Leyendas de México

México es un país donde abundan las leyendas y entre todas ellas podemos destacar las siguientes:
La leyenda de los volcanes

En épocas del poderoso Imperio azteca, sus pueblos vecinos eran sometidos a pagar tributo. Los tlaxcaltecas, grandes enemigos de los aztecas, estaban hartos de esta situación y decidieron alzarse en armas.
Popocatépetl, uno de los grandes guerreros tlaxcaltecas, decidió pedir la mano de su amada Iztaccíhuatl, la bella hija de un gran cacique. El padre aceptó, y si él volvía victorioso de la batalla se llevaría a cabo la boda.
Durante la ausencia de Popocatépetl, un hombre celoso anunció falsamente a la dama que su amado había fallecido; tras unos días, Iztaccíhuatl murió de tristeza. Cuando el guerrero volvió victorioso fue recibido con la trágica noticia.
Para honrar su memoria, unió 10 cerros y acostó a su amada en la cima; él llevaría consigo una antorcha y la resguardaría eternamente. Esta leyenda cuenta el origen de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl –la mujer dormida–, que permanecieron juntos para siempre.
La flor de Cempasúchil

La historia de Xóchitl y Huitzilin, dos jóvenes aztecas enamorados, comenzó desde su infancia, cuando ambos solían escalar los cerros y ofrecer flores a Tonatiuh, el dios del sol. Al llegar a edad, Huitzilin debió cumplir sus deberes de guerrero y abandonar su pueblo para combatir.
Desgraciadamente, el joven murió en batalla. Al enterarse de esto, Xóchitl subió a una montaña y rogó a Tonatiuh que les permitiera estar juntos. Entonces, el dios del sol lanzó un rayo sobre ella, convirtiéndola en una hermosa flor de color naranja brillante.
Huitzilin, en forma de colibrí, se acercaría a besar a Xóchitl convertida en flor. Este es el origen de la flor de cempasúchil, utilizada en la tradición prehispánica para guiar a los muertos al mundo de los vivos.
El anillo de Alba

Doña Alba fue una mujer adinerada, cuya única carencia fue no tener hijos. Se dice que una noche, cuando contaba con 80 años, Alba soñó con mucha claridad sobre cómo moriría.
Luego de este sueño encomendó al cura de su parroquia que, una vez muriera, él se encargara de repartir su abundante herencia entre las personas del pueblo en el que ella vivía.
La señora murió, y mientras se llevaba a cabo el velorio y la sepultura, uno de los dos enterradores que trasladó el cuerpo se sintió muy atraído por un gran anillo que Alba llevaba puesto.
Luego de haberla enterrado, estos dos sepultureros fueron al cementerio y desenterraron a la señora Alba. Al llegar a ella se dieron cuenta de que la mano de Alba estaba cerrada y el anillo no podía ser retirado.
Sin ningún escrúpulo, los enterradores cortaron el dedo de Alba en donde estaba el anillo y se fueron. Cuando estaban próximos a salir del cementerio, ambos escucharon un grito ensordecedor.
Uno de los sepultureros no volvió jamás; el otro, antes de salir corriendo, apenas pudo voltear y observar la imagen terrorífica de doña Alba señalándole con la mano del dedo amputado.
Fuente: https://www.lifeder.com/leyendas-mexicanas/