LOS FANTASMAS DEL MUSEO REINA SOFIA
Vídeo que nos relata los misterios que se esconde tras los muros del Museo Reina Sofía donde varias personas han sido testigos de fenómenos paranormales.
Fuente: https://www.youtube.com/
Imágenes demuestran cómo un lama resucita 89 años después de su muerte
Dicen que en Siberia ocurrió uno de los mayores milagros de la historia de la humanidad. La historia comenzó en 1927, cuando un líder espiritual budistas de Rusia reunió a sus estudiantes y anunció su idea de morir. Él era el líder Dashi-Dorzho Itigilov, el 12° Pandito Khambo Lama, tenía 75 años cuando delante de sus alumnos dijo que observaran su cuerpo 30 años después. Se cruzó de piernas en la posición de loto, comenzó a meditar, recitó una oración por los muertos, y murió.
Pasado los 30 años, los seguidores de Itigilov hicieron lo que les pidió su maestro, exhumaron sus restos que se encontraban en un cementerio de la localidad de Khukhe-Zurkhen. Según cuenta la historia, lo que encontraron fue el cuerpo de Itigilov, todavía en la posición de loto, pero en perfectas condiciones, desafiando por completo las leyes de la naturaleza. Pero 75 años después de la muerte de Itigilov, volvieron a exhumar el cuerpo el cuerpo de Itigilov. Esta vez hubo una docena de testigos, entre ellos dos expertos forenses y un fotógrafo. Los lamas que abrieron el ataúd llevaban mascarillas quirúrgicas, pero no tenían por qué, ya que el cuerpo de Itigilov continuaba muy bien preservado.
Esto fue suficiente para que ordenaran trasladar el cuerpo al monasterio Ivolginsky Datsan, donde fue recibido con bombos y platillos, campanas y canciones. Colocaron el cuerpo en el segundo piso de uno de los cuatro templos del monasterio, donde permanece hoy en día, oculto detrás de cortinas pesadas y de puertas cerradas. 150 estudiantes del monasterio vigilan el habitáculo, orando todo el día, aunque sólo las lamas pueden ver el cuerpo. Pero lo último que podían esperar, es que el lama Dashi-Dorzho Itigilov regresara a la vida 89 años después de su muerte.
Los líderes religiosos de Rusia han afirmado que los restos momificados de un lama budista que murió hace 89 años recorrió el templo, en un intento de traer la paz mundial. Como hemos comentado anteriormente, los restos muy bien conservados del lama Dashi-Dorzho Itigilov se mantienen en un sarcófago de vidrio ubicado en el segundo piso de su “palacio”, cerca de la ciudad rusa de Ulán-Udé, República de Buriatia.
Pero ahora los líderes budistas afirman que imágenes de las cámaras de seguridad muestran al lama moviéndose por el templo, en lo que ha sido considerado como una llamada para la paz mundial. Algunos budistas creen que el lama, que murió en 1927 y fue enterrado en la posición de loto antes de que sus restos fueron exhumados sin signos visibles de descomposición, permanece vivo o hiberna en un estado similar al nirvana, que es el estado supremo de felicidad plena que alcanza el alma con la ausencia total de dolor y de deseos.
Sin embargo, el lama Damba Ayusheev, actual jefe de la Sangha budista tradicional, tuvo que defenderse de todos aquellos que dijeron que las imágenes borrosas probablemente muestran un guardia de seguridad, con su uniforme militar, con dos bolsas y zapatos.
Las dos imágenes captadas por las cámaras de seguridad
“Las imágenes muestran una figura granulada en el primer plano, mientras que un segundo, un día después, muestra una figura similar cerca o en un sofá”, dijo el lama Damba Ayusheev al periódico ruso Siberian Times. “No se trata de una broma, es de verdad. Veo una figura en la foto y sé que no podía haber nadie en el palacio de Khambo Lama Itigilov en aquel momento. Me quedé asombrado por la imagen y a pesar de que en el fondo había imaginado esta posibilidad, no estaba preparado para verlo.”
La primera imagen corresponde a las 20:05h, cuando nadie tenía acceso a la cámara del lama Dashi-Dorzho Itigilov.
“El lama se encuentra en su trono a cinco o seis metros por el pasillo, y este lugar [donde aparece la misteriosa figura] está en la puerta frontal”, agregó el lama Damba Ayusheev.
En una segunda imagen aparentemente muestra al lama Itiligov moviéndose de nuevo, esta vez cerca del sofá. Es cierto que las imágenes son de mala calidad y no hay video, solamente disponen de imágenes, pero dijo que las cámaras de seguridad se activaron por el movimiento en la habitación. Por su parte, el portavoz de la Sangha budista Tubden Baldanov, dijo que la aparición del lama es una señal importante para el mundo.
“¿Tal vez sea algún tipo de señal? ¿Tal vez él dice algo? ¿Tal vez, que las organizaciones internacionales deben trabajar por la paz?”, dijo Baldanov.
Y como no puede ser de otra manera, algunos internautas han sugerido que el hecho de que el lama resucite 89 años después de su muerte es una premonición de la Tercera Guerra Mundial. Por desgracia, con las imágenes que han facilitado es bastante complicado sacar una conclusión. Pero llama la atención de que los lamas se hayan pronunciado públicamente con supuesta “aparición fantasmal”.
Fuente: http://www.mundoesotericoparanormal.com/
Claudia Mijangos- La hiena de Querétaro.
Claudia Mijangos Arzac nació en Mazatlán, Sinaloa (México) en 1956. Su infancia y adolescencia fueron felices, no sufrió maltratos y tuvo sus necesidades materiales y afectivas resueltas. Estudió la Carrera de Comercio. Cuando era una jovencita, fue elegida Reina de Belleza en Mazatlán. Al morir sus padres, le dejaron una cuantiosa herencia. Poco tiempo después se casó y se trasladó a vivir a Querétaro con su esposo, Alfredo Castaños Gutiérrez.
Él era un empleado bancario y ella fue maestra de Catecismo, Ética y Religión en el Colegio “Fray Luis de León”, donde estudiaban sus tres hijos: Claudia María, de once años; Ana Belén, de nueve; y Alfredo Antonio, de seis. Además regentaba una tienda de ropa e incluso fue ex reina de belleza de Mazatlán.
Claudia comenzó a mostrar fuertes problemas psicológicos, a tal grado que el matrimonio pronto se volvió insostenible. Ella y su esposo se divorciaron y Claudia se quedó con la custodia de sus tres hijos. Siguió al frente de su tienda de ropa y dando sus clases de religión, pero la gente que la rodeaba pronto notó que los disturbios emocionales de aquella mujer se iban acentuando. En la escuela donde sus hijos estudiaban, daba clases un joven sacerdote, el padre Ramón. Claudia se obsesionó con él; muchos afirmaban que eran amantes, aunque otros negaban tal versión. Él y otro cura, el padre Rigoberto, hablaban constantemente con ella.
Claudia con su esposo, Alfredo Castaños Gutiérrez
Durante varios días, Claudia había escuchado voces extrañas. No quiso comentárselo a su ex esposo, pues él siempre había afirmado que “estaba loca”. El 23 de abril de 1989, Alfredo Castaños se llevó a sus hijos a una kermesse de la escuela. Cuando llevó a los niños de regreso, tuvo una fuerte discusión con Claudia. Sabía el asunto del sacerdote y además quería regresar con su ex esposa. Ella se negó; defendió sus sentimientos hacia el cura y su ex esposo, muy enojado, le dijo que “se iba a arrepentir”. Luego se fue. Claudia cerró la puerta y echó llave. Subió a darle la bendición a sus hijos y fue a acostarse.
Unas horas después, el 24 de abril de 1989, aproximadamente a las 05:00 horas, cuando aún faltaba un buen rato para que amaneciera, Claudia Mijangos se despertó. Las voces en su cabeza eran tan fuertes que habían interrumpido su sueño. Le decían que Mazatlán había desaparecido y que “todo Querétaro era espíritu”. Estuvo un rato escuchándolas, tratando de decidir si eran reales o no. Después se levantó y se vistió completamente. Fue a la cocina y tomó tres cuchillos. Sus hijos aún dormían tranquilamente, pero Claudia había decidido matarlos.
La casa de Claudia Mijangos
El primero en ser atacado y el primero en morir fue Alfredo Antonio, el niño más pequeño, quien fue agredido mientras dormía en su cama. Claudia Mijangos se apoyó sobre la cama del niño, lo tomó de la mano izquierda y a nivel de la articulación de la muñeca, le ocasionó la primera herida. El niño, al sentirse herido, realizó un movimiento instintivo de protección, pero su madre siguió cortando; lo hizo con tal frenesí que le amputó por completo la mano izquierda. El niño gritaba de dolor y terror. Su madre le trató de cortar entonces la mano derecha; casi consiguió arrancársela también. Después le propinó una serie de cuchilladas hasta matarlo; ya muerto, siguió hundiendo el cuchillo muchas veces más.
El mueble donde guardaba los cuchillos
Claudia Mijangos cambió de cuchillo; había decidido utilizar uno diferente con cada uno de sus hijos. La segunda en ser atacada fue Claudia María, de once años, quien fue apuñalada seis veces. Herida de muerte y con los pulmones perforados, la niña aún alcanzó a salir del cuarto tratando de protegerse. “¡No mamá, no mamá, no lo hagas!”, gritaba. Los alaridos de dolor y desesperación fueron tan fuertes, que los vecinos se despertaron. Pero decidieron no intervenir. Claudia tomó entonces el tercer cuchillo y apuñaló en el corazón a su hija menor Ana Belén, de nueve años, quien no opuso mucha resistencia.
Después bajó las escaleras corriendo en busca de la agonizante Claudia María, quien se había desmayado, boca arriba, sobre el piso que dividía la sala del comedor. Volvió a apuñalarla. Luego la arrastró hacia la planta alta y colocó su cuerpo inerte en la recámara principal, junto con sus hermanos. Los apiló sobre la cama King Size como si fueran leños, uno encima del otro, y los cubrió con una colcha de color naranja con adornos blancos. Limpió dos de los cuchillos, tomó el tercero y se hizo cortes en las muñecas y en el pecho, tratando de suicidarse.
La habitación de su hijo Alfredo Antonio
Verónica Vázquez, amiga de Claudia, llegó por la mañana. Tocó y le abrió Claudia, con la ropa empapada de sangre y la mirada extraviada. Verónica entró a la casa, pues supuso que su amiga había sido atacada. Luego vio los cadáveres. Claudia desvariaba, diciendo que los niños se habían llenado de ketchup. Verónica salió huyendo; el olor de la sangre era insoportable. Llamó a la policía de inmediato.
Cuando los agentes llegaron, ingresaron a la fuerza. El interior de la casa parecía el escenario de una película de horror. El piso de la sala y las escaleras que iban hacia la planta alta estaban manchados de sangre, al igual que el pasillo entre la recámara principal, la recámara del pequeño Alfredo, la recámara de las niñas y el baño.
La habitación de sus hijas Claudia María y Ana Belén
A un lado de los niños estaba el cuerpo de Claudia. Su ropa también estaba manchada de sangre. Tenía los ojos entreabiertos. En la esquina de la recámara, sobre un sillón, había dos cuchillos de cocina, uno de 41 centímetros y el otro de 33 centímetros, ambos con cachas de madera en color café, limpios. Un tercer cuchillo, de 31 centímetros, se halló en la recámara de las hermanas Claudia María y Ana Belén, caído sobre la alfombra y lleno de sangre desde la junta hacia la parte media de la hoja.
Los policías pensaron que la mujer también estaba muerta, pero el comandante Adolfo Durán Aguilar le buscó el pulso en el cuello y descubrió que todavía estaba viva. Llamaron a la Cruz Roja; la trasladaron al Hospital del Seguro Social, situado en la avenida 5 de Febrero esquina con Zaragoza. “Mis niños están dormidos en la casa”, declaró Claudia Mijangos cuando despertó en el hospital, ante las preguntas de la agente del Ministerio Público Investigador, Sara Feregrino Feregrino. “Yo quiero mucho a mis hijos, son niños muy buenos y no son traviesos”. La asesina estaba sedada y amarrada de pies y manos. Se le tomó su primera declaración el 27 de abril de 1989 a las 11:30 horas, tres días después de que masacrara a sus tres hijos.
El vestido de Claudia Mijangos, empapado en sangre
Luego añadió más cosas, responsabilizando del crimen al sacerdote al que supuestamente amaba: “El padre Ramón me hablaba telepáticamente, él influyó para que me divorciara, pero como mi madre era un freno moral para que me uniera a él, el padre Ramón con maleficios mató a mi madre, como me sigue trabajando mentalmente para poseerme y también mi marido quiere regresar conmigo y me trabaja mentalmente, fue tanta la presión que me descontrolé”. Después, cambió su declaración y dijo que no se acordaba de nada, que la había despertado su amiga que tocaba a la puerta de su casa y que después la habían trasladado al hospital. Hablaba de sus hijos como si estuvieran vivos.
Periódico de la época haciéndose eco de la noticia
Los periódicos condenaron su crimen y la bautizaron como “La Hiena de Querétaro”. Aunque en un momento su abogado defensor, Julio Esponda Ugartechea, trató de inculpar a su ex esposo en el crimen, los exámenes neurológicos determinaron que Claudia padecía un trastorno mental orgánico: epilepsia del lóbulo temporal, acompañado de una perturbación de la personalidad tipo paranoide, por lo que se suspendió el procedimiento penal ordinario y se acordó aplicar una medida de seguridad de treinta años por el triple filicidio, la pena máxima contemplada en esa época.
El 23 de enero de 1992, fue trasladada del CERESO Femenil Sur de la Ciudad de México a Querétaro. Claudia Mijangos Arzac quedó recluida durante más de veinte años en el anexo psiquiátrico del Reclusorio de Tepepan. Su pelo encaneció y comenzó a utilizar anteojos. En 2007 la operaron de la glándula tiroides. Pese a los años de reclusión, nunca recibió visitas de su familia.
Nadie reclamó la propiedad donde todo ocurrió; la casa pertenece a Claudia Mijangos, quien la adquirió en 1985. Muchas versiones afirmaban que dentro de la casa se escuchaban por las noches llantos y gritos, que se veían luces y sombras en el interior de la casa y que un niño pequeño se asomaba a las ventanas. Los habitantes de las casas vecinas se organizaron entonces para exigir a las autoridades mayor seguridad. Sin embargo, las patrullas que se colocaron en las afueras del inmueble funcionaron sólo durante un corto periodo y los curiosos siguieron introduciéndose subrepticiamente a aquel lugar, ya abandonado. Con el tiempo, la casa donde ocurrió el triple asesinato fue cerrada por completo: se colocó alambre de púas, se levantó un muro y, curiosamente, no se dejó ninguna puerta.
Fuente: http://adimensional.com.mx/
El mapa con el que Colón vendió América a los Reyes Católicos
El Museo Naval, entre sus maquetas de buques, espadas, pistolas y bayonetas, guarda tesoros históricos que pocos conocen. Uno de ellos es el mapa más antiguo que se conserva de la costa americana: un mapamundi pintado sobre pergamino, de 93 cm de alto por 183 de ancho. Una inscripción asegura que fue realizado por el marino cántabro, Juan de la Cosa, en 1500 en El Puerto de Santa María (Cádiz). Se cree que el objetivo era enseñársela a los Reyes Católicos.
La idea de que esta carta fue realizada para la Corona surge a raíz de su tamaño, de la riqueza de los materiales empleados y del valor artístico de la misma. También esta fundamentada en el hecho de que, de no ser así, habría sido muy difícil que Juan de la Cosa hubiera tenido acceso a la exhaustiva información que recoge, de gran actualidad.
El mapa representa sin lugar a dudas el continente americano. Cuba se muestra como una isla, en contra de la opinión de Colón, que la consideraba una península asiática. Aparecen las tierras descubiertas hasta finales del siglo XV por las expediciones castellanas, portuguesas e inglesas a América. También muestra una gran parte del Viejo Mundo, incluyendo noticias de la reciente llegada de Vasco de Gama a la India en 1498.
La carta de Juan de la Cosa es la única obra cartográfica conservada de las realizadas por los testigos presenciales de los primeros viajes de Cristóbal Colón a las Indias.
La Carta no ha conocido mundo porque apenas ha salido del Museo Naval de Madrid. Uno de sus traslados ocurrió en noviembre de 1936, en plena Guerra Civil, cuando fue evacuada a Valencia para que no cayera en poder de las tropas nacionales que avanzaban sobre Madrid.
Hallan el documento que prueba el traslado de Cervantes en las Trinitarias
No existía ningún documento histórico que acreditara que los restos de Miguel de Cervantes fueron trasladados de la antigua iglesia de San Ildefonso a la cripta del convento de las Trinitarias Descalzas, a cien metros de distancia el uno del otro. Pero ya es un hecho constatado. El pasado viernes, el historiador, archivero y bibliotecario de Madrid Francisco Marín Perellón descubrió en un libro de cuentas de 1697 del archivo del templo una anotación clave, fechada el 8 de octubre de aquel año. En ella se registraba el coste para que el sepulturero Miguel Hortigosa mudara los restos de los 17 difuntos enterrados en la vieja iglesia a la nueva. Este gasto ascendía a 13.600 maravedís o 400 reales.
Este documento es contundente. Acredita que los cadáveres de 11 adultos (entre los que se encontraba Cervantes, enterrado en 1616, y su mujer, diez años después, según el libro de difuntos de la iglesia de San Sebastián) y los de seis niños de San Ildefonso están en la nueva iglesia. Además, el papel pone el foco sobre la fosa 32, porque Hortigosa no solo movió los restos, sino que terraplenó la bóveda. He ahí otro dato que hace aún más verosímil la teoría de que el maestro de las letras hispánicas está allí.
El enterrador excavó, sepultó los cuerpos, luego echó tierra y la apisonó. Esto daría explicación al hecho de que la reducción 32, ubicada en la esquina sureste de la cripta, sea el lugar donde trabajó el sepulturero, ya que es el más profundo de los enterramientos (a 135 centímetros del subsuelo) y el más antiguo. Ahí, los investigadores encontraron un grupo de huesos «compatible con el osario trasladado de la iglesia primitiva», señalaron los expertos el pasado 11 de marzo. El informe del 17 de marzo de 2015 elaborado por los científicos concluía que era posible considerar que entre los fragmentos hallados había algunos de Miguel de Cervantes, por ejemplo un trozo de una mandíbula con pérdidas de dientes premortem. Por encima de esta fosa, a partir de 1730, la bóveda volvió a servir como lugar de enterramientos. Los arqueólogos se toparon con 300 cadáveres más, de los cuáles un 90 por ciento eran de niños.
La iglesia nueva comenzó a construirse en 1673. En 1697 finalizó sus obras y es en octubre de ese año cuando se pide la exhumación para el traslado. Se cree que Hortigosa pudo tardar tres días hasta finalizar la labor. Señala Marín Perellón que puede haber aún más descubrimientos en el archivo sobre el padre de «El Quijote». Por ejemplo, cómo hizo el trabajo para transportar los cadáveres o incluso encontrar algún registro de su ubicación exacta. «Confío en dar con el testamento de Cervantes», afirma el historiador, aunque es algo que no necesariamente han de guardar las monjas de clausura. Este especialista baraja la hipótesis de que la mujer del escritor pudo haber llevado el último deseo de su esposo para probar que quería descansar allí eternamente. Se le enterró allí gratuitamente, informa Marín Perellón.
Asumió el desembolso la Venerable Orden Tercera de San Francisco. Su viuda pagó dos misas de alma. Por esta razón se duda que pudiera ser inhumado con objetos de valor que pudieran haber desaparecido en el traslado. Y para comprobarlo es difícil, ya que de 1612 a 1618 hay pocos documentos, explica el historiador.
Este experto continuará con esta búsqueda documental durante el horario del convento. En el archivo de las Trinitarias se comenzó a trabajar en febrero, pero sólo se pudieron consultar libros durante tres días porque no había espacio para su análisis pormenorizado. La semana pasada se pidió habilitar una zona y Marín Perellón se sumergió en esta tarea. El viernes dio con la prueba. Cogió un tomo al azar y resultó ser uno de los primeros libros de cuentas. A mitad del tomo, en la página par, dio con este nuevo hecho histórico, anotado por el administrador de la iglesia que llevaba las cuentas anuales en la época.
El escrito está grabado sobre un papel del siglo XVII. Los documentos se pueden tocar con las manos, sin necesidad de un tratamiento especial, ya que no presentan ninguna patología. Está en buen estado y encuadernado en un libro de pergamino que prueba por fin que las religiosas de las Trinitarias Descalzas siempre mantuvieron la custodia del cuerpo de Miguel de Cervantes desde 1616.
Aún queda mucho trabajo por delante. Como dijo Francisco Etxeberria, el responsable de la investigación, «son muchas las coincidencias y no hay discrepancias». El trabajo documental apunta cada vez más a que los huesos pertenecen con toda seguridad a Miguel de Cervantes, pero no existe verificación genética. Lo único que podría demostrarlo sería un análisis de ADN, pero está descartado. En primer lugar, por el mal estado de los huesos; en segundo, porque para la identificación es necesario que se coteje con el ADN de un familiar y solo se conoce dónde reposa su hermana Luisa. Sus restos están en el convento de Alcalá de Henares, donde fue sepultada en 1623. Pero, al igual que con su hermano, al tratarse de un osario, sería prácticamente imposible identificar el ADN. Sin embargo, para acreditar que en esa reducción están los huesos de Cervantes están contrastadas las certezas histórica-documental, arqueológica y antropológica.
Fuente: http://www.abc.es/
¿Que encontraron los Templarios en Tierra Santa?