La historia del sofá Chester

Existe una leyenda acerca de la historia del sofá Chester donde el conde Philip Dormer Stanhope, habría realizado el encargo con una intención más doméstica: que el uniforme de su mayordomo no desluciera mientras este estuviera sentado a la espera de recibir sus instrucciones.
Así, habría exigido un mueble robusto que le obligara a permanecer recto y el mayordomo, a lo largo de los años, se habría cansado de tener que sentarse en una postura muy correcta pero también muy incómoda y aprovechó las últimas palabras de su señor para deshacerse del mueble.
Se cuenta que, en su lecho de muerte, el conde recibió la visita de un joven diplomático llamado el señor Dayrolles.
Al ver que su huésped carecía de lugar donde sentarse, el moribundo indicó al mayordomo que diera a Mr. Dayrolles un asiento y entonces el mayordomo decidió interpretar que debía darle físicamente no un asiento cualquiera, sino el suyo.

Philip Dormer Stanhope, IV Conde de Chesterfield
Así, el joven Dayrolles se encontró viajando con Chester hasta su domicilio y una vez allí, tras los múltiples inconvenientes de transportar un mueble tan pesado, el político se dio cuenta de la impecable factura del sofá y de la suerte que había tenido.
Se hallaba en posesión de un elemento de decoración atemporal al que los años habían enriquecido gracias a la calidad del cuero marrón de su tapicería y a la impecable factura de su estructura cuadrada y formal.
Parece que esta historia es la más cercana a la realidad y que fue después cuando el sillón Chester se convirtió en el gran sofá que hoy conocemos.
Una vez visto por damas y caballeros de la alta sociedad londinense, el modelo pasaría a formar parte del mobiliario de los clubes masculinos primero y de las viviendas de la clase acomodada después.
Ya fuera para mostrar opulencia o para aparentar la pertenencia a una clase social superior, el hecho es que el Chester y su capitoné se convirtieron en una pieza imprescindible en la Inglaterra victoriana.
El resto del mundo lo recibió con los brazos abiertos debido a dos hechos fundamentales: en primer lugar, los oficiales del Imperio Británico, en su mayoría pertenecientes a las clases sociales más altas lo llevaron consigo cuando fueron destinados a lugares tan remotos como la India.
Por otra parte, incluso después de firmar la independencia de las trece colonias, a la que el Conde Chesterfield había sido contrario, en Estados Unidos la nostalgia de lo inglés confirió a esta pieza gran importancia en los hogares de los nuevos señores y de los burgueses hasta llegar por fin, a popularizarse absolutamente.
Fuente: https://www.portobellostreet.es/blog/articulo/315/historia-del-sofa-chester