El secuestro de Marcelo Enrique Martín

En la noche del 29 de enero de 1933, Marcelo Enrique Martin dejó su coche en el garaje El Volante, en Tucumán 1849, y caminó hasta su casa, en Urquiza 1484 pues cuando iba por esa calle, antes de llegar a la esquina de Paraguay, sobre la vereda de la iglesia San Bartolomé, fue abordado por un desconocido.
Roberto Badano y su hija Esilda, únicos testigos, vieron cómo otros dos hombres tomaban a Martin por atrás y le colocaban un pañuelo en la boca y una capucha en la cabeza.
Así, luego de recoger un revólver, caído en la vereda en medio del forcejeo, lo hicieron subir a un taxi marca Hudson, color verde aceituna, de capota blanca y tras ello el vehículo tomó por Paraguay y salió a toda velocidad hacia el sur.
La familia de Martin recibió luego una carta donde le pedían 150 mil pesos como rescate, o sea, la víctima era el hijo de Julio Martin, ex presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario y el fundador de la yerbatera que aún lleva su apellido.
A las 4:30 del 31 de enero, Alberto Julio Martin, hermano de Marcelo, pagó el rescate en el Cruce Alberdi de acuerdo a las exigencias de los secuestradores y a pesar de que la familia no hizo ninguna denuncia, el secuestro trascendió a la prensa.
La investigación policial avanzó entonces a mediados de febrero de 1933, cuando la conmoción nacional por la muerte de Ayerza hizo entonces trascender sospechas de complicidad entre policías de Rosario y mafiosos de origen siciliano.
La División de Investigaciones convocó a todos los choferes de taxis Hudson de Rosario con la excusa de investigar atentados perpetrados en el camino a Santa Fe por disputas gremiales y sólo uno faltó a la cita: se llamaba Gerlando Vinciguerra, tenía 26 años y paraba en Tucumán y Corrientes, a metros de la casa de los Martin.
De acuerdo a la pesquisa, después del secuestro Vinciguerra entregó el Hudson a Luis Cacciatore en pago de una deuda y resulta que previamente lo llevó al taller mecánico de Fortunato Castaggeroni y Francisco Rodríguez para que le cambiaran el color aceituna por café y les dijo que el auto no le pertenecía.
En esos días, cuando la policía lo buscaba, Vinciguerra estaba en Salta, o sea, había viajado a la capital de esa provincia para hacer de testigo del casamiento de su amigo Carlos Cacciatore (hermano de Luis) con una joven modista de esa ciudad pues el padrino iba a ser Santiago Bue, conocido como ahijado de Juan Galiffi.
Bue y Cacciatore eran primos hermanos y además sostenían relación de patrón y empleado, puesto que el segundo conducía un colectivo que era propiedad del primero, en la compañía Los Cinco Hermanos.
En marzo de 1927, el vehículo había sido causa de una disputa entre Bue y un pintor italiano, Domingo Fontana, que reclamaba el pago de una deuda por la venta del coche.
Bue lo mató de una puñalada y resultó condenado a 15 de años de prisión, pero recibió entonces varias conmutaciones de pena y salió en libertad condicional, o sea, que todas esas conmutaciones fueron así obtenidas por la presión combinada de Galiffi y un diputado del radicalismo antipersonalista.
La boda no puedo efectuarse ya que el 2 de marzo, la policía salteña apresó a Vinciguerra, Cacciatore y Bue y los envió al día siguiente a Rosario.
El juez Luciano Corvalán ordenó una seguidilla de detenciones y entre otros cayeron entonces un lechero, Francisco Gallo, y un verdulero, Diego Romano, también involucrados en el secuestro.
Gallo no tenía experiencia en tratos con la policía pues apenas fue interrogado hizo una confesión amplia , o sea, implicó a Juan Galiffi en el secuestro al afirmar que le había dado 12 mil pesos del rescate y luego dijo que se sumó al plan porque Vinciguerra y Cacciatore “le propusieron secuestrar a una persona” y así reconoció haberse encargado de custodiar a Martin durante su cautiverio.
Sin embargo, el silencio del grupo tuvo otras fisuras ya que «Carlos Cacciatore declaró así haber guiado el automóvil en que fuera alzado Marcelo Enrique Martin; que planeó el asunto (…) con Santiago Bue, Diego Romano, Francisco Gallo, Francisco D’Angelo, Gerlando Vinciguerra (…); que recibió 12 mil pesos pues por su implicación, que su señora madre le guardó 8.000 pesos nacionales envueltos en un pañuelo (…) y que 4.000 pesos los entregó a Francisco Gallo, quien se los solicitó para ayudar a unos paisanos pobres; que D’Angelo (prófugo) estuvo presente en el momento del secuestro y no así Santiago Bue”, señaló así en la resolución del caso el juez Corvalán.
Diego Romano, a su vez, declaró que había sido así invitado a una reunión en casa de Bue por Francisco D’Angelo o Campione “unos ocho días antes” de dar el golpe, señaló pues a Vinciguerra como uno de los líderes y entregó 9 mil pesos recibidos como parte del botín.
De acuerdo a la investigación judicial, el secuestro se planeó a lo largo de varias reuniones pues resulta que en las deliberaciones participaron Bue, Romano, Gallo, Francisco Campione, Vinciguerra y Cacciatore y este último condujo el auto en que llevaron a Martin, acompañado por Bue, Vinciguerra y Gallo.
El único prófugo fue Campione o D’Angelo, quien por otra parte había intervenido así en el asesinato de Silvio Alzogaray, corresponsal del diario Crítica en Rosario, en octubre de 1932.
Bue, dijo Corvalán, fue quien planificó el secuestro y en su indagatoria, “confiesa que Francisco D’Angelo le propuso el negocio; que se reunieron primero en lo de Romano y otra vez en su casa estando presente Vinciguerra, Cacciatore, Gallo, Romano y el nombrado D’Angelo; que D’Angelo o Campione le entregó 30 mil pesos nacionales por su participación en billetes de mil pesos”.
Si bien luego se retractó diciendo que la policía lo había torturado, antes ratificó su declaración en un careo con Vinciguerra, el comisario José Martínez Bayo, jefe de Seguridad Personal, le encontró unos 7 mil pesos que provenían del secuestro y uno de sus hermanos afirmó que había usado otros 8.500 pesos procedentes del botín para saldar una deuda.
En medio de la investigación, hubo otra conmoción pública cuando un joven de 17 años llamado Raúl Gardelli denunció que lo habían secuestrado unos mafiosos.
El juez también rechazó las explicaciones de Vinciguerra para dar cuenta de un movimiento de dinero que parecía provenir del rescate.
“Los gastos que dice haber realizado en sus viajes a Buenos Aires y Salta no condicen con su cualidad de hombre ahorrativo como pretende aparecer, máxime si se quedaba sin trabajo y entonces tan sólo con la posibilidad de entrar como mecánico de la Empresa Municipal Mixta de Transportes de esta ciudad”, dijo.
Juan Galiffi había tomado precauciones para despegarse del episodio, o sea, el 2 de febrero se embarcó hacia Montevideo, donde tenía una casa en el barrio de Pocitos pero el 26 retornó a Rosario y de acuerdo al testigo José Cecchi se entrevistó con Gallo en la casa de Bue.
Para el fiscal Emilio Sotelo no había pruebas contra Galiffi y a pesar de ello parece haber recibido la mayor tajada del botín, ya que además de la parte entregada por Gallo, el 3 de febrero de 1933, resulta entonces que dos días después del pago, uno de sus “secretarios”, Carlos Cacciatore, resulta entonces que depositó otros 25 mil pesos en su cuenta del Banco Español, en Buenos Aires.
Por ello, y antes de viajar a Salta, Bue y sus cómplices habían pasado por la casa de Galiffi, con la idea así de entregarle una parte del rescate.
“La explicación que da Juan Galiffi sobre el origen de ese dinero, de haberlo ganado en las carreras, no satisface al Juzgado —dijo Corvalán—. Los caballos Herón y Fausto, con los cuales dice Juan Galiffi haber ganado ese dinero, corrieron el día 29 de enero, y en consecuencia, y ya que se trataba de una suma muy elevada, debió lógicamente ser depositada en el banco el lunes o martes a más tardar, y ella aparece pues depositada por un tercero en fecha 3 de febrero. Por otra parte, no ha de ser común el ganar suma tan elevada y pasar desapercibido ante las autoridades del Jockey Club o de los empleados. Está demostrado así que Juan Galiffi ha guardado parte del importe que se abonara por el rescate de Marcelo Enrique Martin contribuyendo a que desaparecieran los rastros del delito”.
Esa consideración no fue suficiente para mantener detenido a Chicho Grande, pero significó el punto de partida de un proceso que terminó con su deportación, en 1935.
El 10 de junio partió a Buenos Aires desde la estación Rosario Norte pues seguía detenido y viajó así con custodia y en la despedida “se encontraban los defensores, varios parientes y numerosos amigos”, según una crónica.
Dos días después, pese a salir en libertad del Departamento de Policía, el gobierno nacional inició luego el proceso que terminaría con su deportación, en 1935.
El cerco se cerraba también sobre sus allegados: en septiembre la policía detuvo en Buenos Aires así a su chofer, Luis Corrado, con pedidos de captura en Agrigento, Sicilia, por asociación ilícita y complicidad en homicidio calificado.
El caso Martin fue el último golpe de las organizaciones mafiosas sicilianas en Rosario y a pesar de ello la historia posterior demostró que el secuestro extorsivo fue adoptado como método por otras asociaciones criminales.
Fuente: https://www.lacapital.com.ar/senales/cuando-la-mafia-caminaba-rosario-n276450.html