El fantasma de l aniña del Puente Uribu
Fernando después de una larga reunión familiar en el Barrio de Boedo, volvía a su casa en Lanus y pese a que había bebido alguna copa en esa reunión no como para atribuir lo que le paso.
Venía solo en su viejo Renault 12 tomó la calle Tilcara para luego salir al puente Uriburu. Era de madrugada, cerca de las cinco de la mañana. Notó que esa larga calle era demasiado oscura y solitaria, así que por precaución aceleró casi con indiferencia. En ese momento le vinieron a la mente innumerables cosas. Perdió atención sobre el camino y bajó levemente la cabeza. Cuando la levantó nuevamente notó como una niña muy rápidamente cruzó la calle (unos dos metros antes de Perito Moreno) y se puso de frente al coche.
Fernando instantáneamente frenó, pero ya la niña estaba muy cerca, el choque era inevitable. El coche se deslizo unos cinco metros. Fernando sintió un golpe muy fuerte e inmediatamente imaginó lo peor. Salió rápidamente del coche a buscar a la pequeña. No encontró nada. Miró en todas las direcciones, debajo del coche, caminó unos metros pensando que a lo mejor el choque la hubiese impulsado varios metros hacia algunos de los lados, pero nada. El silencio de la madrugada se hizo mas hiriente. Los ojos de Fernando brillaron de incertidumbre, tal vez de miedo. Eso fue lo que sintió después, según cuenta. Luego de revisar una vez más volvió al coche y siguió su camino a casa.
El hecho terminó ahí. Pero no sus circunstancias. Lo que se cuenta fue esto…
A mediados de fin de los años 90 , vivía sobre la calle Tilcara (a pocos metros de Perito Moreno) una familia muy numerosa. Estaba constituida por la madre y cinco hijos. El padre había abandonado la familia al nacer el segundo de sus cinco hijos, que eran cuatro varones y una mujer que era la menor. La pequeña se llamaba Rebeca y es el personaje central de esta historia. Pues tras la marcha del padre la familia tuvo que vivir de lo que pudo.
Dos de los hijos mayores pedían ayuda en los colectivos aduciendo tener una grave enfermedad y los otros dos estudiaban, aunque eran más las horas que pasaban en la calle que en la escuela. Solo quedaba la pequeña Rebeca que no asistía al colegio para ayudar a su madre en su humilde casa. Esta niña de unos nueve años de edad era maltratada salvajamente por la madre. Era tratada como una sirvienta. Apenas llegaban a la casa los hermanos mayores, Rebeca era golpeada por ellos si no tenia listo lo poco de comida que había. En general ella no comía, sino una dos o tres veces por semana. Esto fue así durante muchos años.
Una noche de invierno, después de un día agotador de maltratos e indiferencia, Rebeca empezó a preparar la cena. Era una sopa que había preparado con un trozo de pollo que había comprado la semana anterior lo sirvió y ella se quedó sin comer, como casi siempre. Se puso enfrente de la mesa y ante la vista de todos bebió una gotas de arsénico que había conseguido por algunos favores. La pequeña Rebeca cayó inmediatamente al suelo y casi al instante murió frente a los ojos de su familia. La noticia de la muerte de Rebeca fue un gran dolor para el barrio. Y solo fue noticia en una pequeña columna del diario «Crónica.»
Cuando vio una foto de Rebeca, Fernando inmediatamente dijo que era la chica que se le había cruzado esa madrugada. Vecinos de la zona me dicen que todavía, en las madrugadas frías de Julio, se la puede ver cruzando la calle o caminando por el depósito de chatarra que se encuentra cercano al lugar.
Fuente: https://www.taringa.net/