La leyenda del hombre caimán

Cuentan que hace mucho tiempo existió un pescador muy mujeriego que tenía por afición espiar a las mujeres plateñas que se bañaban en las aguas del río Magdalena.
Un día supo de un brujo indígena en la Guajira, que preparaba unas pócimas pues le dió una blanca que lo convertía en caimán y una roja que lo volvía humano de nuevo.
Una vez que volvió al pueblo, le pidió a su amigo que le echara la pócima blanca; al hacerlo esta hizo un resultado extraordinario que de inmediato lo convirtió en un caimán.
Al día siguiente su amigo no pudo acompañarle por lo que invito a otro amigo que le echo la pócima blanca sin ningún problema, pero cuando vio emerger al pescador Saúl en forma de caimán, del susto que le causo, dejó caer la botella con el líquido rojo sobre las piedras.
Sin embargo, unas pocas gotas cayeron sobre la cara, haciéndole recuperar únicamente la cabeza, por lo cual el resto del cuerpo quedó convertido para siempre en caimán.
La única persona que sabía la tragedia era su madre, quien le colocaba alimentos en determinados lugares, y en algunas ocasiones hablaba con él, quien le pidió insistentemente que buscara al brujo en la Alta Guajira, para que de nuevo le preparara la botella del líquido blanco.
Ella fue al lugar indicado, pero con gran sorpresa tuvo conocimientos de la muerte del brujo piache; y a pesar de sus contactos con otros piaches, ninguno pudo hacer el líquido blanco. Desesperada ante ello, la madre del Hombre Caimán murió con gran tristeza.
Saúl, «El Hombre Caimán» se abatió tanto por haberse quedado solo con la funesta tragedia, que decidió partir hacia el mar por el río Magdalena y Bocas de Ceniza.
Desde entonces los pescadores del Bajo Magdalena, desde Plato hasta el mar, estuvieron pendientes para pescarlo en el río o cazarlo en los pantanos de las riberas. Así se convirtió en una leyenda que se ha trasmitido de generación entre los habitantes del Plato.
Fuente: https://www.todacolombia.com/folclor-colombia/mitos-y-leyendas/hombre-caiman.html