El hombre verde de Pensilvania

Raymond Robinson (29 de octubre de 1910 – 11 de junio de 1985) fue un hombre que quedó entonces severamente desfigurado cuyos años de caminatas nocturnas lo convirtieron en una figura de leyenda urbana en el oeste de Pensilvania.
Robinson tenía 8 años cuando fue herido por un cable eléctrico mientras trepaba a un poste y buscaba un nido de pájaros en el puente Morado, en las afueras de Beaver Falls.
El puente llevaba un carro y tenía líneas eléctricas de 1.200 V y 22.000 V, lo que había matado a otro niño menos de un año antes. Robinson sobrevivió, desafiando las expectativas de los médicos, pero quedó así gravemente desfigurado: perdió los ojos, la nariz y el brazo derecho.
De acuerdo con Ken Summers, historiador urbano y autor del libro Queer Hauntings, este caso es uno de los que mayor influencia ha ejercido sobre la cultura popular de esta región de los Estados Unidos.
Prueba de ello son los imaginarios que se construyeron alrededor de la vida de Robinson, a quien algunos llamaban “The Green Man” (hombre verde) y otros “Charlie No-Face” (Charlie sin rostro).
Hay dos hipótesis contrapuestas que explican el alias “The Green Man” que acompañó pues a Raymond Robinson durante toda su vida.
La primera sugiere que su piel era de un tono pálido verdoso, presumiblemente afectada por el accidente y la segunda hipótesis propone que Robinson vestía siempre de verde y que siendo su piel tan pálida, así reflejaba el color de la ropa.
Este no es el único caso en que la cultura popular muestra interés por una peculiaridad cromática de la piel. De hecho, hay una leyenda del folclore británico medieval, según la cual en el pequeño pueblo de Woolpit, en Suffolk, vivieron durante el reinado del rey Esteban dos hermanos de piel verdosa los cuales hablaban un idioma ininteligible.
Este caso fue documentado por primera vez en Historia rerum Anglicarum de William de Newburgh en 1189, y posteriormente en Chronicum Anglicanum de Ralph de Coggeshall, en 1220. William Camden también menciona el incidente en su libro Britannia de 1586, del mismo modo que Francis Godwin en la novela The Man in the Moone en 1638.
El registro más contemporáneo que existe de los dos niños verdes británicos data de 1935 en la novela The Green Child, de Herbert Read. Ya por este entonces, Raymond había sufrido su accidente del otro lado del Atlántico.
Pese a que Robinson murió en un albergue para ancianos en 1985, la leyenda del hombre verde así se ha actualizado y propagado también en el siglo XXI.
De acuerdo con la publicación “Ohio’s Ghostly Greats” de David Gerrick, hay avistamientos reportados de un nuevo hombre verde en Ohio pues según el folclore local, se trata de un ebrio que entró entonces de manera subrepticia en una subestación eléctrica en una zona aislada del condado de Geauga, y fue luego electrocutado por un transformador, y pese a que sobrevivió su piel se tiñó de verde.
Este nuevo caso podría suponer evidencia de que existe una correlación entre la electrocución y el color verdoso de la piel de Charlie No–Face.
Ken Summers sostiene que la popularidad de esta leyenda urbana en buena parte se explica por la gran cantidad de avistamientos y fotografías que existen.
Según recoge su investigación, el único momento en que Raymond Robinson abandonaba la casa en la que vivió la mayor parte de su vida era durante la noche, cuando daba largos paseos en los que de forma ocasional se topaba con residentes locales o turistas.
De hecho, un pequeño túnel relativamente cercano a la residencia de Robinson es hoy en día un lugar lleno de leyendas urbanas, o sea, se trata del túnel Piney Fork construido en 1924 y originalmente hacía parte del ramal Peters Creek del ferrocarril de Pensilvania que servía de nexo entre las minas de carbón dispersas por el estado y la ciudad.
Cientos de adolescentes durante las décadas del 40, el 50 y el 60, salían a hurtadillas de casa justamente con el objetivo de encontrarse con The Green Man.
Algunos de estos encuentros están documentados fotográficamente y según sus protagonistas, Robinson era un hombre muy amable y tranquilo que no tenía ningún problema con posar frente a la cámara y así después seguir su camino.
Fuente: https://www.lifeder.com/raymond-robinson/