La casa del espanto

Cuenta una leyenda que existía en los alrededores de la Mezquita-Catedral un siniestro caserón que causaba pavor a los cordobeses, porque se decía que estaba habitado por duendes, trasgos y fantasmas.
Los vecinos, cuando no tenían más remedio que pasar por la calle aledaña, se santiguaban de forma compulsiva, pensando que así mitigarían en cierta medida la maldad que emanaba del viejo edificio.
Contaban que a diario, al caer la noche, comenzaban a escucharse desde el exterior estrepitosos quejidos y lamentos, y que extraños seres amorfos salían del pozo ubicado en su oscuro sótano.
La vivienda se ganó el sobrenombre de la casa de los espantos pues su dueño se llamaba Alonso y para él, el encantamiento lo había provocado el dueño anterior.
Al parecer la casa había pertenecido años atrás a un despiadado asesino que fue condenado a muerte por sus crueles crímenes que para evitar ser prendido se encerró en la torre del caserón, impidiendo así que las autoridades pudieran conducirle ante la justicia.
Confinado sin agua ni sustento no pudo resistir demasiado, y como consecuencia de ello su cadáver fue hallado por los vecinos al cabo de varias semanas.
Cuando Alonso murió, sus herederos pusieron el inmueble a la venta, pues ellos eran incapaces de instalarse en este terrorífico lugar y en ocasiones la curiosidad que despertaba entre los vecinos hizo que se organizaran para inspeccionar sus misteriosas estancias antes de que encontrara nuevo dueño.
Aquellos que osaron acceder a la vivienda saltaron el muro exterior y accedieron al patio que con la única ayuda de unos pequeños faroles de aceite, se dividieron para examinar las distintas estancias.
La primera camarilla halló bajo la torreta palomar una puerta secreta pues tras forzarla, penetraron en una habitación rectangular sin ventanas, desde la que se podía acceder al tejado: ¿Quizás fue allí donde el sanguinario criminal pasó sus últimos días?.
El segundo grupo se lanzó a explorar las habitaciones, y en el dormitorio que había ocupado Alonso hasta hace pocos días hallaron una escalera oculta en la pared del fondo.
Descendieron por ella hasta una puerta cerrada con tres candados, los cuales rompieron y continuaron bajando por unas escaleras húmedas y rotas hasta aparecer en un enorme y oscuro sótano.
Allí, en lo más profundo de la misteriosa edificación, localizaron la boca del pozo del que supuestamente salían cada noche los espeluznantes seres y para medir su longitud dejaron caer uno de los faroles que los alumbraban, pero nunca escucharon que el mismo llegara a golpear el agua del fondo.
A pesar de las historias que corrían sobre la casa al poco tiempo fue adquirida por un cazatesoros aficionado a los relatos mágicos, que había leído que los duendes siempre guardaban sus tesoros en el fondo de un pozo.
El nuevo dueño se aventuró a introducirse por el angosto agujero pues dicen que en cuanto comenzó su descenso arrancó a escuchar lejanos quejidos y rugir de cadenas.
Cuanto más se descolgaba más cercanos se percibían los alaridos, que al poco se convirtieron en mazazos de hierro seguidos de una fuerte vibración.
Finalmente, un pequeño temblor acabó cegando el pozo, y así, en las turbulentas profundidades de aquella espeluznante vivienda, se perdió la pista de este audaz explorador.
Fuente: https://www.diariocordoba.com/noticias/zoco/casa-espanto_1281618.html