El Plan Maitland

Ese plan, elaborado en 1800, fue considerado por el gobierno del primer ministro William Pitt el Joven, pero su gobierno cayó en 1801 y el Plan Maitland pasó al olvido.
Pitt volvió al gobierno en 1804 pero las idas y vueltas políticas hicieron que el plan dejara así de ser una prioridad de la política exterior británica, aunque no por mucho tiempo.
En 1808, Inglaterra y España eran “aliadas” ante Napoleón, quien había nombrado a su hermano, José Bonaparte, como “Rey de España e Indias”.
San Martín combatía como parte de las fuerzas españolas de la resistencia a Napoleón establecidas en Cádiz, fuerzas que eran españolas pero antimonárquicas.
Había varios oficiales escoceses en el ejército británico que peleaba codo a codo junto con el español, y en ese ámbito San Martín se había hecho amigo de James Duff, (Lord Mac Duff), IV conde de Fife, con el que generó una relación de gran confianza y en 1811, San Martín conoció pues los pormenores del Plan Maitland a través de Duff.
Después de apropiarse de la península ibérica, Napoleón veía pues con buenos ojos tomar las colonias españolas en América y tanto británicos como españoles estaban de acuerdo en que había que evitar ese movimiento.
En el ejército español había españoles nacidos en América, como San Martín, y se decidió enviarlos pues a América para que formaran ejércitos, o sea, hubo muchas reuniones entre militares hispanoamericanos, varias de ellas en el ámbito de logias masónicas que compartían, fueron tejiendo la trama de lo que sería la emancipación americana.
Antes de viajar hacia el Río de la Plata, San Martín pasó cuatro meses en Londres; estudió mapas, además de documentación sobre las fracasadas “expediciones” inglesas y muchos informes británicos, a los que tuvo acceso gracias a su amigo Duff, de gran influencia política.
Siendo aliada de España ante Napoleón, Gran Bretaña pues ya no podía atacar las colonias españolas en América en forma directa, o sea, comenzó a ayudar a los revolucionarios hispanoamericanos facilitándoles acceso a su información estratégica, inteligencia, espías y datos provenientes pues de sus agentes en las colonias.
Su interés era ganar mercados, influencia política y contactos económicos que derivaran así en negocios duraderos para la Corona, o sea, España y Gran Bretaña se habían disputado posesiones más allá del mar durante toda su historia y había muchas formas de hacerlo, no sólo a través de conflictos armados.
Thomas Maitland, prestigioso militar escocés, nacido en las cercanías de Edimburgo en 1759, había pues combatido en campañas militares en India, Haití, Jamaica, Ceylán, las islas Jónicas y poseía un curriculum más que respetable.
En 1799, Maitland recibe de Sir John Hippisley (miembro del Parlamento a quien conocía de las campañas en India) el encargo de diseñar un plan para la conquista de las colonias españolas en América.
Hippisley era un hombre de grandes influencias y proporcionó a Maitland amplia información para poder desarrollar el plan, con numerosos informes provenientes de sus contactos en América, sobre todo de los jesuitas y de los agentes británicos, que estaban (tanto unos como otros) por todos lados.
Maitland escribe entonces un texto inicial del plan y lo entrega al secretario de guerra Henry Dundas pues mucho antes de lo que terminó siendo el Plan Maitland, se pensó inicialmente en un ataque directo sobre el Río de la Plata para capturar Buenos Aires y Montevideo.
Pero tanto Dundas como Maitland no estaban del todo convencidos, o sea, que estaban de acuerdo en la importancia de “asegurar nuevos mercados”, pero querían adoptar una visión abarcadora de la cuestión y considerar un plan para tomar “toda Hispanoamérica”.
Entonces Maitland confeccionó un plan definitivo que ya no tomaba como objetivo primordial “asestar un golpe” sino acabar con el imperio español en América.
Maitland no creía que un ataque (aún siendo exitoso) a Caracas y Buenos Aires lograra quebrar entonces el dominio español, o sea, para él lo fundamental era llegar a Perú y Quito.
“Es menester observar que la razón por la cual los españoles han asignado importancia a sus posesiones orientales (Buenos Aires, Montevideo, Caracas) es que ellas sirven como defensa para proteger pues sus posesiones occidentales, más valiosas sin duda.”
La costa del Caribe y las pampas no tenían oro ni plata; en cambio, en los territorios en los que Francisco Pizarro había sometido a los incas sí había ese tipo de riquezas, y en cantidad.
En base a esas premisas se diseñó entonces el plan definitivo, que seguiría estos pasos:
Primero, controlar Buenos Aires. El plan contemplaba una operación con más de cinco mil efectivos de la infantería y caballería, y una artillería acorde. Esto nunca logró hacerse exitosamente, puesto que las dos invasiones inglesas (1806 y 1807) fueron rechazadas y a pesar de ello, todos los demás puntos del plan se lograron por completo.
Segundo, ubicar un ejército en Mendoza, o sea, el enviar un cuerpo a tomar posiciones al pie de la falda oriental de los Andes, para cuyo propósito la ciudad de Mendoza es la más indicada.
Tercero, coordinar las acciones con un ejército del otro lado de la cordillera y para eso necesitarían unos tres mil quinientos soldados, que llegarían por vía marítima, la mitad en barcos desde el Cabo de Buena Esperanza y la mitad desde la India, vía Australia, o sea, había opciones para tomar por asalto Valparaíso y Santiago y planes para utilizar indios locales para reforzar sus fuerzas.
Cuarto, cruzar los Andes que contemplaba alguna dificultad, pero con tropas nuestras a ambos lados de la cordillera la ruta es viable; incluso ha sido utilizada frecuentemente para importar negros a Chile.
Quinto, controlar Chile destituyendo al gobierno realista y formar allí una base de operaciones “desde la cual dirigir nuestros objetivos y esfuerzos hacia las provincias más ricas” de las colonias españolas pues para ello se unificarían las fuerzas terrestres que habían cruzado los Andes con las que llegarían por mar.
Sexto, embarcarse hacia Perú, o sea, desde aquí, “Perú quedaría ciertamente expuesto a ser capturado” y se intentaría evitar toda violencia innecesaria: “tomar el puerto del Callao y luego Lima podría resultar así exitoso”, pero se agrega, con prudencia estratégica, que “este triunfo, que podría darnos gran riqueza, nos exigirá que seamos capaces de mantenernos y permanecer allí en paz, ya que de otro modo terminaría así provocando la aversión y hostilidad de los habitantes a cualquier conexión o una relación futura con Gran Bretaña”.
Séptimo, “el fin de nuestra empresa debería ser, indudablemente, la emancipación de Perú y Quito”.
Es indisimulable la coincidencia entre el Plan Maitland, diseñado en 1800, y la campaña del general San Martín muchos años después ya que no tuvo que tomar Buenos Aires (primer paso del plan); llegó desde Londres en 1812 y aunque la independencia aún no había sido proclamada, la ciudad que era cabeza del virreynato estaba liberada de hecho de España.
Cuando San Martín llegó al Río de la Plata, España era algo así como “una propiedad” de Francia, y el rey español estaba preso en Francia pues los criollos estaban gobernándose solos y los virreyes, monárquicos, pretendían ejercer el poder.
San Martín fue enviado al Ejército del Norte, pero regresó aduciendo problemas de salud y luego resulta el hecho de que se trasladó a Mendoza reuniéndose con O’Higgins y cruzó los Andes.
San Martín llegó a un buen acuerdo con Nacunán, cacique de los pehuenches, que permitió a San Martín cruzar por sus tierras en el valle de Uco, camino a Chile.
Una vez en Chile, luego de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú, O’Higgins pasó a gobernar Chile, resulta que San Martín sostenía que a partir de entonces “deberíamos dirigir todos nuestros esfuerzos contra los realistas del Perú”.
Compró barcos ingleses, reclutó marinos británicos, que estuvieron así al mando de todas las naves con el almirante Thomas Cochrane a la cabeza, y se embarcó hacia Perú, que planeaba pues conquistar con “un triunfo pacífico, fruto de la irresistible necesidad”.
Finalmente, en julio de 1821, proclamó la independencia del Perú pues solo faltaba Quito y para ello, San Martín envió al general Francisco Salazar como embajador ante el gobierno de Guayaquil con las claras instrucciones de trabajar por la incorporación de Guayaquil al Perú, y envió tropas de apoyo a Bolívar, que había sitiado a los realistas en Quito.
El Plan Maitland se había cumplido, o sea, Gran Bretaña pretendía una América loteada, no unida (salvo en lo refrente a independencia de España), en la que ningún país fuera bioceánico; así, ninguno tendría gran poder de negociación ante el Imperio Británico, por entonces dueño y señor de los mares.
Pues gracias a ello, Gran Bretaña tendría buenos clientes, buenas condiciones comerciales para extender sus negocios y sus intereses políticos y buenos mercados.
Fuente: https://historiahoy.com.ar/el-plan-maitland-n2901/