Teutoburgo: el bosque que acabó con las legiones romanas

En el año 9 d. C., tuvo un súbito despertar, cobró vida, y abrió sus fauces para devorar en las siguientes 48 horas a cerca de 20.000 soldados romanos que, a pesar de las informaciones inquietantes que les suministraban sus exploradores, parecían muy confiados en sí mismos y en su reputación de invencibles.
Algunas decenas de miles de guerreros germanos aguardaban hacía semanas pacientemente para intervenir en uno de los momentos más trágicos de la historia militar de la antigüedad y aplicar con severidad una venganza que ha pasado a los anales de la historia.
Miles de pinos, robles y hayedos daban cobertura a los hábiles, feroces y curtidos guerreros que bajo la dirección del caudillo germano más famoso de la antigüedad, Arminio, aguardaban agazapados el paso de una enorme comitiva militar romana con órdenes dar un escarmiento a los teutones.

Espectacular viñeta de la Batalla de Teotoburgo
De repente, la tormenta perfecta se desató, o sea, un infierno de sonidos de una gravedad aterradora, reverberados por el eco profundo del bosque animado; unos instrumentales, producidos por el choque de las espadas o venablos contra los escudos propios, otros guturales, sostenidos en un griterío descomunal auguraban una de las más recordadas intervenciones del horror.
Los hombres de Arminio cargaron contra la legión que comandaba el propio Varo tras lanzar en menos de un cuarto de hora cerca de veinte mil jabalinas y venablos, antes de entrar en un infernal cuerpo a cuerpo.
A pesar de que el primer ataque había sido terrorífico, los legionarios no fueron derrotados pues tras ello la primera legión retornó desde el noroeste y trató de reagruparse con los restos diseminados de las otras dos legiones que habían estado combatiendo todo el día sin tregua en una batalla de proporciones épicas y de una contundencia inusual.
Esa noche los restos de las tres legiones, se las arreglaron para apiñarse en un campamento provisional con una muy endeble fortificación con el objetivo de evitar las embestidas.

En amarillo, la provincia imperial; en rojo la expedición de Varo
Cuando amaneció, llovía y soplaba un viento cortante pues los hijos de Roma eran conscientes de que no vivirían un día más, y se prepararon para morir.
Mientras, los germanos recibían refuerzos incesantemente ante las perspectivas del ingente botín y esclavos que les deparaba la previsible derrota de las legiones de Varo.
El jefe de la caballería romana, en vez de morir con honor, huyó con su regimiento, con la vana esperanza de alcanzar el Rin y refugiarse en la otra orilla, pero pereció indefectiblemente durante la huida con los cerca de quinientos jinetes que le acompañaban.
Varo, herido, era consciente de lo que le ocurriría si era capturado con vida y para eludir la fatalidad, se apoyó contra su propia espada y con la convicción de los que saben lo que hacen, se atravesó el corazón limpiamente .

Esquema de la emboscada del primer día
Varios miembros de la alta oficialidad, siguieron el mismo camino pues solo dos generales quedarían al mando sin eludir el combate, cayendo honorablemente cuando los germanos entraron en tromba en el precario campamento.
Un joven oficial, Casio Querea, consiguió poner un poco de orden en aquel caos, y dirigió la huida de algunos legionarios, que escaparían amparados en la oscuridad de la noche, a través de los cuales ha llegado hasta nuestros días la historia del desastre.
Se cree que la casi totalidad del contingente romano, unos 18.000 soldados, fueron muertos o masacrados en terribles sacrificios rituales en las entrañas del propio bosque de Teutoburgo y los otros 10.000 no combatientes, que incluían algunas tropas auxiliares, esclavos, comerciantes, mujeres y niños no tuvieron mejor suerte.
El historiador romano Suetonio señala que Augusto, emperador a la sazón, cayó en una profunda depresión que le introdujo un rictus irreversible y un profundo pesar del cual al parecer no se recuperaría nunca.
Seis años después, Julio César Germánico concibió la idea de ir con sus tropas a visitar el lugar de la batalla para dar sepultura y tributar honores a los caídos.
Los azares de la guerra y el destino de los hombres, inspirarían a Tácito hermosos y sentidos versos sobre aquella terrible masacre pues Germánico y sus tropas, se encontrarían restos de miles de cabezas humanas clavadas en troncos de árboles.
La batalla del bosque Teutoburgo puso en evidencia una de las escasas debilidades tácticas de las legiones romanas, que no era otra que su vulnerabilidad cuando no podían desplegarse en campo abierto. En los espacios cerrados las formaciones romanas perdían sus mejores cualidades: su disciplinada formación, y su flexibilidad táctica.
Varo pagó cara su osadía. Su expedición de castigo venía derivada por una subida de impuestos que a los rubicundos teutones les pareció excesiva. Ironías de la vida.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-02-21/teutoburgo-el-bosque-que-acabo-con-las-legiones-romanas_1155075/