La leyenda del padre Almeida

Narra la leyenda que en el convento de San Diego, de la ciudad de Quito-Ecuador, vivía hace algunos siglos un sacerdote joven, el padre Almeida, el mismo que se caracterizaba por su afición a las juergas y al aguardiente.
La manera en la que abandonaba la Iglesia, era un tanto extraña, ya que subía hasta lo alto de una torre y luego se descolgaba hacia la calle, o sea, que para llegar a ese lugar, tenía que pararse encima de una estatua de Jesucristo de tamaño natural.
Una noche que planeaba salir a «saciar su sed» se posó encima del brazo y cuando estaba a punto de irse, alcanzó a escuchar una voz que le decía:
– ¿Cuándo será la última vez que hagas esto padre Almeida?
El sacerdote creyó que la voz había sido producto de su imaginación y sin más le contestó:
– Hasta que vuelva a tener ganas de tomar otro trago.
Después de decir eso, se dirigió a la cantina clandestina en donde bebía y no salió de ahí hasta que estaba completamente borracho.
Pues una madrugada el padre Almeida regresaba borracho, tambaleándose por las empedradas calles quiteñas, rumbo al convento, cuando de pronto vio que se aproximaba un cortejo fúnebre.
En ese momento, el féretro cayó en mitad de la calle provocando que la tapa se abriera y al acercarse el padre Almeida vio su propio cuerpo dentro del mismo.
De inmediato recobró la sobriedad y en cuanto llegó a su Iglesia le juró al Cristo de la torre que nunca volvería a probar una gota de vino y desde entonces, la gente afirma que el rostro de dicha imagen cambió completamente.
Fuente: https://leyendadeterror.net/leyendas-ecuatorianas/