El misterio de los últimos días de la expedición perdida de John Franklin

La mañana del 19 de mayo de 1845 el capitán John Franklin y su expedición levaron anclas del puerto de Greenhithe, casi en la desembocadura del Támesis con el objetivo de buscar el paso del Noroeste, la ruta marítima que uniría el Atlántico y el Pacífico por el norte de Canadá.
Sus 129 tripulantes nunca regresaron y que, durante 170 años, han sido uno de los grandes interrogantes de la exploración científica y naval. Ahora sabemos por qué murieron los hombres de la exploración perdida de John Franklin.
Hay quien insinúa que el viaje empezó mal desde un primer momento, o sea, el capitán nunca debió ser John Franklin ya que la primera opción era William Edward Parry, uno de los grandes exploradores ingleses, pero como ya había viajado cinco veces al Ártico declinó la oferta.
En segundo lugar, pensaron en James Clark Ross. Ross acaba de llegar de la Antártida donde había explorado el Mar y la Isla de Ross. De hecho, los barcos de esa expedición eran los mismos que los que se usarían en esta misión (El H.M.S. Erebus y El H.M.S. Terror).
Le siguieron James Fitzjames (descartado por inexperiencia), George Back (considerado demasiado polémico) y Francis Crozier (que, bueno, era irlandés y eso ya era motivo más que suficiente para descartarlo). Por tanto, ante todo este panorama finalmente John Barrow, segundo secretario del Almirantazgo, llamó a John Franklin.
Salieron de Londres aquel día de 1845 e hicieron parada en las Orcadas y el convoy formado por los dos barcos principales (HMS Erebus y el HMS Terror), el HMS Rattler (el primer barco de guerra inglés con propulsión a vapor) y uno de transporte se dirigió a Groenlandia. Allí sacrificaron diez bueyes y la expedición comenzó su viaje en solitario.

El capitán John Franklin
A principios de agosto de 1845, dos balleneros el Prince of Wales y el Enterprise encontraron los barcos de Franklin en la bahía de Baffin. Esperaban un tiempo favorable para internarse en el Estrecho de Lancaster. Esa fue la última vez que se les vio.
Pasaron dos años y Lady Jane Franklin, algunos miembros del Parlamento y la incipiente prensa británica comenzaron a pedir al Almirantazgo que enviase a alguien a buscar a los héroes de la expedición de Franklin. El Gobierno envió tres expediciones: una por tierra y dos por mar, una por el Atlántico y otra por el Pacífico. Fracasaron.
Ante el miedo de que se olvidaran de ellos la búsqueda de la expedición perdida «se convirtió en nada menos que una cruzada». Solo en 1850, once barcos británicos y dos estadounidenses trataron de localizarlos.
Fue entonces cuando se encontraron las primeras tumbas pues a lo largo de los años, las distintas expediciones fueron encontrando retazos, historias de los inuit y objetos de la expedición.
En 1855, siguiendo las indicaciones de algunas tribus inuit, se encontraron trozos de madera con el nombre del Erebus. Además, en el 59 se encontraron dos mensajes donde el primero, fechado 28 de mayo de 1847, era del propio Franklin y decía «Sir John Franklin, comandante de la expedición: todo bien».
Era una práctica habitual en la época, se dejaban documentos en distintos lugares para que, en caso de problemas, se pudieran reconstruir los detalles del viaje.
Pero en este caso, pasaba algo curioso: en los bordes había otro mensaje, fechado el 25 de abril de 1848, en el que se explicaba que los barcos habían quedado atrapados en el hielo.

Mapa del recorrido de la expedición Franklin.
Franklin y otros veintitrés miembros de la tripulación habían muerto mientras que el resto, los supervivientes, habían abandonado los barcos buscando una salida hacia el sur.
En los próximos años aparecieron algunos objetos, algunos rumores y algunas tumbas. Nunca aparecieron los barcos y después de 150 años, se ha descubierto qué había pasado realmente con la expedición perdida del capitán John Franklin.

Grabado que muestra al H.M.S. Erebus y al H.M.S. Terror
En los años 80 del siglo pasado, la Universidad de Alberta puso en marcha un proyecto para rastrear la expedición donde se recorrieron a pie las distintas rutas posibles, se exhumaron cuerpos y se encontraron, incluso, pruebas de canibalismo. Pero los barcos se resistían.
Hicieron falta 30 años para que entre 2008 y 2014 apareciera el primero de ellos en el golfo de la Reina Maud. Y, aun así, la duda fundamental seguía ahí: ¿Por qué murieron? No de «qué murieron», sabemos que hay signos de neumonía y tuberculosis.
Se trataba de exploradores experimentados, tenían víveres más que suficientes, conocían el terreno en que se movía, e incluso entraron en contacto con los pueblos nativos. ¿Qué pasó?
Los primeros estudios señalaron que muy posiblemente había existido intoxicación por plomo. Hay varias posibilidades para explicarla como, por ejemplo, las cañerías de las naves.
Pero para entender la más aceptada debemos volver por un momento concreto del año 1845 ya que se cree que hubo problemas en la preparación de las provisiones del viaje.
Las 8000 latas de comida necesarias se encargaron en el último momento y, como consecuencia, se elaboraron de «forma burda y descuidada» y como consecuencia de ello estaban soldadas con plomo.
En 2013, un grupo de investigadores decidió poner la idea a prueba realizando tests de metales pesados a los restos que habían sido encontrados.
Los resultados confirmaron que los niveles eran altos, pero no más que los que eran típicos en la población marinera de la época. Sin embargo, los investigadores no se rindieron y continuaron con las investigaciones.
Jennie Christensen y su equipo acaban de reconstruir la dieta y el estado de salud de un miembro de la tripulación a partir de eso, de una uña. Gracias a este análisis han podido determinar cómo cambiaron los niveles de metales pesados en los últimos días de la tripulación de Franklin pues todo parece indicar que el problema fue un déficit de zinc.
La falta de zinc provoca inestabilidad emocional, problemas gastrointestinales y depresión del sistema inmune. Es decir, no sólo aumenta las posibilidades de contraer la tuberculosis y la neumonía que les mató, sino que pudo favorecer los problemas internos dentro del grupo.
Fuente: https://www.xataka.com/medicina-y-salud/el-misterio-de-los-ultimos-dias-de-la-expedicion-perdida-de-john-franklin