ANNIE MAE PATTERSON, LA BRUJA BLANCA DE ROSE HALL
Según cuentan las leyendas locales que han perdurado a través de los años, en esta casa habitaba el terrateniente John Palmer, el cual contaba con una gran fortuna debido a su prósperas plantaciones de azúcar en las que hacía trabajar a esclavos.
El señor Palmer comenzó un romance con Annie Mae Patterson, una chica procedente de Francia, con la que se casó en 1820. Lo que comenzó como un matrimonio feliz, terminó desembocando en un tortuoso final de terror que protagonizó la propia Annie Mae, a la que sólo le movía apoderarse de la fortuna y tierras de su esposo. Para ello, Annie no tuvo reparos en acuchillarlo en su propia cama hasta matarlo, con el fin de convertirse en la señora absoluta de la hacienda Rose Hall.
Retrato de Annie Mae Patterson
A su primer esposo le sucedieron otros dos maridos, que también corrieron su misma suerte, aunque el segundo murió envenenado y el tercero estrangulado. Con estos fallecimientos la fortuna de Annie aumentó, ya que heredó todos los bienes de sus infelices cónyuges. Para deshacerse de los cadáveres, Annie ordenó a sus esclavos que sacaran los cuerpos empleando los pasadizos subterráneos hasta llevarlos a las playas cercanas donde serían enterrados.
Para no levantar sospechas, Annie contaba que la fiebre amarilla se había llevado a sus maridos, cosa que no pareció extrañar a conocidos y lugareños de Bahía Montego (la ciudad más cercana). Quizás no sospecharon nada, o no quisieron preguntar para evitar inmiscuirse en terrenos escabrosos. De todas formas eran tiempos en los que ley brillaba por su ausencia, y no se realizaban investigaciones ante el fallecimiento de una persona.
Trampa colocada en los campos para disuadir a los fugitivos
Annie era una mujer envuelta en un halo de misterio a la que siempre había atraído el ocultismo y disfrutaba practicando magia negra y vudú. Se cuenta que realizaba sus perversos cultos en la hacienda y tenía sometidos a sus más de 3.000 esclavos a los que atemorizaba con su poder y trato despiadado. Posiblemente aprendió el arte del vudú de algunos de sus esclavos más experimentados, que para granjearse el favor de Annie y una vida más larga, la instruyeron en las técnicas de brujería. Esto le hizo ser conocida con el sobrenombre de “La Bruja Blanca de Jamaica“.
Túnel que lleva a la parte inferior de la casa, o sea, el túnel de la muerte
Por la mañana, Annie comenzaba su día asomándose al balcón y dictaba las órdenes del día a los esclavos que se reunían en este patio trasero de la casa. Sus ordenanzas incluían castigos e incluso ejecuciones. En la parte inferior de la mansión se encontraban los sótanos donde Annie torturaba impunemente a los esclavos indisciplinados. Y cuando sentía la llamada del deseo, bajaba a los barracones donde estaban sus esclavos y elegía a un compañero de alcoba. Cuando se hartaba de él, el pobre hombre era liquidado sin contemplaciones y se enterraba en una tumba sin marcar.
Aun así, pocos incautos intentaban escapar de la hacienda, ya que Annie había ordenado sembrar cepos escondidos por todo el perímetro de la plantación y eso era suficiente para disuadir a posibles prófugos. Los que no cumplían el toque de queda, eran perseguidos por la propia Annie, quien se lanzaba de cacería humana a lomos de su caballo acechando a los desertores. Luego las “presas” se encadenaban y eran marcadas con fuego para ser devueltas al barracón.
La maldad de Annie no distinguía ni tenía límites, y en su finca de Rose Hall utilizaba su poder de forma cruel y sangrienta, llegando a matar niños si era preciso para emplear sus huesos en ceremonias demoníacas. Cuando se trataba de aplicar el mal, no existía ningún sacerdote vudú que igualase las energías mágicas de Annie.
La mansión Rose Hall antes de su reconstrucción
La revolución también alcanzó la hacienda de Rose Hall. Finalmente la cólera fue más fuerte que el temor, y un grupo de insurgentes se adentró en la finca, ascendió por las grandes escalinatas y asaltó los aposentos de Annie. Entonces liquidaron a la que ellos llamaban “La Bruja Blanca”, y desfiguraron sus restos para luego lanzar los despojos por la ventana.
Un vecino sepultó a Annie en un túmulo sin identificar y se dispusieron tres cruces en tres de los lados de su tumba para encerrar el poder de la bruja blanca, dejando un lado libre sin cercar para que el espíritu de Annie pudiese salir y deambular cuando así lo desease.
Otra versión sobre la historia de su muerte nos cuenta que Annie tenía contratado un capataz que era un poderoso bokor (hechicero especializado en vudú, también llamado houngan si es hombre o mambo si es mujer), un hecho que él le ocultaba aún a riesgo de su propia vida. El capataz tenía una joven hija a la que había concertado un matrimonio con un atractivo joven de la plantación. Desafortunadamente, la lujuria de Annie se fijó en este joven, y pronto se le llamó para complacer a la señora de la casa. Como el capataz sabía el destino que deparaba al joven, comenzó los preparativos para proteger al chico de los procedimientos de usar y tirar que empleaba Annie con sus amantes.
Pero Annie no siguió su patrón habitual, y ebria de sensación de poder, mató al joven esa misma noche, en vez de jugar con él durante una semana hasta cansarse como solía hacer. Quizás el chico se opuso a sus atenciones y declaró quién era su verdadero amor. Sea cual fuese la razón, el joven fue asesinado, su novia quedó consternada y el capataz entró en cólera, decidiendo acabar con La Bruja Blanca a toda costa.
Construyó una tumba en un bosque cercano, a la vista de la mansión, empleando rituales y señales de vudú. El capataz entonces entró en la casa, enfrentándose a Annie, y se enzarzaron en una lucha psíquica y física. El capataz pudo matar a Annie, sacrificando su propia vida en el proceso. Los esclavos, que conocían los planes del capataz, enterraron el cuerpo de La Bruja Blanca en una tumba especialmente preparada, diseñada para evitar que pudiese levantarse de ella para vagar por la plantación. Pero no realizaron el ritual correctamente, permitiendo que Annie pudiera escapar del hechizo. Se dice que ahora su fantasma deambula por la mansión a su antojo.
De esta manera finalizó el cruel recorrido de Annie Mae Patterson, de la que incluso se duda de su existencia. Según otras fuentes, Annie nació en 1802 y no era francesa, sino de madre inglesa y padre irlandés. Cuando Annie tenía 10 años, sus padres y ella se trasladaron a Haití para vivir, pero un año más tarde sus progenitores contrajeron la fiebre amarilla y murieron. La niñera adoptó a Annie y fue esta mujer quien le enseñó brujería. Cuando Annie tenía 18 años, la niñera murió, y como no podía volver a Inglaterra al no poseer allí familiares, buscó un marido acaudalado en Jamaica. Fue así como conoció a John Rose Palmer y se convirtió en la segunda señora de la mansión Rose Hall.
Tumba actual de Annie Mae Patterson
Aunque no se conozca a ciencia cierta quién fue Annie, este personaje ha trascendido al tiempo y actualmente se considera una leyenda más de Jamaica. En 1931 el periodista Herbert George de Lisser publicó una novela sobre la historia con el nombre de “La Bruja Blanca de Rose Hall“, que más tarde inspiraría al grupo de rock ocultista Coven para crear una canción del mismo título.
La mansión de Rose Hall es actualmente propiedad de una pareja estadounidense y el fallecido John Rollins de Wilmington, Delaware. Compraron la casa en 1965 y la renovaron entre los años 1966 y 1971, gastándose un total de dos millones y medio de dólares.
Se dice que mientras estaban realizando las tareas de restauración en la mansión, comenzaron a manifestarse ciertos fenómenos paranormales, apareciendo manchas de sangre en las paredes de un aposento, precisamente en el que Annie asesinó a su primer marido. Otras personas que han visitado la mansión de La Bruja Blanca, dicen que han escuchado sonidos muy extraños, como risas diabólicas o gemidos lastimeros.
Fuente: http://www.blogodisea.com/