cristiana arriana anterior.
A partir de ese momento los reyes visigodos y la Iglesia católica, que ejerció una enorme influencia sobre ellos a través de los Concilios de Toledo, fueron acentuando su antijudaísmo cristiano y desplegando una serie de medidas contra los judíos y su fe.
Al «piadoso rey Sisebuto» quien «se interesó vivamente en los asuntos de la Iglesia, a la que gobernó con mano firme» y quien «fue el primer y único rey visigodo que obtuvo y mereció fama como autor latino» le cabe «el honor de haber comenzado la prolongada y feroz persecución de los judíos, que desfiguró la España del siglo VII».
Nada más acceder al trono, «se mostró muy defraudado por la poca efectividad práctica de la legislación llevado pues a cabo por Recaredo», ya que sus sucesores Witerico y Gundemaro no la hicieron cumplir.
Sisebuto aprobó dos nuevas leyes contra los judíos: En la primera, les prohibía que tuvieran esclavos cristianos, pues «el funesto poder que éstos [los judíos] ejercen entre los cristianos debe ser desarraigado y el pueblo cristiano, consagrado a Dios, debe ser conducido hacia la gracia bajo el recto amor de la fe».
El propósito de Sisebuto era conseguir lo más rápidamente posible la liberación de los esclavos cristianos de sus amos judíos, aunque esto no significaba que se convirtieran en hombres libres, sino que los propietarios estaban obligados a vender a sus esclavos a compradores cristianos a un precio razonable y se les ofrecía la posibilidad de manumitirlos.
Si antes del 1 de julio de 612 un judío todavía poseía esclavos cristianos, les serían confiscados la mitad de sus bienes y el esclavo obtendría la libertad.
En la segunda, tras ratificar la prohibición absoluta de los matrimonios mixtos, se obligaba a separar a los cónyuges si la parte infidelis (el judío o la judía) se negaba a convertirse al cristianismo, recayendo claramente sobre ellos la pena de destierro perpetuo y la confiscación de todos sus bienes.
Al final de esta segunda ley, Sisebuto advertía a los reyes que le sucedieran que recaería una maldición sobre ellos si no hacían cumplir las leyes antijudías pues unos sesenta años más tarde, Ervigio todavía recordaba esta maldición con vivo temor.
Esta segunda ley también se ocupó del proselitismo de los judíos, endureciendo el castigo a los cristianos convertidos que no quisieran volver a su antigua fe: serían azotados públicamente, sufrirían la decalvación y se convertirían así en esclavos del Tesoro.
En cuanto al judío que hubiera inducido a un cristiano a convertirse a la ley de Moisés, sería ejecutado y además todas sus propiedades serían confiscadas., o sea, son medidas brutales y severas, una forma desproporcionada y fanática de hacer efectiva la función real de defensor de la fe católica».
El resultado concreto de estas dos leyes fue, según Joseph Pérez, que los judíos quedaban excluidos de la estructura social; como se les prohibía tener esclavos y colonos, les resultaba imposible o por lo menos difícil cultivar o poseer grandes posesiones.
Pocos años después de la promulgación de estas dos leyes, Sisebuto endureció aún más su política antijudía e inició una campaña de conversiones forzosas de los judíos al cristianismo, que había comenzado con los que fueran hijos de los ilícitos matrimonios mixtos, y que culminó con el decreto de la primera conversión general al catolicismo de todos los judíos.

San Isidoro de Sevilla
El texto original de la ley no se ha conservado, pero a ella se refiere Isidoro de Sevilla en su Historia rerum gothorum suevorum et vandalorum:
Sisebuto, al comienzo de su reinado, llevó por la fuerza a los judíos a la fe católica, mostrando en ello gran celo, pero no según la sabiduría; pues obligó por el poder a los que debió atraer por la razón de la fe y como está escrito: ya por la ocasión, ya por la verdad, con tal de que Cristo sea anunciado
Como consecuencia de este decreto, muchos judíos abandonaron Hispania, pero en realidad su número exacto no se sabe con exactitud. E.A.
Los judíos que permanecieron en Hispania, se convirtieron pero solo en apariencia, por lo que Sisebuto, creó, entonces un problema social y religioso nuevo en Hispania, o sea, el problema de los pseudoconversos que sería pues núcleo de futuros conflictos sociales y religiosos.
Por otro lado, a partir de Sisebuto, la palabra «judío» se utilizará también para designar a los conversos que pasaron a convertirse en objetivo prioritario de las medidas represoras.
Sisebuto contaba con la plena colaboración de la Iglesia para su durísima política antijudía así antes de que decretara hacia 616 la conversión forzosa de todos los judíos, el metropolitano de Toledo había excomulgado entonces al comes civitatis de la ciudad por haber permitido que algunos judíos convertidos al cristianismo volvieran pues a la antigua fe judaica.
Después, la Iglesia católica apoyó el decreto de conversión forzosa del fidelísimo a Dios y victorioso príncipe Sisebuto, quien prefirió conducir a los judíos, aun en contra de su voluntad, antes que verlos así permanecer largo tiempo en su enraizada perfidia.
Además, denunció la práctica de algunos judíos de sustituir a sus hijos por niños ajenos cuando tenían que cumplir la norma de bautizarlos, lo que, por otro lado, demostraría lo extendido que estaría el criptojudaísmo entre los nuevos cristianos.
Solo después de la muerte de Sisebuto, algún obispo, como Isidoro de Sevilla, mostró entonces alguna reserva sobre la forma como se había llevado a cabo la conversión, pero los obispos justificaron así el uso de la fuerza por parte de los reyes para obligar al pueblo a obedecer las leyes y evitar las malas conductas.
Los obispos reconocieron el valor de esta forma de bautismo y se opusieron a que los judeoconversos pudieran volver a su antigua fe.
«Haber entrado ya en contacto con los divinos sacramentos, haber recibido la gracia del bautismo, ser ungidos con el crisma y compartido el cuerpo y la sangre del Señor, les obligaba a permanecer cristianos, para que el hombre divino no fuera profanado y la fe que habían aceptado no fuera considerada de poco valor y despreciable».
Isidoro de Sevilla escribió: De muchos modos atemoriza Dios a los hombres para que, aunque tarde, se conviertan y sientan mayor vergüenza por el hecho de haber esperado su retorno durante tanto tiempo. Pues a algunos entonces los conmueve ora con amenazas, ora con infortunios, ora con revelaciones, a fin de que se enmienden, estremecidos de terror, los que rehúyen convertirse voluntariamente.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Persecuci%C3%B3n_de_los_jud%C3%ADos_en_la_Hispania_visigoda